
Que me perdonen los etimólogos o etimologistas sabios y buenos, si pensamos en la talla de Joan Corominas, cuyo monumental Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico revela maravillas sobre nuestra lengua. El maestro tituló su obra como correspondía: Diccionario castellano e hispánico; no lo llamó ‘castellano y latinoamericano’ porque latinoamericano no define con propiedad nuestra lengua. El español, que en gran parte provino del latín, no es lengua latina. Aunque la necedad sea nuestra mayor virtud, aceptemos que América no es latina ni ibera, sino hispana e hispanoamericana, tal como lo es el español de los diecinueve países americanos en los que permanece ennobleciéndose.
Sí, ennobleciéndose, porque tal como lo usan hoy en España, además de los políticos que se insultan a gusto y paciencia del desprotegido o feliz oidor o lector, —hay reacciones de todo, y muchas, de satisfacción ante la insultadera—, en América el español hablado y escrito goza de mayor finura y sutileza.
(¡Ah!, y el sufijo -era, -ero de escombrera, vertedero, enuncia el ‘lugar donde abunda o se deposita algo’).
Por ahí andan papeles míos que copian y comentan expresiones leídas u oídas —escuchadas, mejor, pues las he preservado, lo que quiere decir que, al oírlas, puse atención en ellas, tal es la diferencia entre oír y escuchar; en verbos como patear, golpear, pelear nos es difícil pronunciar la doble e, las ea, eo: Decimos El primo me patió por El primo me pateó; En el fútbol se patiaron, por …se patearon. En vez de pelear, jueguen bonito, si no, te han de golpear: ¡cuidado con peliar y golpiar!, diga me golpeé, no, me golpié. También los ultracorrectos cometen faltas garrafales: Balneareo, por Balneario pintó en un letrero el culto cartelista, y se ha leído La Geoconda, por La Gioconda.
En un discurso del maestro elegido para la alabanza suprema al rector, se oyeron palabras que merecen leerse: Aunque mis ideas son cuantitativas, mis palabras se opacan en un paleativo de emociones. Hay que alabar que, en su afán de ultraperfección no dijera emoceones, pero lo de paleativo no palia mi impresión; conocemos paliativo, ‘remedio que mitiga o suaviza’, que procede del verbo paliar: palio, palias, paliaba, palié es decir ‘suavizar’, ‘mitigar’, pronunciémoslo y escribámoslo sin miedo. Si la emoción maestril estaba paliada cuando las pronunció, ¿cómo serían las que no admitieron paliativo?
La maestra se queja a la madre del niño: Señora, yo mismo le dije que han sopacado al chico. No dijo yomisma, forma inusual ¡en nuestra era feminista! y sopacar no existe, existe socapar, usado en Bolivia y Ecuador, según el DLE. De sorpresa en sorpresa, solo socapa, de so- y capa, lo que se hace bajo capa, es decir, a escondidas, muestra el DLE como de uso general.
Este, ese, aquel, pronombres, así como sus femeninos, no llevan tilde como antes la llevaban para distinguirse de los adjetivos. Escribíamos: Esta casa me gusta, ésa, no. Hoy haríamos bien en escribir … esa, no: He leído este libro pero aquel no me atrae. Al respecto, se mantiene en discusión el asunto entre los académicos, pero la eliminación de la tilde lleva las de ganar.
La supervisora de una escuela pide a la secretaria: Fulanita, no tiolvides dihacer lacta de la reunión. No tiolvides y dihacer son errores fonéticos frecuentes; lacta, donde el artículo ‘la’ está elidido, no es formadel verbo lactar; la súper elidió la a ante acta que, siendo femenino, no admite aquí este artículo, sino el masculino el, digamos pues el acta, aunque este es arduo tema, tanto, que en El País he visto errores tremendos al respecto, como este: “Después pasó por La Información, donde siguió especializándose en ese área”. Por lo visto —y no exagero— en la mismísima cuna del español este error se repite más que entre nosotros. Lo hablaré expresamente otro día.
Una buena enfermera en el barrio publicitaba: Se pone inyecciones para enfermedades extras; los padecimientos ‘extras’ ¿serán de los que necesitan sueros?, ¿habrá querido expresarlo así?
He aquí anuncios del mismo tenor: Se hace camisas, Se vende colas; pero inyecciones, camisas, colas se ponen, se hacen, se venden, con el verbo en plural.
La odontóloga luce su anuncio particular: Odontóloga a tiempo completo. Quería, sin duda, decir algo como ‘a cualquier hora’, pero ‘a tiempo completo’ parece tener más prestigio, y ahí quedó. No hace mucho tiempo oí decir, a alguien versado en catolicidad: Pronto vendrá un nuevo Anuncio; quiso decir un nuncio y no cometió falta: nuncio significa anuncio y nuestro DLE ejemplifica así su tercera acepción: El viento del sur suele ser en Madrid nuncio de lluvia. ¡¿Cuándo las maravillosas nubes de por aquí serán nuncios de lluvia real?!
Amigos, pues haberlos, los hay, gracias por su paciencia e interés en nuestra lengua. Este artículo apareció en el portal de Plan V



