Sobre el limpio sonido, sobre el eco angustioso
que hiciera en un sonido el más leve suspiro.
Sobre el suspiro mismo, sobre la sangre misma,
sobre la niña misma del ojo, sobre el alma.
Allí. Fondo de oscuras aguas que en oleajes titilan,
fondo de oscuros ecos oyéndose a sí mismos,
fondo de sombras finas y de luces odiosas,
de palabras no dichas y de ahorcadas lágrimas.
Tan sólo allí. Después de tu llegada, de tu ida,
haciendo sombra aún, sin luz, sin eco.
Dejando huellas sin poner el paso,
alzando cielos y rompiendo encajes.
Allí. Amaneciendo en luces desganadas.
Arden bujías bajo luz de día.
En silencio de agudos alaridos
sin garganta brotados y sin oído oídos.
Ni cómo verte. Si la luz brillaba
oscura y lenta, como un sol enfermo
ardiendo en fiebre bajo noche negra.
Allí, muriendo muertes sin medida.
Un mago enfermo bajo su capucha
extendiendo de sierpes ancho manto.
Un alma pura, una azucena incierta
en camada de sapos dormitando.
Allí, la despedida, el adios último,
sin que tú estés presente ni soñando.
Sin pensamiento tuyo que te supla,
sin gemido, sin cáliz, sin mirada.
Allí, la luz avergonzada y el sonido
cubriéndose del sol con su paraguas.
Aguas enfermas, sordas, monte arriba
bajando sin medida hasta mi alma.
Allí, mis manos solas y estrechadas,
muy fuertemente, vena sobre vena,
sobre el sitio sombrío en que dormita
mi corazón. Allí. Sin sol y entrecortadas.
La sangre, tontamente, martillando,
sin objeto, pues tú, ya toda, ¡toda!,
lejana, impura, sobre sombra vana,
olvido, niebla, lluvia, turbonada.
Ya sin objeto, sí. La despedida
sobre llovizna gris, sin tu presencia.
Negando tu presencia. Pesadilla
tenaz, torturadoras uñas finas.
Fuente: ALEJANDRO CARRIÓN, La noche oscura. Poesía. Quito : Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1954. Pp. 45-46.