«El bar» (Manuel Federico Ponce)

Los electrodos giran durmientes en el vaso / La música retumba en el eco de la sombra. / La discoteca hoy duerme su carcajada azul / dormidera de tul. / Era la plasmante hermosura de cabellos sin brisa y sin luz / la palpitación acorde...

Los electrodos giran durmientes en el vaso
La música retumba en el eco de la sombra.
La discoteca hoy duerme su carcajada azul
dormidera de tul.

Era la plasmante hermosura de cabellos sin brisa y sin luz
la palpitación acorde de un sorbo sonámbulo de alcohol
el desgarramiento del amor herido por la nota súbita…
Y hoy los fantasmas del vaho vagan en la calma
y el óxido juega con el silencio al escondite y al insomnio

Los vasos tienen el cristal de la nostalgia
y una quietud de asombro los conmueve y adormece.

Y de pronto y ahora la noche nace…
Cristal está la luz.
Cristal la luz del rayo en el cristal yacente,
Cristal el electrodo que titila en el cristal tensado
Guitarra de cuerdas de luz
tocadas por la mano del espacio
en la música consumida por la orfandad del verso
música sola que invade al poema y al espectro.
En la música larga.

Y todo un manto de humo sonoro
estalactita roja de color y sonido
cuando amanece la témpera ignorada
y da el cilindro vueltas como un loco.

La cabellera se contonea al ritmo de la piel
y el acorde se rezuma en los poros, en la hiel.
¡Hasta el último sentido te nace la soltura
y se desnuda tu cuerpo liberado ya del ser!

Y toda la mujer riega su cabello sobre toda el alma
y toda el ánima imparte su silencio y se naufraga
y el labio se somete a la sed del agua
y se endulza en el labio de otro vaso y de otra mujer, gitana.
Gitana de verso y ansia
gitana mía, gitana y vida.

Fuente: MANUEL FEDERICO PONCE, Poemas eróticos. Quito, 1999, pp. 41-42.