
Reproduzco estas líneas escritas hace no mucho tiempo, porque, al repetirse, evocan una patria que aún espera ser:
“¿Por qué el Ecuador?, preguntarán algunos. Pues bien, y no dudo en decirlo en voz alta, porque en el mundo se quiere a nuestra patria; se cree en nosotros; se nos conoce como país de paz y se valora nuestro esfuerzo por superar dos horrores: el de la corrupción política y el de las trágicas secuelas del narcotráfico. El mundo lamenta, como lamentamos nosotros, esta última tremenda desgracia que asuela a América y más allá”.
No sé, verdaderamente, dónde lo publiqué, pero hoy apareció entre otros viejos textos y este breve párrafo me pareció tan actual que no quise dejarlo de lado.
Y un día de octubre de 2023, en San Millán de la Cogolla, ámbito importantísimo para nuestra lengua, pues en su antigua biblioteca se encontraron los primeros vestigios de castellano escritos al margen de manuscritos interminablemente copiados por viejos monjes benedictinos, el director de la Real Academia Española y los directores de las academias Colombiana, Ecuatoriana y Mexicana tuvimos el honor de ser nombrados doctores honoris causa por la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Evoco la presencia en este acto del entonces embajador del Ecuador en España, Andrés Vallejo, único embajador de los países americanos en haber acompañado a su connacional a la ceremonia.
Luego del acto tradicional y bello, el Consejero Delegado de la UNIR, Miguel Arrufat, y su rector, José María Vázquez, junto a nuestro embajador, me comunicaron su decisión de entregar a la Academia Ecuatoriana, la segunda creada en América en 1874, parte de la suma necesaria para realizar en Quito, ciudad emblemática y patrimonio de la humanidad, el XVII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, con la cual también celebrábamos nuestro sesquicentenario.
A esta donación y a la de la Agencia Española de Cooperación, debemos el haber contado con la suma indispensable para viajes, recepción, hospedaje y atención a delegados de las veintitrés academias de habla hispana que, desde Quito, abordaron temas relacionados con nuestra lengua.
Recordemos que el español es la lengua oficial de diecinueve países americanos, así como es la razón de existir de la antigua Academia Filipina de la Lengua que se fundó en Manila en 1924, y de la reconocida, activísima y querida Academia Norteamericana de la Lengua Española, que funciona en Nueva York desde 1973.
La única academia africana y la más reciente de todas hoy, es la Academia Ecuatoguineana de la Lengua Española, creada en 2013 para regir nuestro idioma en Guinea Ecuatorial, cuyas lenguas oficiales son el español, en primer lugar, en segundo, el francés, el tercero, recién incorporado, el portugués. Es el único país de África subsahariana donde el español es lengua oficial.
De este modo, “el español es la segunda lengua materna que más se habla y estudia hoy en el mundo”.
¡Feliz compromiso con el español enriquecido en la patria por el quichua, el cañari y otras de nuestras hablas originarias!, y feliz el de las veintidós Academias hermanas en el mundo, por su trabajo que vigila y estimula la versatilidad, amplitud y belleza de nuestra espléndida lengua, gracias a la cual contamos, desde los primeros años del siglo XVII, 1605, con la primera parte de la mayor obra en español jamás escrita: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
La segunda parte fue publicada en 1615, gracias al indignado estímulo que produjo en Cervantes la publicación previa de la apócrifa figura de don Quijote, firmada con el nombre de “Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”, como escribió el mismísimo vanidoso, don Alonso.
En su prólogo de 1615, Cervantes responde al usurpador, que “no osa parecer a campo abierto y al cielo claro, encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad”.
¡Y por supuesto que la hizo, a mayor gloria del propio Cervantes!
Este artículo se publicó en el portal de Plan V.



