El 11 de enero de 2025 don Edmundo Parra Erazo se incorporó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua en calidad de miembro honorario. Aquí el discurso que pronunció en la ceremonia.
La lengua española en el mundo.
Antes de llegar a un estudio concreto de la lengua española, me parece conveniente ubicarla en el contexto internacional.
Una lengua o idioma es un sistema de signos de lenguaje utilizados por un grupo humano. ¿Qué grupo humano es el que utiliza la lengua española?
El nombre nos da una primera idea. Lengua Española será la lengua de España. Pero, aunque esto es verdad, no es toda la verdad. No es sólo la lengua de España: también lo es del Ecuador, de la Argentina, del Uruguay, del Paraguay, de Chile, del Perú, de Bolivia, de Colombia, de Venezuela, de México, de Guatemala, de Honduras, de El Salvador, de Nicaragua, de Costa Rica, de Panamá, de Cuba y de la República Dominicana. Además, se habla en Puerto Rico, estado libre asociado a los Estados Unidos de Norteamérica, en Nuevo México y otras regiones del suroeste de Estados Unidos, y en cierto número de comunidades hebreas de las costas del Mediterráneo. Ya en escasa medida, en Filipinas. Son en total unos 300 millones de personas las que hablan esta lengua; de ellas, sólo 40 millones (un 13.3%) habitan en España. Este país es el primero en hablar la lengua española y por esto se le ha dado este nombre, y de él irradió a los demás. Es el mismo caso del inglés y el portugués, cuyos hablantes de fuera de Inglaterra y Portugal son muchísimo más numerosos que los de dentro.
También la lengua española se llama lengua castellana, por haber nacido en el antiguo reino de Castilla y haber sido sólo lengua de este antes de que existiera la nación española. Esta segunda denominación, castellano, suele usarse por pura tradición; sin embargo, muchos justifican que la denominación española no es exacta, ya que no menos españolas son otras lenguas habladas en España. A esto se puede responder que, siendo la castellana la lengua oficial de la nación, hablada en toda ella, parece natural darle el nombre de española por excelencia, del mismo modo que en todos los países se ha dado el nombre de la nación: francés, inglés, alemán, italiano, etc., a aquella de sus lenguas que alcanzó el rango de idioma oficial. El nombre de español conviene más adecuadamente a la lengua común de los españoles y de los hispanoamericanos que el de castellano, el cual designa con propiedad la variedad regional del español hablada en Castilla. En cualquier caso, ninguna de las dos denominaciones es repudiable, según la Real Academia de la Lengua Española. El nombre de español es reconocido en el mundo. Por el número de sus hablantes, el español es la quinta de las grandes lenguas del mundo; solo le aventajan el chino, el inglés, el indostaní y el ruso. Pero la importancia de una lengua no se mide sólo por el número de personas que la hablan; cuentan más directamente la fuerza política y económica y el relieve cultural del pueblo o pueblos que la tienen por suya.
Por ejemplo, el indostaní (lengua común de la india), muy superior en número de hablantes al francés, está muy por debajo de él en cuanto al papel que desempeña en el mundo actual. Aunque hoy el español —junto con el francés, el inglés, el chino y el ruso— es lengua oficial de los organismos internacionales. La importancia que se le reconoce solo podrá mantenerse si los pueblos que la hablan alcanzan un verdadero desarrollo cultural político y económico.
El reflejo de ese desarrollo en la lengua es la unidad y la riqueza del nivel culto de esta. Ese nivel culto determina la verdadera unidad de cada idioma y su valor real.
2.- Organismos que regulan el Idioma Español
Las múltiples variedades locales y regionales —no sólo dentro de España, sino en cada uno de los países de lengua española—, los distintos niveles de lengua y los distintos niveles de habla —utilización de la lengua—, dan una imagen multicolor del idioma, muy distinta de la reglamentada que suelen presentar las gramáticas. Tal imagen responde a la realidad, y desconocerla o infravalorarla es tener una idea mutilada de la lengua. Sin duda, toda esta riqueza de variantes y matices geográficos, sociales o individuales, al mismo tiempo que son indicio de vida, denotan una tendencia a la diversificación. Pero esta tendencia está frenada y suficientemente compensada por una opuesta tendencia a la unidad, que está en el sentimiento general de los hablantes —consciente o inconsciente— de que es necesario conservar la comprensión mutua dentro de la comunidad mediante un sistema uniforme de comunicación. La manifestación más visible de este sentimiento es la noción de corrección, que presenta dos grados distintos. El primero se plantea la necesidad de que la comunicación sea perfecta, es decir, que el hablante componga el mensaje con la claridad suficiente para que el oyente lo perciba sin error. El segundo atiende, no ya a la eficacia de la comunicación, sino a su calidad. Así una frase como la siguiente: “Oyes, aquí está lo que me pedistes”, se consideraría correcta en el primer aspecto, pero no en el segundo, ya que “oyes” por oye, y “pedistes” por pediste, son formas lingüísticas vulgares.
El criterio que de corrección de manera general se aplica a la lengua común está referido al nivel culto. El hablante de este nivel suele estar más capacitado para la comunicación eficaz. El nivel culto se señala como el mejor para la comunicación.
La propia Real Academia, cuando quiso imponer una determinada forma de la lengua, no lo hizo a su capricho, sino presentando el uso de los buenos escritores. La validez de un diccionario o de una gramática en cuanto a autoridades depende exclusivamente de la fidelidad con que se ajuste a la realidad de la lengua culta común. Ninguna de tales obras ha de decirnos cómo debe ser la lengua, sino como es y, por tanto su finalidad es puramente informativa. Se puede buscar en ellas orientación, no preceptos. La lengua es una realidad que va cambiando de acuerdo con la evolución de la sociedad. No puede permanecer estática, pues es un instrumento al servicio de los hablantes y estos la van adaptando siempre a la medida de sus posibilidades. Sin embargo, debe haber una conciencia lingüística en los hablantes —realista y crítica a la vez— que sepa preferir, entre las varias formas nuevas que en cada momento se insinúan, las más adecuadas a los moldes del idioma. También los extranjerismos necesarios deben acomodarse a los moldes del idioma. El desarrollo de tal conciencia lingüística sería uno de los mejores logros de una buena enseñanza de la lengua.
En la XXII edición del diccionario de la Real Academia (2001) fueron incorporadas 40 000 palabras nuevas, de las cuales 28 000 son hispanoamericanas y, de estas, sólo 270 ecuatorianas. También se suprimieron 7 000 por haber caído en desuso. Esto es una clara muestra que da la Real Academia de mantener la unidad respetando la diversidad.
Muchos hispanohablantes de todo el mundo se dirigen a la Real Academia de la Lengua Española o a cualquier otra de las que con ella integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, exponiendo sus dudas sobre cuestiones ortográficas, léxicas o gramaticales y pidiendo aclaración sobre ellas. Para resolver estas dudas y, sobre todo, para mantener la unidad lingüística en el mundo hispánico, se publicó el Diccionario Panhispánico de Dudas, que fue aprobado el 13 de octubre de 2004, en una sesión plenaria conjunta de la Academia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Española.
También estos organismos publicaron en el 2009 la Nueva gramática de la lengua española, que consta en dos tomos con cerca de 4 000 páginas y en el 2010 un texto de ortografía.
3.-Origen del Idioma Español.
El idioma español o castellano tiene su origen en el Idioma Latino de la Roma Imperial. Roma impuso su idioma en las naciones conquistadas, en las que consta España. Después de la caída del Imperio Romano se formaron varias naciones que siguieron usando como lengua propia el Latín; pero con el pasar del tiempo el Latín fue evolucionando y se formaron las lenguas romances. Estas lenguas se diversificaron y dieron origen a los idiomas castellano, francés, portugués, italiano y rumano. Se conservaron algunas características similares, pero con variantes en cada uno de los idiomas. En castellano o español el mayor número de palabras vienen de Latín y se conserva la etimología latina en cuanto a la ortografía y significado de las palabras. Aprender el Latín facilita la ortografía y la comprensión del significado de las palabras, especialmente en el lenguaje jurídico. Aprender un idioma romance es más fácil que otro fuera del Imperio Romano. Por ejemplo: la palabra latina porta da origen al español puerta; al francés porte. En los demás idiomas romances debe ser algo parecido.
Un caso muy especial ocurre con las palabras latinas: orfano: huérfano, oso: hueso; ovo: huevo y oco: hueco. Estas palabras tienen h en español, pero sus derivados no tienen h. Así tenemos de huérfano: orfandad, orfanato, orfelinato, orfanatorio; de hueso: óseo, osamenta, osario; de huevo: ovoide, ovulación, ovulado; de hueco: oquedad. La razón es porque estas palabras no tenían h en latín. En la formación del español los gramáticos les pusieron h porque la u y la v se escribían indistintamente durante la Edad Media y siglos siguientes, como se puede constatar en los cuadros y escritos coloniales. Para que no se pronuncien equivocadamente: vérfano, vevo, veso, veco, la h antepuesta aclaraba la pronunciación del diptongo ue. En español la o inicial latina se diptongó en ue. Esto no ocurre en otras palabras, como huésped, huerto ya que estas palabras tenían h en latín.
Para finalizar quiero exponer una información dada en el Congreso Internacional de la Lengua Española realizado en Panamá: Hay 3 600 000 puntos de consulta en Internet sobre el Idioma Español.