«Pedro Fermín Cevallos: historia y lengua», por don Jaime Marchán Romero

El simposio «La Academia Ecuatoriana y el Estado nacional», organizado por la corporación y la Universidad Andina Simón Bolívar se llevó a cabo los días 15 y 16 de abril de 2025. Compartimos con ustedes la ponencia que don Jaime Marchán Romero preparó para la ocasión.

El simposio «La Academia Ecuatoriana y el Estado nacional», organizado por la corporación y la Universidad Andina Simón Bolívar se llevó a cabo los días 15 y 16 de abril de 2025. Compartimos con ustedes la ponencia que don Jaime Marchán Romero preparó para la ocasión.

«Pedro Fermín Cevallos: historia y lengua»[1]

1. INTRODUCCIÓN

He recibido el honroso encargo de la Academia Ecuatoriana de la Lengua de rememorar la ilustre figura de don Pedro Fermín Cevallos, primer director de la entidad. Dadas las limitaciones de tiempo, me esforzaré por destacar las facetas más relevantes de una personalidad que brilló tanto por sus actividades públicas como por su aporte intelectual a las letras y a las ciencias de la historia.

Nacido en Ambato el 7 de julio de 1812, su fecunda existencia estuvo signada por una juventud exuberante y apasionada y —más tarde— por una escrupulosa dedicación a los estudios académicos, así como al ejercicio de altas responsabilidades públicas. En el campo político —dice Isaac J. Barrera—, «se manifestó como un ardiente liberal, es decir, como hombre de avanzada y de revolución»[2], lo que explica que, al emerger en 1851 en el horizonte político el Gral. José María Urbina con ideas transformadoras, Cevallos aceptara el cargo de Ministro General del nuevo gobierno, en el curso del cual se dieron dos hechos históricos notables, aunque de muy diversa naturaleza: la manumisión de los esclavos y la expulsión de los jesuitas.

2. EL LINGÜISTA

En 1862 —trece años antes de asumir las funciones de director de la Academia Ecuatoriana de la Lengua—, Cevallos publicó su obra más importante en materia lingüística: Breve Catálogo de Errores en orden a la Lengua i al Lenguaje Castellanos.

Con ella —anota Isaac J. Barrera—, «se propuso corregir, principalmente, el habla popular descuidada que servía en la relación de la gente de toda clase social, que sólo ponía empeño en expresarse correctamente, cuando escribía […].  El Catálogo comenzó a publicarse en 1861, en la revista El Iris, y tanta fue la acogida que acaso sea el libro ecuatoriano que mayor número de veces se ha reeditado»[3].

Con el paso de los años el Catálogo siguió creciendo y, ciento cuarenta y ocho años despuésen noviembre de 2009—, el profesor Hernán Rodríguez Castelo presentó en el Salón de la ciudad de Ambato la primera edición completa, levantada por la Universidad Técnica de Loja y la Academia Ecuatoriana de la Lengua. La edición está precedida por un extenso estudio en el que Rodríguez Castelo —profundo conocedor de la materia— la califica de obra «fundacional de la lingüística ecuatoriana»[4]. Destaca, además, que esta publicación ha de considerarse «lo que en estas cosas de libros ilustres se llama la editio princeps, es decir, la primera edición impresa de una obra, posterior a los manuscritos del autor y a la copia para los impresores». Nos informa también que, «a partir de esa primera publicación, Cevallos fue aumentando y quitando voces […], atendiendo a los galicismos, que llegaban como moda a las hablas tranquilas y provincianas de estas tierras […]. Vida y cambios —explica el maestro Rodríguez Castelo con su conocida sapiencia— pertenecen a la naturaleza misma de la lengua y Cevallos, sin necesidad de ahondar en teorizaciones sobre ello, lo entendió y puso como cimiento de sus prácticas de lexicógrafo»[5].

3. EL HISTORIADOR

En cuanto al Resumen de la historia del Ecuador —su «opus magnum»—, el antecedente inmediato fue el Cuadro sinóptico de la República del Ecuador, que le servirá de punto de partida para acometer aquel vasto y exigente trabajo.

Pese a la modestia del sabio autor de titular a su obra máxima como «Resumen», esta —advierte Isaac J. Barrera— no ha de tomarse como «síntesis abreviada», pues con ese trabajo de siete tomos Cevallos emprendió, ni más ni menos, que la ingente tarea de continuar la obra del padre Juan de Velasco; de hacer avanzar el relato histórico de nuestro país hasta 1845; y de abrir camino a nuevas investigaciones históricas. Nacido tres años después de la Revolución de Quito de 1809, Cevallos —añade Barrera— tuvo acceso a fuentes cercanas que sobrevivieron al magno evento, por lo que la relación que él escribió posteriormente «conserva el valor excepcional de lo vivido […], que ha de servir para restablecer con mayor cuidado y análisis el valor que, para la formación del futuro estado ecuatoriano, tuvo este glorioso antecedente […]»[6]. Y en su Historia de la Literatura Ecuatoriana,  Barrera agrega esta interesante nota: «Dura debió haber sido la labor de Cevallos, si se toma en cuenta la desbaratada vida de la República, que no permitía la conservación de archivos. Los papeles sirvieron muchas veces de almohada a los reclutas que se enrolaron para la próxima campaña, cuando no se desperdigaron en diferentes direcciones o se destruyeron con el abandono»[7].

En 1959 la Biblioteca Ecuatoriana Mínima dedicó un tomo de más de quinientas páginas a un ‘resumen’ del Resumen de la Historia del Ecuador, volumen al que se incorporó la Galería de Ecuatorianos Ilustres. La edición cuenta con un brillante prólogo de Isaac J. Barrera, quien nos recuerda que «Padre de nuestra historia política, llamó a Cevallos ese otro ecuatoriano ilustre, Antonio Borrero»[8].

Todo ello contribuyó a que la obra de Pedro Fermín Cevallos fuera leída y exaltaba también por su valor literario y lingüístico. Así, en el homenaje póstumo tributado al insigne historiador, don Julio Castro —director entonces de Academia Ecuatoriana de la Lengua— señaló que el Resumen de la Historia del Ecuador «es un paso avanzadísimo en la marcha progresiva de nuestra literatura […] por la corrección y limpieza del lenguaje».[9]

Esta ‘Historia’ —señala, por su parte, Hernán Rodríguez Castelo— es la de un narrador que «no cae en monotonía gracias a la riqueza y sabor del lenguaje […], al relieve de los personajes» y que «es capaz de crear páginas magistrales de literatura histórica»[10].

Concuerdo con el criterio del profesor Rodríguez Castelo. Mi lectura personal de varios pasajes del Resumen me dejó esa precisa experiencia. Y es que Cevallos, sin renunciar a su compromiso primordial con la objetividad histórica, impregna su relato de una latente tensión narrativa.

4. CONTRIBUCIÓN AL ESTABLECIMIENTO DE LA ACADEMIA ECUATORIANA DE LA LENGUA

No puedo omitir en esta reseña, por breve que sea, el papel protagónico que nuestro eximio historiador y lingüista desempeñó en el proceso de fundación de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, tema que ha sido abordado ya, con maestría y rigor, por mi colega Gonzalo Ortiz Crespo.

Básteme recordar, pues, que en la primera edición del Resumen de la Historia del Ecuador Pedro Fermín Cevallos nos habla de algunos antecedentes político-culturales que, durante la administración del presidente García Moreno, crearon un ambiente propicio para el posterior establecimiento de nuestra Academia, como fueron la fundación del Instituto de Ciencias, de la Escuela de Artes y Oficios y de la Academia Nacional, creadael 18 de mayo de 1861[11].

Aunque no existe propiamente vinculación entre aquella Academia Nacional y la actual Academia Ecuatoriana de Lengua, no hay duda  —anota el ilustre historiador y académico Jorge Salvador Lara—de que durante su breve vida aquella contribuyó  a facilitar el ambiente para que, una década más tarde, pudiera hacerse efectiva la instalación de nuestra entidad[12]. Por su parte, Franklin Barriga López, en su Historia de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, apunta, con razón, que «la faceta intelectual garciana requiere ser considerada» —como se lo está haciendo en este simposio— «en sus debidas proporciones. No solo como político y Ejecutivo destacó García Moreno —dice—; fue, asimismo, intelectual y de sólida formación, por eso no es de extrañarse que en su mandato presidencial la Academia Ecuatoriana de la Lengua haya nacido»[13].

El 4 de mayo de 1875 la Academia Ecuatoriana de la Lengua celebró la primera sesión formal, presidida por don Pedro Fermín Cevallos, como su primer director. En su Resumen de la Historia del Ecuador, escribió: «La fundación de la Academia Ecuatoriana, correspondiente de la Real de España, ha contribuido […]a propagar la afición al estudio de la lengua propia, y casi por lo general en los escritos que en el día se publican se siente el dulce sabor del castellano, pues se nota en ellos el anticipado conocimiento de la gramática, de la lexicografía y de la sinonimia, sin lo cual no puede salir del todo limpia nuestra hermosa lengua»[14].

5. MUERTE Y ELOGIO DE UN GRAN ECUATORIANO

Don Pedro Fermín Cevallos falleció en Quito el 21 de mayo 1893, no sin recibir antes en su lecho de muerte la bendición sacerdotal de monseñor Federico González Suárez, su colega historiador, quien habría de tomar la posta para continuar el relato de nuestro devenir como nación. El 4 de julio de ese mismo año, la Academia Ecuatoriana de la Lengua le rindió un merecido homenaje en una sesión pública en la que don Julio Castro delineó los rasgos más importantes de su vida y de su obra. Lo llamó «el Néstor de la actual literatura ecuatoriana», destacando que «si hoy es nuestra patria uno de los pueblos de origen español en que con más pureza se emplea la hermosa lengua castellana, débese a los imponderables esfuerzos que ese eminente filólogo y distinguido hablista hizo para depurar el lenguaje […]»[15].

Sobre la faceta de Cevallos como escritor, Pedro Moncayo le dedicó —entre otras— estas ceñidas y justas palabras: «[…] el estilo y éste solo abre a un escritor la puerta de la inmortalidad e irreprochable casi en este punto don Pedro Fermín, envidiable corrección y casticismo en la palabra y en la frase […], concisión sin oscuridad, claridad sin difusión, […], amenidad en las descripciones, sagacidad suma al penetrar en las causas de los sucesos y en las intenciones de los actores»[16].

Las diversas obras de Pedro Fermín Cevallos en el ámbito de la historia, lengua, derecho y cultura permiten apreciar no solo el conjunto de su obra, sino también la textura de su vida intelectual. «Saber lo que fueron particularmente los historiadores —dice Isaac J. Barrera— es descubrir la fuente de la cual dimanaron los elementos de juicio que han de servir para formar el criterio de las obras que escriban»[17].

6. PALABRAS FINALES

Don Pedro Fermín Cevallos murió con austera dignidad, ensombrecido por la ceguera física, pero iluminando la posteridad con la lucidez de su mente y la integridad propia de los grandes hombres que ha tenido la patria. La Academia Ecuatoriana de la Lengua le rinde en este sesquicentenario un renovado tributo de admiración, respeto y gratitud por su valiosísimo legado en el ámbito de la historia, la cultura y la lengua.

La historia es la memoria de una nación, y recordar a quienes contribuyeron a ella, un deber cívico. Al rememorar la trayectoria de un autor, debemos tener siempre presente que este no está representado solo por su obra, sino también por su vida.  «[L]a memoria no sólo reconstruye el pasado sino lo recrea», nos recuerda Vladimiro Rivas Iturralde, con luminosidad poética, a propósito de su brillante ensayo sobre Marcel Proust.[18]

Debido a ello, en esta breve semblanza de Pedro Fermín Cevallos he rememorado, por igual, aspectos biográficos y rasgos relevantes de su obra escrita, en la que aborda dos ámbitos esenciales de la vida humana, como son la historia y la lengua; es decir, la memoria de un pueblo, así como el pulido instrumento a través del cual se narran los acontecimientos. En la multifacética obra y vida de Pedro Fermín Cevallos —ilustre ambateño de la tierra montalvina— confluyen el historiador, el hombre de leyes, el legislador, el magistrado, el lector infatigable y, en los años postreros de su existencia, el ciego narrador que, al igual que Homero, nos contó —con penetrante clarividencia— épocas vibrantes, constitutivas de la historia de nuestra nación.

Que el historiador y el lingüista convergieran en la creación de la Academia Ecuatoriana de la Lengua fue, pues, una conjunción afortunada. La comprensión de la historia como parte de la cultura, y el dominio de la lengua como instrumento transmisor de ella, refuerzan un concepto esencial, reconocido ahora por el derecho internacional de los derechos humanos, y es que la historia y la lengua son elementos interrelacionados que configuran el derecho humano a la cultura en todas sus dimensiones a lo largo de la vida humana. En este sentido, concuerdo con Yuval Noah Harari cuando afirma que la historia no es solo el estudio del pasado, «sino el estudio del cambio. La historia nos enseña lo que se mantiene inmutable, lo que cambia y cómo cambian las cosas»[19].

En conclusión, historia y lengua forman el tejido que sostiene la identidad de los pueblos, así como su capacidad para adaptarse, aprender y evolucionar. En este contexto, inspirado en el legado histórico y lingüístico de Pedro Fermín Cevallos, bien podría afirmar que la función social de nuestra la Academia es acercar a todos los ecuatorianos a la ciudadanía de la lengua.

Desde San José, Costa Rica, 15 de abril de 2025.


[1] Versión resumida para la presentación telemática que figura en el programa del sesquicentenario. El texto completo se publicará en las Memorias de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

[2] Isaac J. Barrera, Historia de la Literatura Ecuatoriana, Vol. III, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1954, p. 298.

[3] Prólogo de Isaac J. Barrera en Resumen de la Historia del Ecuador, Pedro Fermín Cevallos, Biblioteca Ecuatoriana Mínima: La Colonia y la República, Editorial J. M. Cajica Jr. S. A., Puebla, México, 1959, pp. 37 y 38.

[4] Ver Franklin Barriga López, Historia de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, edición de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, Quito, 2012, p. 394.

[5] Hernán Rodríguez Castelo, Palabras en la presentación del Breve Catálogo de Errores por Pedro Fermín Cevallos. Ver Barriga López, Historia de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, pp. 394-395.

[6] Prólogo de Isaac J. Barrera al Resumen de la Historia del Ecuador, Pedro Fermín Cevallos, Biblioteca Ecuatoriana Mínima: La Colonia y la República, 1959, pp. 18 y 21.

[7] Isaac J. Barrera, Historia de la Literatura Ecuatoriana, Vol. III, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1954, Vol. III, p. 301.

[8] Ib., p. 35.

[9] Julio Castro, «Elogio fúnebre del Sr. Dr. D. Pedro Fermín Cevallos, leído, en sesión pública, por el director de la Academia Ecuatoriana correspondiente de la Real Española», en Corona Fúnebre, p. 59. Ver, asimismo, Franklin Barriga López, Historia de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, p. 110.

[10] Hernán Rodríguez Castelo, «Pedro Fermín Cevallos» (versión digital en http://www.hernanrodriguezcastelo.com Libro‑pedro‑fermin‑cevallos.htm). Acápite: «La obra magna: la Historia y El narrador».

[11] Ver Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador, Primera edición revisada por el autor, Tomo VI, Guayaquil, Imprenta de la Nación, 1889, pp. 38 y 39.

[12] Jorge Salvador Lara, Biografía de la Academia Ecuatoriana, Memorias de la Academia Ecuatoriana, Correspondiente de la Española, entrega N. 37-38, Editorial Ecuatoriana, Quito, 1975, pp. 93 a 114. Citado por Franklin Barriga López en Historia de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, p. 71.

[13] Barriga López, op. cit., p. 59.

[14] Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador, Primera edición, 1889, pp. 38 y 39.

[15] Discurso del académico Julio Castro, reproducido en la obra de Franklin Barriga López, Historia de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, pp. 108-112.

[16] Barriga López, op. cit., p. 396. Cf. del mismo autor: Historia de la Academia Nacional de Historia (1909-2009), ANH y Editorial El Conejo, Quito, 2009, p. 352.

[17] Isaac J. Barrera, Historia de la Literatura Ecuatoriana, Vol. III, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1954, p. 292.

[18] Vladimiro Rivas Iturralde, «Marcel Proust: ¡detente, instante, eres tan bello!», Casa del tiempo, Diciembre 2022-Enero de 2023.

[19] Yuval Noah Harari, Nexus. Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la   IA, Penguin Ramdon House, Debate, Bogotá, 2024, p. 31.