Primeros Académicos

García Moreno y la Academia Ecuatoriana

Por Hernán Rodríguez Castelo

El 2 de junio de 1875, el Ejecutivo aprobó la creación de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Esta Academia se había instalado en Quito el 4 de mayo anterior.

Esta no era obra de García Moreno y por eso él nunca se refirió a ella. La iniciativa había corrido por otros cauces y venía de muy atrás. De hacía más de una década. Julio Castro, buen amigo del Presidente desde hacía muchos años —en 1861 lo había acompañado en un viaje desde Guayaquil a Manabí, de Esmeraldas al Pailón, y de vuelta a Quito por Guayaquil, viaje del que escribió un diario: Páginas de una cartera de viaje[1]—, viajero por España, había trabado amistad con el literato colombiano José María Vergara y Vergara, y en el seno de esa amistad había nacido la idea de organizar Academias americanas correspondientes de la Real Española.

Tal idea no era completamente nueva. Ya en 1828 Mariano J. de Sicilia había sugerido tales Academias para estrechar esos vínculos de España con América, rotos en los duros años de las guerras de independencia. Pero la iniciativa de los americanos Vergara y Castro concretaba la antigua aspiración, y así lo vio la Academia Española. El 3 de noviembre de 1870 nombró una comisión para estudiar la propuesta. El 12 había ya un informe, firmado por los académicos Patricio de la Escosura, Eugenio de Ochoa, Fermín de la Puente y Apezechea, Juan Antonio de Hartzenbusch y Antonio Ferrer del Río. El informe sugería nombres para los primeros correspondientes americanos. Por el Ecuador, el propio Julio Castro, Juan León Mera y Julio Zaldumbide.

El pleno de la Real Academia Española, el 24 de noviembre, aprobó el informe y esas primeras designaciones. Y añadió nuevas. Para el Ecuador, Pedro Fermín Cevallos, Antonio Flores Jijón y Pablo Herrera. Habían sido sugeridos por el escritor colombiano José María Torres Caicedo.

La Academia Colombiana se instaló en Bogotá el 10 de mayo de 1871 —la primera en América—: la Ecuatoriana —la segunda— lo hizo, como se ha dicho, el 4 de mayo de 1875. La instalaron los tres académicos elegidos por la Academia Española que se hallaban al momento en Quito. Según Tobar Donoso, asistieron también a esa sesión inaugural el general Francisco Javier Salazar, José Modesto Espinosa y Belisario Peña. ¿En qué calidad? No lo dice[2] En esa misma sesión inaugural fueron elegidos los académicos que completarían el número previsto para su funcionamiento.

García Moreno nunca hizo mayor cuenta de Academias dentro de su orgánico proyecto de educación. Pero el clima de serios estudios, de actos académicos —tanto de ciencias como de literatura— resultaba el clima ideal para que naciera una Academia de la Lengua, de seriedad respaldada y apoyada por la Real Academia Española.

Y el gobierno presidido por García Moreno reconoció la importancia de la iniciativa: aprobó, como se ha dicho, la creación de la Academia Ecuatoriana de la Lengua el 2 de junio de ese año 1875.

Entre los primeros miembros, junto a entrañables amigos y fieles colaboradores del mandatario como Juan León Mera, Antonio Flores Jijón, Julio Castro, Pablo Herrera, José Modesto Espinosa y el general Francisco Javier Salazar, estaba un liberal con quien las relaciones del apasionado Presidente habían sido acres, el poeta Julio Zaldumbide, de familia de rancio liberalismo, y el liberal más bien ecléctico Pedro Fermín Cevallos, y, entre los elegidos para completar la nómina, además de los progarcianos Rafael Borja y Miguel Egas, estuvieron los adversarios políticos más ensañados —hasta acusados por el régimen de conspirar, como hemos visto—, Antonio Borrero y José Rafael Arízaga, más el político porteño que los Borrero habían opuesto a la candidatura presidencial de García Moreno, Francisco Javier Aguirre Abad. José Rafael Arízaga, en enero de ese mismo año 75, había sido llevado a Quito, detenido junto a los dos jóvenes periodistas de “La Nueva Era”, acusado ser el autor de una “Correspondencia”, tenida por el gobierno por subversiva y ofensiva, que había dado lugar a proceso y sanción, (Destruge afirma que el autor no era Arízaga, sino Antonio Borrero). Cabe, pues, pensar que la postura de García Moreno hacia la flamante Academia no habrá sido sino de frío respeto. En las cartas a Mera de esos mismos días de finales de mayo y primeros de junio ni la menor alusión a la Academia.

Pero importa insistir en que ese magnífico cuadro de escritores, periodistas, oradores y hombres de cultura que daban a la Academia Ecuatoriana esos comienzos del más alto nivel hispanoamericano era, de un modo u otro, fruto de ese nuevo Ecuador de paz y orden y de sostenida y serísima marcha hacia el progreso, sobre todo por la educación, construido por García Moreno. En ese clima florecían obras de especial importancia. Como las de Pablo Herrera y Juan León Mera que fundaron la historia de la literatura ecuatoriana: Herrera con el Ensayo sobre la historia de la literatura ecuatoriana —en 1860[3]—, Mera con Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana desde su época más remota hasta nuestros días -1868[4]. Mera, tan pronto como apareció su obra —“que acabo de imprimir”—, el 13 de diciembre de ese año 68, la había enviado a García Moreno, y él, aun antes de que le fuese entregada, el 26 del mismo mes, le anunciaba “tendré el mayor gusto de leerla”, destacando el talento de Mera para tales empresas de cultura.[5]

De fuera debía llegar la voz que destacase la trascendencia de esas dos tareas pioneras en América de una historia literaria nacional. El estudioso de la literatura colombiana Antonio Restrepo escribió: “No sólo no existe una historia general de la literatura hispanoamericana, sino que falta la especial de varias de nuestras Repúblicas. Quizá sea ignorancia nuestra; pero la verdad es que no podemos citar trabajo ninguno serio acerca de la literatura de países como Venezuela, Perú y la Argentina. En cambio el Ecuador presenta dos ensayos estimables: el de D. Pablo Herrera, titulado Ensayo sobre la historia de la literatura ecuatoriana, Quito, 1860, y el posterior de D. Juan León Mera, Ojeada histórico-crítica sobre la poesía ecuatoriana, 2a. edición, Barcelona, 1893″[6].


[1] Julio Castro, Páginas de una cartera de viaje. Un viaje con García Moreno en 1861. Boletín de la Academia Nacional de Historia, vol. XXXIII, n. 2 (julio-noviembre 1953), pp. 173-219.

[2] Julio Tobar Donoso, Los académicos de Número de la Academia Ecuatoriana muertos en el primer siglo de su existencia, 1875-1975. Quito, Editorial Ecuatoriana, 1976, p. 6.

[3] Quito, Imprenta del Gobierno.

[4] Quito, Imprenta de J. -Pablo Sanz.

[5] Cartas de García Moreno, editadas por Wilfrido Loor. T. IV, pp. 91-92.

[6] “Prólogo a la Historia de la Literatura Colombiana del Dr. José María Vergara y Vergara”, p. XXIII. Cit. Tobar Donoso, Los miembros de Número, p. 68