
Gabriela Mistral, mientras desempeñaba en 1937 el cargo de cónsul de Chile en Lisboa, decidió realizar un viaje por Hispanoamérica. Su primer destino fue Brasil, donde permaneció varios meses. Pasó a Uruguay ―aquí leyó sus versos acompañada de Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou― y siguió a la Argentina, en donde visitó a su amiga Victoria Ocampo durante unas semanas y acordó con ella la publicación de Tala, su segundo libro de poemas. Viajó a Chile y permaneció allí por meses, tras de lo cual fue a Lima, donde Gonzalo Zaldumbide, el ministro plenipotenciario del Ecuador en Perú la invitó a visitar nuestro país. Gabriela dejó testimonio de este pedido en una carta a Victoria Ocampo:
Cara Votoya, tan presente:
Llevaremos 21 días en Lima. Nos iremos el 17. No sabemos aún si a… Guayaquil. Quiere [Gonzalo] Zaldumbide que vaya a su país, pero no puedo subir a carrito [sic!; debe de tratarse de Quito] […]. En todo caso quedaríamos sólo ocho días en Guayaquil. (Dicen que es lindo ver pasar el Guayas, el río grande y lento) (Gabriela Mistral-Victoria Ocampo. Esta América nuestra. Correspondencia 1926‑1956. Introducción y notas Elizabeth Horan y Doris Meyer. Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2007, p. 93).
En el Ecuador, Adelaida Velasco Galdós recibió la solicitud de su amigo Zaldumbide para ser anfitriona de Gabriela en su estadía. La periodista guayaquileña cumplió a cabalidad el pedido, ya que Gabriela amplió su permanencia de ocho a 40 días en el puerto del Ecuador, entre el 19 de agosto y el 30 de septiembre de 1938; conoció Daule y Salinas, donde se inspiró para escribir los poemas “La ceiba seca” y “Ronda de la ceiba ecuatoriana”.
Gabriela recibió varios homenajes en el Ecuador, entre los cuales destacó la entrega de la llave de la ciudad de Guayaquil, entrevistas, lectura pública de sus versos en la Universidad de Guayaquil, transmisión radial del “Recado a Pablo Neruda”. La visita se extendió más de cinco semanas y partió con destino a Cuba, Puerto Rico y finalmente a los Estados Unidos.
Entre las dos escritoras ―Adelaida Velasco Galdós, reconocida periodista y militante feminista ecuatoriana que colaboró en El Guante y El Telégrafo y Gabriela― surgió una estrecha amistad; la guayaquileña tenía en gran estima la obra de la poeta chilena, y estaba convencida de que era merecedora del Premio Nobel de Literatura, pero Gabriela tildó esta idea de su amiga de “loca aventura”. Hasta 1945, año en que le fue concedido el Nobel de Literatura a Gabriela Mistral, en lengua española lo habían recibido tan sólo dos autores: José de Echegaray (1904) y Jacinto Benavente (1922); y en cuanto a mujeres ―todas de otros idiomas―, la sueca Selma Lagerlöf (1909), la italiana Grazia Deledda (1926), la noruega Sigrid Undset (1928) y, en inglés, la estadounidense Pearl S. Buck (1938).
Desde 1939 Adelaida decidió promocionar el nombre de Gabriela para el Premio Nobel, y gestionó para que Gonzalo Escudero y Jaime Barrera, miembros del Grupo América ―institución a la cual ella también pertenecía― firmaran un documento en el cual respaldaban esta propuesta; escribió asimismo a Pedro Aguirre Cerda, presidente electo de Chile, instándole a que acogiese la iniciativa de esta candidatura como un proyecto nacional.
Aguirre Cerda, hombre inteligente y conocedor del talento y el valor literario de la obra de su amiga Gabriela, aceptó la solicitud e inmediatamente delegó a dos de sus ministros para los oficios. Por las cartas de la autora de Desolación a Adelaida y por uno de sus artículos a raíz de la concesión del Nobel a la poeta chilena, sabemos que ella se avino a que se realizasen las gestiones pertinentes. La Fundación Nobel había establecido que la concesión del Premio se suspendiera durante la Segunda Guerra Mundial, tiempo que sirvió para difundir la obra de Gabriela, para traducir su obra al inglés y al francés y para presentarla ante la Academia Sueca.
Gabriela jamás olvidó estos buenos oficios. En una entrevista concedida al intelectual ecuatoriano Luis Verdesoto Salgado en Veracruz, México, en 1949, dijo:
Yo quiero mucho al Ecuador. Tengo para él los sentimientos más hondos de gratitud. El Ecuador tiene un sitio fervoroso en mi corazón. Fue la ecuatoriana Adelaida Velasco la primera en insinuar mi candidatura para el Premio Nobel. Y, coincidencia feliz, en un barco sueco llamado Ecuador me embarqué en las costas brasileras con destino a Europa. Iba a recibir el Premio Nobel.
En las últimas décadas he leído crónicas y artículos, incluso ahora que pronto se cumplirán ochenta años del Nobel a Gabriela, que cuestionan la calidad de su obra y dudan del merecimiento del galardón… También se ha sobredimensionado la capacidad del aparato de difusión del Gobierno chileno para lograr que se lo concedieran. Basta revisar su obra poética en un solo volumen, en la antigua edición ―completa― en Editorial Aguilar (1958) o en la última edición ―parcial― realizada por la Real Academia Española (2010), basta adentrarse en sus innumerables prosas, críticas o de creación ―tan valoradas por Guillermo de Torre, Benjamín Carrión, Alfonso Reyes, Gonzalo Zaldumbide y Octavio Paz en vida de la autora―, basta sumergirse en el abigarrado mundo de su correspondencia, que sigue publicándose, para concluir que, frente a no pocos desaciertos y ridiculeces en la concesión de ese Premio a lo largo de su dilatada historia, la Academia sueca, con Lucila Godoy Alcayaga-Gabriela Mistral, esa vez…, sí cumplió.
La Ronda, Quito, 9 de agosto de 2023.