Don José María Sanz Acera es el primer filólogo español-ecuatoriano que ingresa a nuestra sesquicentenaria Academia Ecuatoriana de la Lengua como su miembro correspondiente. Hace muchos años, nuestro querido maestro y joven académico de número, don Humberto Toscano Mateus, estudió Filología Románica en España y su obra más significativa, única en la patria hasta hoy, El español en el Ecuador, recibió el año 53 el premio de Investigación del Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe, de Madrid. Toscano, por desgracia, murió en un accidente de tránsito en dicha ciudad, a sus 43 años.
Más allá de las páginas que en redes sociales difunden con simpatía la presencia de José María Sanz, me referiré brevemente a los estudios y textos que ha escrito aplicada y minuciosamente; cuento con las siguientes obras suyas:
Eneas en Quito, Lista completa de las pre-lecciones publicadas e inéditas de Aurelio Espinosa Pólit, Quito, 2021. Sobre el gran sacerdote, hacia el año 2001, el académico de la RAE don Manuel Alvar, dialectólogo y traductor, al conocerme y saber que era ecuatoriana me dijo algo cuyo sentido transmito: “Si por azar histórico se hubiese perdido la obra de Virgilio, habría bastado la traducción de Espinosa Pólit para preservarla”. Hoy nuestro recipiendario leerá su discurso de orden sobre dichas prelecciones; la prolijidad de sus inquisiciones perturba y fascina.
La última linde. Un cura rural recorre el evangelio incluye las pláticas dominicales en las que Sanz, como competente sacerdote capuchino, predicaba a sus feligreses y cumplía cabalmente lo que en nuestro diccionario se entiende por plática: “Discurso en que se enseña la doctrina cristiana, se elogian los actos de virtud o se representan los vicios o faltas de los fieles”. Su recorrido incluye un conjunto de homilías “ordenadas según el calendario litúrgico de la Iglesia”. Las dedica, “a la buena gente de los pueblos de la Castilla Vieja”, primero, como fraile en la Trasmiera cántabra, donde hablaba a los parroquianos con sencillez admirable, acorde con el ambiente campesino español. Tal acuerdo no significaba que el orador, para que lo entendieran, tuviera que volver elemental cuanto decía, pues si hay un pueblo sabio es el pueblo de cualquier villa de España, llenas de hombres y mujeres de opiniones firmes sobre muchos y distintos campos, no solo relativas a su propio ámbito. Sencillos y sólidos, con la sencillez y tenacidad del gobernador Sancho y la de su discreta mujer, Teresa Panza.
Respecto de sus pláticas, José María cuenta: Estas homilías ‘tienen detrás […] muchísimo tiempo empleado en lecturas, en meditación de los textos bíblicos de cada día –en las lenguas originales, en latín, en nuestra lengua- y en paseos por el campo con la Palabra de Dios en las manos y en el corazón. Fue luego párroco en la provincia de Burgos.
Mencionasus lecturas en latín, pues en cuanto escribe o comenta se siente su dominio amoroso de esta lengua: la hallamos en títulos, dedicatorias o espacios de sus trabajos, y despierta en el lector la nostalgia del latín del bueno, del que leíamos unas líneas en el colegio de las monjas y pronunciábamos con devoto ardor en el Pater noster, el Ave María y hasta el Credo en la Misa, con el antiguo placer de constatar que el español, como todas las lenguas romances, goza del lazo de su proveniencia común del latín vulgar, habla que, a nuestro parecer colegial, nos relacionaba con la divinidad y nos servía y sigue sirviendo en momentos de angustia y esperanza, para rezar por nosotros mismos y por los demás, y pedir para todos la vida eterna.
Dicen los campesinos de Montehano de Cantabria: ‘Al viento sur le sigue la lluvia’, convicción que surge de su secular experiencia; dicen también del tiempo que está tempero, es decir, que “la tierra está en sazón y buena disposición para las sementeras y labores”. Al anotar algunos términos rurales constaté que nuestro diccionario no registra los de uso restringido a ciertas zonas en las que las tareas inacabables del campo se aprenden, se nombran, muestran una actitud ferviente de respeto por cada planta o animal y revelan una honda y certera visión del mundo propio. Estos textos me recordaron los relatos de Viaje a La Alcarria, de Cela, aunque José María nombra a Miguel Delibes, cuyas bellas narraciones mostraban, ya en los años cincuenta del siglo XX, como eje de su preocupación, las fatales consecuencias del progreso y el consumismo para la naturaleza y el hombre, que en aquel tiempo tan pocos se planteaban. ¡Profético y dolido Delibes!…
Los capuchinos estudian, trabajan y viven contemplativamente, dedicados también al cuidado pastoral de parroquias: Montehano es el resumen de la experiencia de trabajo y contemplación de nuestro sacerdote en el eremitorio de Cantabria.
José María Sanz publica el corto poemario Fe de vida; de hermoso título, lleva dos epígrafes de terrible significado: el primero, en latín: Digitus Dei is hic: El dedo de Dios está aquí muestra la presencia divina, indubitable para nuestro autor. El otro es un verso del poema “Los anillos fatigados”, de César Vallejo, y dice: a ti yo te señalo con el dedo deicida, verso en el cual el poeta muestra el ansia de renunciar a un Dios que intuye ferozmente desde su hambrienta soledad, y muestra al tú lector su dedo humanísimo que, deseando matar a la divinidad, apenas alcanza la señalarla.
Finalmente, cuento con su opúsculo Seis miradas a los clásicos ecuatorianos título que ostenta en masculino,el interés de nuestro recipiendario por seis poetas femeninas a quienes llama ‘clásicas’, cuyos poemas examina con gran despliegue analítico; se explica el masculino del título porque el nombre del padre Aurelio se halla entre los de las autoras a las que nombraré, cuya interpretación resumo: El primer poema, que carece de título, pertenece a doña Mercedes Rivas. Al leerlo, Simón Espinosa le atribuyó espontáneamente el de hápax legómenon, “no porque la autora describa en él, por una sola vez, su origen incestuoso y el ser esposa de un bígamo, sino por la inusual frescura, ironía y ausencia de tapujos de tal poema”. Cada verso suyo es confesional, calificativo cuyo sentido el diccionario no registra, aunque apropiado para este poema-confidencia y para las menciones de su analista, que revelan a quienes intuyen su hondura, la ambivalente condición femenina.
Ángela Caamaño traduce el poema “Estancias para Jessy”, atribuido a Lord Byron; al analizar el ritmo que ella imprime al texto poético, José María destaca su singular armonía: ‘La traducción de Ángela Caamaño […] es muy digna, con valor poético sustantivo’.
En cuanto a la versión libre que Carolina Febres Cordero hace de algunos fragmentos del Cantar de los cantares,el crítico opina que ella no accedió a estos pasajes, […] desde el original hebreo, sino desde una conocida traducción al español de Félix Torres… e insiste en que ‘la solución versificadora y rítmica escogida por la cuencana es muy imaginativa; la autora glosa, más que traduce la fraseología y el ambiente del bello epitalamio o canto de bodas bíblico”.
Sigue el estudio titulado “El León XIII de Felisa Egüez”; León XIII ‘pontífice ilustrado’, compone dos poemas sobre el mártir San Constancio de Perusa. La versión latina de don José María Carulla difundida en España, alimenta la de doña Leticia pero es, según nuestro crítico, “superior a la de esta última, ‘que cae en el epíteto gratuito, niega la presencia del artículo, se vale de arcaísmos innecesarios, contiene errores absurdos y emplea un ritmo poco apreciable, pues tal conjunto ‘ofrece la impresión de un monótono martilleo’”. Entendemos que el crítico, al incluir dicha traducción, encontró en ella el valor de ser un intento poético femenino, más bien raro en la época.
Viene el poema Dio amore… del poeta italiano Silvo Pellico, en la bella traducción de Ángela Carbo y en otra, quizá más exacta realizada por Aurelio Espinosa; al analizarlos y comentarlos, Sanz nos entrega un texto apasionante; debo decir que todos en este opúsculo lo son, aunque más para especialistas que para lectores comunes.
En honor al tiempo acorto mi mención a las inducciones de José María; solo puedo decir que sus críticas merecen ser leídas y releídas. Me choca, y he de decirlo, que él afirme que la traducción de Dio amore por doña Ángela Carbo, ‘se justifica, al menos en parte, por el deseo de ser aplaudida’… pues tal conclusión puede generalizarse y parecer inseparable, en aquel tiempo, de la labor poética femenina… Si “El hombre que pasa” hermoso poema de doña Aurora Estrada, se inspiró, según nuestro crítico, en una famosa oda de Safo, admirable poeta griega, esto no quita valor a su poema, que, además, y el crítico lo hace notar, se refiere al deseo que inspira a la poeta un tipo físico andino, campesino, fuerte, con la atracción de la tierra a la que representa. ¿Puede este poema compararse con la traducción, quizá más prosaica, de Menéndez y Pelayo?
Para terminar, leo el breve poema de Fe de vida “Tan sólo solo tú”, cuyo epígrafe latino Quod est hoc verbum? ¿Qué tiene su palabra?, pertenece al evangelio de Lucas.
“Con tus titantos años ya, Señor, estoy cansado. /Me cansa casi todo cuanto amo, / Ya todo menos Tú // Tú solo hieres, / Tú solo al corazón arrimas fuego, / Tan sólo tú eres tú, el tú que hace / del hombre -mi reflejo- tu reflejo / de tu luz. // Por ti, contigo, / Con sólo Tú conmigo en ti solo, / Conmigo Tú.
Susana Cordero de Espinosa
Quito, 21 de septiembre de 2024.