En mi ciudad, allá por los años 60, había un influyente canónigo de prominente presencia, alto como una torre y obeso como un tonel, su estentórea voz resonaba al interior de las elevadas naves de la catedral.
Ahora que con palabras / haces el sol en la arena, / ahora que con el agua / vas al mar de las ideas: / yo sé que tu luz empieza / a ser mágica y eterna, / yo sé que tu luz madruga / en los reinos…