«Vigilia pascual» (Bruno Sáenz Andrade)

La visión del pintor rehace el claroscuro. / La luz de las candelas quema un poco el grabado, / la estampa de la iglesia, / los cien rostros pintados con punta de carbón, / coloreados de rojo voluble por la llama...

La visión del pintor rehace el claroscuro.
La luz de las candelas quema un poco el grabado,
la estampa de la iglesia,
los cien rostros pintados con punta de carbón,
coloreados de rojo voluble por la llama.
El ojo se anticipa a la ardua pincelada, al matiz exquisito,
a la simulación de la expresión contrita.
Pinta sobre la nada.
Roba solo la esencia a la noche del sábado,
a la espera gozosa de la resurrección,
a un paso del sepulcro cerrado todavía.
Puede oír, con las yemas de los dedos sapientes,
el vuelo del Espíritu que entra en los corazones,
enciende los pabilos, anima o ve extinguirse
la combustión del alma.
El artista no puede cortar con la retina
la piel y separar el hueso de la idea.
Es suya la apariencia.
Ha de dar con el modo de traducir en formas,
de trocar en matices la devoción callada,
el y el no que dicen sin pronunciar palabra
todas las manos juntas en la ilusión del lienzo.

Fuente: BRUNO SÁENZ ANDRADE, El viento del espíritu desata los legajos. Quito : Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», 2020, p. 131.