No fue su seno el almohadón de rosas,
ni el manojo de blanca adormidera,
donde pensé dormir la noche entera
de mis cavilaciones dolorosas
Recorrido por ondas temblorosas,
por eléctricas ondas, supe que era
la falda de un volcán, una ladera
donde saltan dos cabras voluptuosas
Sediento me llegué, y así, cansado,
con más sed me alejé, desconsolado
de no hallar en mi exidio una cisterna.
Tuve horror de pensar que fue un exceso,
y ahora, en sueños, con qué amor le beso,
le beso el lunar gris que hay en su pierna.
Fuente: ALFONSO MORENO MORA, Poesías completas. Quito : Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas, 2002, p. 368.