
El 8 de marzo de 2025 don Benjamín Ortiz Brennan se incorporó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua en calidad de miembro correspondiente. El discurso de bienvenida estuvo a cargo de don Francisco Proaño Arandi, miembro de número y director de la corporación. Lo compartimos con ustedes a continuación:
Singular privilegio me ha sido dado hoy con motivo de pronunciar unas palabras de bienvenida en la Academia Ecuatoriana de la Lengua a un personaje, quien, ya como periodista, o ya en su condición de analista político y novelista, ocupa frecuentes espacios en la escena pública, habida cuenta de su prestigio intelectual y de la objetividad con que suele mirar y transmitir su juicio sobre la realidad del país y del mundo. Un intelectual y un escritor, Benjamín Ortiz Brennan, quien, en sus artículos y ensayos y, de manera especial, en sus trabajos literarios, junto a demostrar sus altos valores estilísticos, ha aportado significativamente a la cultura ecuatoriana.
Me van a permitir un poco de historia personal, la mía y la del recipiendario, palabra que no debe asustarnos y que en esta ocasión se refiere a Benjamín. Lo conocí en las aulas del colegio y compartí con él y otros compañeros que luego se destacarían en el escenario de la cultura nacional, algunos de ellos aquí presentes —Gonzalo Ortiz, Diego Araujo—, un empeño estudiantil fructífero y memorable: (me refiero a) la Academia Literaria del Colegio San Gabriel, fundada por un maestro que suscitó de modo determinante nuestra común vocación literaria, Hernán Rodríguez Castelo, académico de la lengua y uno de los más connotados polígrafos que registra la historia de la literatura ecuatoriana.
Benjamín reveló muy temprano sus elevados atributos. En una página del libro Diarios del San Gabriel, 1959-1962[1], de Rodríguez Castelo, obra que el maestro publicó hacia 1995 con comentarios críticos y explicaciones que juzgaba necesarias, transcribe el dictamen de un concurso de oratoria en el que nuestro flamante académico había triunfado: cito:
“Benjamín Ortiz —sexto curso—: campeón por unanimidad. Dominio consumado de la difícil sencillez oratoria. Dominio de su voz, del gesto, de la forma. Humor finísimo para presentar una obra de humor finísimo. Hizo en el teatro un silencio absoluto. Nos encanta oírlo”.
La obra reseñada por Benjamín fue Los seres queridos del novelista británico Evelyn Waugh.
Nuestro autor ha conservado y perfeccionado esas cualidades a través de su profusa obra periodística y de sus intervenciones públicas, pero en especial quisiera destacar de ellas el humor, un humor de la índole que encuentra Benjamín Carrión en la escritura de Pablo Palacio, “humorismo puro que llega más hondo —observa Carrión— al tuétano de la verdad y de la vida”[2].
Cabe puntualizar que pocos días después Benjamín triunfaría en el Concurso Intercolegial del Libro Leído con la referida pieza oratoria.
De paso, quisiera anotar que, con su intervención sobre Los seres queridos, de Evelyn Waugh, aprendí a aquilatar el humor inglés, una vertiente que en el cine y la literatura británicos, particularmente en el género comedia, resulta incomparable.
Quien ahora ingresa en la Academia Ecuatoriana de la Lengua ostenta una sólida formación académica y una dilatada y asaz notable carrera en el ámbito del periodismo. Doctor en Jurisprudencia por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador; Master en Administración Pública por la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard; Consultor en Comunicaciones y Negociación. Ha ejercido diversas funciones ejecutivas relacionadas con sus múltiples especialidades. Subrayo algunas: Miembro del Comité Editorial de Teleamazonas, Presidente del Directorio de Seguros Equinoccial; Miembro del Consejo Asesor de LASPAU, afiliada a la Universidad de Harvard; profesor de la PUCE; gerente general y director de noticias del Canal 8; gerente regional de TC Televisión; director ejecutivo de la Asociación Nacional de Empresarios; director de Formación Profesional en CIESPAL; primer presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUCE) y, pocos años después de iniciar la carrera periodística en el diario El Tiempo, presidente de la Unión Nacional de Periodistas. De sus funciones como hombre público y hombre de prensa destaco: las de ministro de Relaciones Exteriores, y las de director general del diario Hoy, desde su fundación y por diecisiete años, si no me equivoco; un periódico que en casi todo el período dirigido por Ortiz se mantuvo siempre en una posición de defensa de la libertad de expresión y los Derechos Humanos, enfrentando con altura y dignidad a gobiernos autoritarios y antidemocráticos. Un diario que, a la vez, hizo mucho por la cultura, si recordamos, por ejemplo, la calidad con que se mantuvo la aparición semanal, cada sábado, del suplemento literario La liebre ilustrada, de tan grata memoria.
Autor de innumerables artículos de opinión, tanto en el diario Hoy —lógicamente—, como en otros medios nacionales e internacionales, entre ellos, Cambio 16 (España), el Miami Herald, y el Excelsior, de México. Coautor de libros sobre periodismo, comunicaciones, historia y política internacional. Finalmente ha incursionado con éxito en la novela, género en el cual nos ha entregado hasta la fecha dos importantes obras. A la sombra del magnolio (2017) y El bicho que se bajó del tren (2021). En la contratapa de esta última, alguien escribe:
“Dueño de una enorme versatilidad en el manejo del relato, forjada en el diario escribir, considera (Benjamín Ortiz) que la noticia y el reportaje —vale decir contar lo que ocurre— es la forma esencial del periodismo y también la más elevada y desafiante, de ahí su pasión por la narración novelesca”.
Podemos colegir entonces que estamos frente a un contador de historias, en el más estricto sentido.
Las nombradas obras son novelas históricas, las cuales, de alguna manera, están ligadas con memorias familiares o ancestrales del propio escritor. La primera, A la sombra del magnolio, cuenta dos historias paralelas o transcurre en dos planos confluentes, uno en el pasado, durante la época del presidente García Moreno y, la otra, en el presente inmediato. En el desarrollo de los hechos, es dable imaginar al periodista o cronista que es el autor, dando pábulo a sus habilidades de contador de historias —como anotábamos— y, a la par, riguroso investigador, en un solo haz. Juega hábilmente con los distintos planes temporales, lo que acusa un buen manejo de las técnicas novelísticas, en tanto van perfilándose con hondura y verosimilitud los diferentes personajes. Tuve la suerte, por gentil invitación de Benjamín, de asomarme a los originales de esta novela mientras se mantenía en gestación, y pude colaborar en algo que el autor subraya en la página de agradecimientos que incluye al final del texto y que no me resisto a leerles: “Francisco Proaño Arandi —dice—, otro amigo de toda la vida… descubrió que el título estaba escondido en la última página de la novela”: A la sombra del magnolio, un árbol venerable que sé que existió en el patio de una antigua casa de la calle Junín, en el tradicional barrio de San Marcos.
Entre los muchos aciertos de esta obra, debe remarcarse cómo, en la escritura de los dos niveles históricos en que se va desplazando la trama, el pasado y el presente, y como en un juego de espejos, pero con incontrastable ironía, persisten, en uno y otro plano, similares sensibilidades, un análogo empeño de miserias políticas, ya las del siglo XIX, ya las del presente que vivimos.
La segunda novela, El bicho que se bajó del tren, es, tanto o más que la primera, de estricta vertiente histórica: narra, con vigor investigativo, la gesta de la construcción del ferrocarril, un magno episodio bajo el cual se desenvuelven las peripecias personales de unos cuantos personajes, unos imaginados, seguramente históricos otros, pero que en todo caso deviene en un fresco en el que el novelista retrata una época crucial para nuestro país, entre finales del siglo XIX y principios del XX y en el marco de la triunfante Revolución Liberal.
Para la Academia Ecuatoriana de la Lengua constituye un honor recibir en su seno, en calidad de miembro correspondiente, a un periodista, investigador y novelista de los reconocidos méritos de Benjamín Ortiz Brennan, quien, en pocos momentos, ratificando lo dicho y reafirmando una voluntad por inquirir y sacar a la luz realidades y personajes que han contribuido decisivamente a la cultura y al engrandecimiento de la patria ecuatoriana nos ilustrará sobre la vida y obra de un valioso ecuatoriano, como reza el título del discurso de orden que a continuación escucharemos: ”Eduardo Arízaga Cuesta, obra científica, artística y literaria”.
En nombre de la Academia y de sus integrantes doy al nuevo académico, Benjamín Ortiz, la más cordial y cálida bienvenida.
Quito, 8 de marzo de 2025.
Francisco Proaño Arandi
Académico de número
[1] Rodríguez Castelo, Hernán (1995). Diarios del “San Gabriel” 1959-1962. Imprenta Naval. Guayaquil, p. 375.
[2] Carrión, Benjamín (1930). Mapa de América (Pablo Palacio). Edición de la Casa de la Cultura “Benjamín Carrión”, Núcleo de Loja, 2018, p. 60.