Conjunto, revista de teatro latinoamericano y caribeño de Casa de las Américas (La Habana), publicó en su número 203 de abril-junio 2022 un artículo de doña Elina Miranda Cancela, miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, sobre El teatro de Sófocles en verso castellano, obra que cuenta con la traducción de don Aurelio Espinosa Pólit S. J., antiguo miembro de nuestra corporación, y con la edición de don Gustavo Salazar Calle, actual miembro correspondiente de nuestra academia. Lo reproducimos a continuación para ustedes.
Reflexiones a propósito de una nueva edición de las tragedias de Sófocles en Ecuador
En época que tanto se discute y se restringe en los programas de estudio la enseñanza de las lenguas clásicas, latín y griego, así como de las humanidades en general, al tiempo que abundan las versiones de mitos, tragedias y hasta el empleo de sus cánones —corriente a la que se incorporaron los dramaturgos hispanoamericanos desde fines de la pasada centuria—, la traducción deviene un importante factor, aunque sus posibilidades y dificultades sean discutidas también desde la propia Antigüedad.
Casi siempre han estado en manos de filólogos y profesores, un tanto ajenos a los requerimientos teatrales, tal como se advierte en la crítica de Alejo Carpentier en cuanto a la traducción de Antígona de Sófocles que el Dr. Juan Miguel Dihigo hiciera especialmente para la representación con la cual bajo la dirección de Ludwig Schajowicz se fundó en La Habana el Teatro Universitario. El escritor, partícipe como sonidista en alguna de las puestas en escena del grupo e íntimamente vinculado con el proyecto, proclama en un artículo publicado en la prensa al día siguiente del estreno que en verdad el director austriaco había logrado producir un verdadero espectáculo; pero no por ello deja de advertir que según sus criterios se echaba de menos mayor movimiento escénico acorde con “el contenido humano de los conflictos”[1] en contraposición con el dinamismo interno al cual apostaba Shajowicz. Evidentemente, pues, en ello estaba involucrada en buena medida la traducción del eminente profesor de la Universidad de La Habana[2].
Al hecho de que la traducción debe tener en cuenta especificidades teatrales, tal como se ha constatado a menudo en los últimos años, no es menos cierto que desde mucho antes se debate el modo que ha de asumir cuando de poesía se trata, puesto que los cánones de versificación griegos y latinos difieren totalmente de los adoptados por la métrica española. Ya a principios del siglo XIX uno de los traductores de líricos griegos de mayor reputación en España, José Castillo y Ayensa (1795-1861), puesto en el dilema entre fidelidad literal y transmisión de la gracia y las tonalidades propias del original, ofrece dos versiones: una en prosa, para demostrar su conocimiento de la lengua griega, y otra en verso, con la que el lector experimente sensaciones análogas a las suscitadas por el poema griego.
Cuando en 1909 Pedro Henríquez Ureña publicó en México su única obra dramática, El nacimiento de Dionisios, primera pieza teatral antillana del siglo XX con referente clásico, nos advierte en el prólogo que si no está compuesta en verso “débese a la dificultad de emplear metros griegos”[3], aunque él mismo anteriormente habla cultivado la poesía con acierto. Opinión semejante, aparte de la fidelidad al texto, parece pesar sobre muchos traductores a lo largo de la centuria, aunque ya en sus finales de nuevo se publican traducciones en verso y se aboga en congresos por este tipo de traslación, casi siempre en relación con la lírica, probablemente porque ya los poetas en lengua española no se rigen por las estrictas reglas métricas de épocas anteriores, sin olvidar que muchos de estos traductores son acreedores de una excelente reputación por su propia obra poética.
Si nos restringimos a la historia de la traducción de obras dramáticas en los países hispanoamericanos, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que las versiones directas de autores griegos “son ciertamente escasas”, tal como afirma Gustavo Salazar Calle en relación con Ecuador al prologar su edición de las obras escogidas de Aurelio Espinosa Pólit[4]. A ello habría que agregar que es mucho menos frecuente que se traduzca toda la producción teatral de un autor, pues si bien puede encontrarse la versión de algunas piezas, como en el caso mencionado del Dr. Dihigo, ni siquiera dentro de la gran empresa emprendida por la Universidad Nacional Autónoma de México con su Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, iniciada en 1944, aparece alguno de los trágicos griegos; quizás en el caso de Sófocles porque en 1960 se publicó precisamente en México la segunda edición de la traducción de Espinosa Pólit, primeramente datada en Quito en 1959. El ecuatoriano terminaba de este modo una tarea iniciada en 1935 con la traducción de Edipo Rey para su representación por parte de sus estudiantes del Noviciado de Cotocollao en acto conmemorativo del primer cuarto de siglo de su fundación. Tampoco en Argentina, donde en las últimas décadas se ha seguido una política editorial de publicar nuevas versiones de obras dramáticas griegas, se registra la traducción de toda la obra de un autor, con la sola excepción de las tragedias de Eurípides a cargo del profesor Juan Nápoli[5].
Los méritos literarios y académicos de Aurelio Espinosa Pólit no se limitan a su traducción de Sófocles, sino que fue un gran promotor de la cultura y las letras ecuatorianas así como un reconocido poeta y escritor. Aunque nació en Quito en 1894, desde los cuatro años vivió expatriado con su familia en Europa donde recibió su educación. Ingresó en la Compañía de Jesús, estudió Filosofía en Granada y allí comenzó a ejercer la docencia en Literatura. Estudió Teología en Barcelona y en 1924 se ordena como sacerdote. Se especializó en letras clásicas en la Universidad de Cambridge y regresa finalmente a su patria en 1927 donde asume la dirección del mencionado Colegio Noviciado que la Compañía de Jesús tenía en Cotocollao, al norte de Quito. Despliega a partir de ese momento una amplia labor como maestro, como escritor y también como traductor de la obra de los poetas latinos Virgilio y Horacio, a los cuales no solo tradujo sino también dedicó artículos y ensayos, especialmente en torno al primero por el cual se sentía profundamente atraído. Pero también rescató e hizo la edición definitiva de obras ecuatorianas como el Nuevo Luciano de Quito (1779), de Eugenio Espejo, así como del volumen de Poesías de José Joaquín de Olmedo, entre otros. Dio a conocer traducciones de autores de idiomas modernos y también la obra de sus compatriotas; sin olvidar sus comentarios sobre diversos poetas hispanoamericanos y artículos significativos sobre autores contemporáneos de gran relieve para las letras en lengua española. A ello se suman los cuatro tomos de poesía publicados de su propia autoría, sus textos religiosos y los dedicados a la enseñanza. Entre sus servicios a la cultura del país se cuenta la fundación de la Biblioteca Ecuatoriana en 1929, que hoy lleva su nombre, conformada a partir de los fondos familiares y propios.
Sin embargo, el único autor dramático objeto de su atención fue Sófocles, cuya obra tradujo sucesivamente. Un año después de que se representara y editara su versión de Edipo Rey, emprendió igual tarea con Edipo en Colono cuya puesta en escena le hacía ilusión luego de los resultados obtenidos con la primera. Ya en el cargo de primer Rector de la Pontificia Universidad Católica de Ecuador publica en 1954 su versión de Antígona, precedida por un largo estudio introductorio y, por último, entrega en 1959 a la imprenta un libro con su traducción y prólogo: El teatro de Sófocles en verso castellano. Las siete tragedias y los 1129 fragmentos.
Como apunta el editor de su obra en 2021, en esta predilección por Sófocles pudo haber pesado la obra del helenista español Ignacio Errandonea a quien conoció en Granada cuando había terminado su bachillerato y que debió influir en su dedicación al estudio de los clásicos. El vasco, aunque solo era ocho años mayor que el ecuatoriano, desde 1935 publicó su traducción de cinco tragedias del ateniense y sobre su teatro volvió en reiteradas ocasiones no solo con la traducción completa de sus tragedias sino también con estudios. En verdad, para muchos hispanoamericanos el acercamiento a la obra de Sófocles estuvo mediado por la traducción de Errandonea, de numerosas rediciones en España, y por cuya traducción de Antígona se decidió un poeta como José Watanabe a manera de sustento de su propia versión dramática estrenada en Perú en el año 2000 por el grupo teatral Yuyachkani[6].
Pero independientemente del interés que pudiera suscitar el contrastar las traducciones de uno y otro lado del Atlántico y del influjo que pudo ejercer Errandonea en la elección de los estudios helénicos de Espinosa Pólit, en la decisión de este de traducir las tragedias sofocleas, según mi parecer, tuvo un papel muy importante su primera experiencia con la traducción y puesta en escena del Edipo Rey. No es usual que el traductor participe en el montaje de una obra y el conjunto de ambas acciones sumado a su capacidad poética y su calidad de helenista, sin olvidar la buena acogida obtenida por la representación, me parecen determinantes en el empeño asumido a lo largo de años.
En la introducción a su libro Espinosa Pólit asienta claramente los supuestos principales de su enfoque traductológico. Comienza con el problema tan debatido sobre el empleo del verso o la prosa. Para él, aunque en esta última se mantiene la fidelidad a la trama, se pierde el hálito poético y las peculiaridades de la expresión sofoclea, con su elección de una lengua ática elegante, atractiva, digna, a su vez sencilla, sin las grandilocuencias esquileas, cercana al diálogo pero sin perder el realce poético. Por ello propone, puesto que no es posible reproducir la métrica griega, elegir una correspondencia dentro de la española: el endecasílabo suelto, sin rima, con casi el mismo número de silabas y con libertad rítmica equivalente. Para los kommoí o diálogos líricos propone los endecasílabos rimados o los romances para marcar el alejamiento de la simple conversación; mientras que para los stásima o partes corales son elegibles diversos tipos de combinaciones métricas españolas, siempre procurando mantener el ritmo original. Con tal propuesta, según opina, la obra traducida mantendría no solo la propuesta ideotemática y su formulación teatral, sino también el espíritu poético; aspectos todos que se conjugan en el género trágico.
Por otra parte aclara que no pretende una entrega arqueológica de la obra sofoclea, presentar un mero documento histórico, sino un Sófocles actual, cuya lectura sirva para repensar nuestras circunstancias, que en ella se encuentre, nos dice, “auténticas y actuales lecciones de vida”[7]. De ahí su empeño, puesto que espera que sus traducciones de las tragedias de Sófocles sirvan sobre todo a “la juventud estudiosa que necesita libros de texto adecuados para (…) el estudio de la vida”[8]; palabras que devienen una especie de testamento, pues poco después de la publicación de la segunda edición del libro en México, muere Espinosa Pólit en enero de 1961.
Resulta, por tanto, muy acertada la decisión del actual miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, Gustavo Salazar Calle, de emprender una nueva edición de obras de Aurelio Espinosa Pólit y comenzar precisamente con El teatro de Sófocles en verso castellano, aunque prepara seis volúmenes más para integrar sus Obras escogidas. Ello no solo se erige en homenaje al notable polígrafo ecuatoriano, sino a manera de continuidad en su quehacer cultural. Salazar Calle, bibliotecario e historiador, ha dedicado, a su vez, gran parte de sus esfuerzos a recuperar y mantener bibliotecas y catálogos, rescatar autores fundamentales en la historia de la cultura del país y a la creación de medios indispensables para su conservación y difusión. Nacido seis años después de la muerte de Espinosa Pólit, su accionar investigativo y como sustento de instituciones culturales lo hace un digno sucesor y trasmisor de su herencia.
La traducción de las tragedias completas de Sófocles con miras al momento presente y la formación humanística, no solo constituye un suceso único en la historia de la traductología clásica en América Hispana de los últimos siglos, sino que deviene punto de partida de enfoques y perspectivas, no solo al abordar problemas que toda traslación supone, sino que muestra una buena opción en momentos como los actuales en que muy pocos leen las tragedias en su lengua original, pero muchos dramaturgos vuelven su mirada, con propósitos muy disimiles, hacia los antiguos trágicos y una buena traducción deviene base legítima para con su lectura, o representación, repensar nuestras circunstancias y nuestra propia actuación vital.
[1] «Antígona de Sófocles en la Universidad», recogido en Alejo Carpentier: Crónica del regreso. Letras Cubanas. La Habana, 1996.pp. 71-78. La cita aparece en la p. 76.
[2] Cf. E. Miranda: «Traducción, tragedia y teatro cubano. Historia de una casi carencia», T. V. Ribeiro Barboza, T. V., Palma. A., Chiarini, A. M. (eds.): Teatro e traduçao de teatro. Estudos. V. 1. Relicario ediçoes. Belo Horizonte, 2017, pp. 139-155, en específico pp. 148-149.
[3] El propio autor redita esta obra en Nueva York en 1916. En ella la cita aparece en la página 6 de la «Justificación”.
[4] Se treta de El teatro de Sófocles en verso castellano, traducido por Aurelio Espinosa Pólit, primer tomo de sus Obras escogidas que apareció en 2021 en Quito, como parte del proyecto de edición de Gustavo Salazar Calle. La cita es de la p. 37.
[5] Cf. Claudia Fernández: “Filólogos devenidos traductores», T. V. Ribeiro Barboza, A. Palma, A. M. Chiarini (eds.):Ob. cit., p. 96, n. 5.
[6] Cf. E. Miranda: “Antígona enPerú, recepción clásica y contemporaneidad”, NEARCO: Revista Eletrónica de Antiguidade. v. X, n. II, 2018, pp. 15-30.
[7] El teatro de Sófocles en verso castellano, traducido por Aurelio Espinosa Pólit, Ob. Cit., p. 60.
[8] Ibíd.