Cuando escribí el primer ensayo sobre Larissa Marangoni era ya una artista consagrada. Data de cuando la humanidad se aprestaba a iniciar un nuevo siglo: año 2000, y sobraban los agoreros del fin del mundo…
Yo meditaba absorto, devanando / los hilos del hastío y la tristeza, / cuando llegó a mi oído, / por la ventana de mi estancia, abierta / a una caliente noche de verano, / el plañir de una copla soñolienta, / quebrada por los trémolos…