Palabras de doña Susana Cordero de Espinosa en la incorporación de don Raúl Serrano Sánchez

El pasado 5 de octubre de 2024 don Raúl Serrano Sánchez se incorporó en calidad de miembro correspondiente a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Compartimos con ustedes las palabras introductorias que pronunció doña Susana Cordero de Espinosa en la ceremonia.

El pasado 5 de octubre de 2024 don Raúl Serrano Sánchez se incorporó en calidad de miembro correspondiente a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Compartimos con ustedes las palabras introductorias que pronunció doña Susana Cordero de Espinosa en la ceremonia.

Autoridades, académicos y amigos presentes, muy apreciado Raúl:

Vaya para ustedes hoy esta conversación con Raúl, que él no esperaba y que, por tanto, aunque no responda este momento, tendrá muchas respuestas en los años por venir.

Esta mutua versación no será mutua ni será versación, palabra no registrada en el diccionario general, aunque hallemos en él versar, definida en su segunda acepción como “Dicho de un libro, de un discurso o de una conversación: Tratar de una materia determinada: Versar sobre matemáticas, versar acerca de poesía”. Se encuentra en nuestro gran Tesoro, el lema conversación, que, desde una muy inmediata etimología, proviene de la preposición con y el verbo versar. ¿Quién de nosotros ignora lo que es una conversación?, ¿quién no la practica en su vida concreta? Dejémoslo como pregunta, porque las conversaciones se han vuelto ilusorias e irreales en el artificio de la inteligencia artificial, que ahora dizque contribuye a escribir novelas y, dado lo visto y lo por ver, no faltarán ilusos que se pongan a especular en un mano a mano con la máquina, hasta conseguir desleír en ella sus pocas ideas.

En cuanto a nuestra conversación, Raúl, algunos tropiezos tuvo el primer amable envío de sus novelas y libros de cuentos a nuestra Academia; según hizo saber a nuestra secretaria, usted había mandado sus libros a nuestra dirección, pero esa remesa no llegó y así le advertimos. Ante mi preocupación por no poder pergeñar estas palabras sin el material indispensable, usted tuvo la gentileza de reenviármelos. Mientras tanto, el secretario de nuestra Academia, nuestro querido Francisco, para darme tiempo de preparar estas palabras, me prestó con inteligencia y bondad su libro En la ciudad se ha perdido un novelista. La narrativa de vanguardia de Humberto Salvador.

De más está decirle que he leído con enorme placer e interés intelectual e histórico su ensayo publicado en 2010, de absoluta actualidad, estudio de alto nivel que reivindica en justicia, apoyándose en estudiosos del tiempo de Salvador, de antes y de después, el valor literario del trabajo indudable del ‘tímido y apocado’ maestro, escritor incansable de cuentos y de la novela En la ciudad he perdido una novela, cuyo título usted convierte, casi gracias a un hipérbaton, en En la ciudad se ha perdido un novelista.

Humberto Salvador, decía, es autor, además de serlo de esta novela, de múltiples ensayos valiosos y significativos, no todos relativos al ámbito literario sino al psicoanálisis, que él estudió con dedicación y cuyos principios y conclusiones enfrentó con entusiasmo y enorme valentía, en un tiempo pacato como lo fue el de su vida y su trabajo, y que él tuvo que sufrir.

Su singular ensayo, Raúl, como el del gran lector que usted es, no ha ahorrado citas de críticos, de amigos, de maestros, de quienes denuncian en diversos sentidos el carácter reservado y prudente de Salvador, y el de quienes lo exaltan. La silenciosa personalidad de este escritor, repleta de intereses de distinto orden, es reivindicada definitivamente en esta obra suya, por su noble mirada de ensayista, que ha vuelto para mí fascinante la lectura de su libro.

Vayan aquí algunas citas de distintos autores, para reivindicar también de nuestra parte, la presencia en la literatura y el ensayo ecuatoriano del escritor y hombre singular que fue Humberto Salvador, a quien me he acercado mucho más gracias a este trabajo. Entre los distintos aspectos tan bien retratados en este libro, admiran por su intuición y talento la crítica relativamente temprana de Gallegos Lara, ‘uno de los pocos que por esos años escribe con entusiasmo militante sobre la novela de Salvador’; brilla el trabajo de Benjamín Carrión generosamente atento a tanto, en su época, aunque por momentos, indeciso. Menudean críticas de Augusto Arias, Miguel Donoso Pareja, y hasta una mención de la malograda poeta argentina Alfonsina Storni, para quienes Salvador anida en la Vanguardia a la que se refiere así Octavio Paz: Las vanguardias se dispersaron y se disiparon, pero iluminaron nuestra imaginación, afinaron nuestra sensibilidad, despertaron nuestra fantasía… Su libro es rico en análisis y en datos que corroboran tal criterio.

Alejandro Carrión, María del Carmen Fernández, a quien la literatura ecuatoriana debe el mejor análisis de la obra de Pablo Palacio, Ángel Felicísimo Rojas, Alfredo Pareja Diezcanseco, Alicia Ortega, Galo René Pérez, Ricardo Piglia, Fernando Balseca, Francisco Proaño Arandi, Edmundo Rivadeneira, Humberto Robles, Raúl Andrade, León Vieira, y hasta Saúl Yurkievich, se refieren a la obra de Salvador y a su misma vida, y muestran cuánto importan y valen, mientras permanece encerrado en su viejo dogmatismo, el inteligente y sensible Agustín Cueva.

He aquí algún párrafo que nuestro recipiendario espiga en sus lecturas y nos entrega en el ensayo:

En una Claraboya que Raúl Andrade publicó en El Comercio de Quito, titulada El novelista y el desistimiento, del 2 de enero del 82, escribe este párrafo amplio y sugestivo, como lo fue su inigualable prosa, el cual acaba por resumir la mirada de muchos de los contemporáneos de Humberto Salvador:

Por aquellos años apareció, mozuelo tímido e inseguro, titubeante, pero de vocación tan irreprimible como irredenta, Humberto Salvador poeta, comediógrafo y novelista, más tarde profesor de ciencias ocultas y taumaturgo. Lo caracterizaba una indefinición temblorosa, sin acento ni rasgo, que había de gravitar penosamente. Era un ser pálido, ni extravagante ni brillante, escribía sus libros, arquitecturaba sus comedias, estudiaba sin descanso, modelaba y remodelaba sus novelas bajo la lámpara freudiana y su vida personal, fluctuante entre la realidad y el deseo, hacía de él un típico y constante caso de bovarismo [sic] literario, consciente o no, un jugador sin asidero, librado a los vaivenes de la hora. Quizá su sola y devoradora pasión fuese la literatura a la que entregó su ánimo melancólico y huidizo, y en la que se refugió, para eludirla, acaso de la tormenta exterior. De esa manera, por tal conducta elusiva y acaso sin quererla, se convirtió en un “proscrito interior”, voluntario, sin desdén ni encono, en una como autoeliminación consecuente…

Es difícil nombrar o enumerar los nombres de cada uno de los literatos, novelistas, cuentistas y críticos que, en tiempo de Humberto Salvador y después de su muerte, le dedicaron palabras de extrañeza no exentas de admiración por su singularidad, las que recoge con gran solidez crítica Raúl Serrano, cuyo poderoso papel de ensayista, cuentista y novelista, amén de su tarea en la cátedra de la Universidad Andina, que ha hecho época, reconocemos aquí, hoy…

Antes de ceder este atril a Julio Pazos, quien recibirá a Raúl Serrano en su nueva calidad de miembro correspondiente, no puedo dejar de citar unas palabras llegadas desde los Estados Unidos, ante la noticia de la celebración de este acto en nuestra querida sede académica:

Bueno, pasando a temas más agradables, dice la carta, veo que Raúl Serrano se incorporará de miembro correspondiente de la AEL este sábado, lo cual me llena de mucha alegría. Raúl es muy especial: su dedicación a las letras y al Ecuador [es] siempre incondicional, y siempre con su manera de ser tan humilde y tan generosa. Bravo.

¿Adivinamos de quién proviene esta oportuna y cálida felicitación? Pues del querido y atento académico Michael Handelsman, desde la Universidad de Knoxville, Tennessee.

¡Bienvenido nuevamente, Raúl! Nuestra Academia se enriquecerá con sus aportes, que se oficializan pocos días antes de la celebración de nuestro sesquicentenario, que comienza este 15 de octubre de 2024, día en que ella cumplirá ciento cincuenta años de vida y ejercicio cultural, como la segunda Academia fundada, desde la Real Academia Española, en nuestra América.

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