
Adiós al presidente y al miembro de la Academia de la Lengua
Palabras en el sepelio del presidente Rodrigo Borja
en nombre de la Academia Ecuatoriana de la Lengua
Centro Cultural Itchimbía, 20 de diciembre de 2025
Por Gonzalo Ortiz Crespo
Levanto mi voz emocionada en esta ocasión solemne y triste, en nombre de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, para despedir a uno de sus más ilustres miembros, el presidente Rodrigo Borja Cevallos.
Pero lo hago también desde mi propio sentimiento de pérdida y dolor, como partidario, colaborador y amigo de Rodrigo Borja.
Y por eso puedo dar testimonio de que Rodrigo Borja era un amante del bien decir. Como estrecho colaborador suyo, recuerdo el afán que ponía para que sus textos fueran precisos, acertados y castizos.
De allí que fuera lógico que la Academia Ecuatoriana de la Lengua le invitara a ser parte de ella, primero como miembro correspondiente, incorporándose en tal calidad el 29 de abril de 2010. Dos años después, el 20 de septiembre de 2012, ascendió a miembro de número, tomando posesión de la silla F, con un discurso titulado Choque de civilizaciones. Le contestó, en nombre de la corporación, doña Susana Cordero de Espinosa, aquí presente.
La Academia Ecuatoriana de la Lengua está cumpliendo este año 150 años de su fundación, pues se estableció en Quito el 4 de mayo de 1875. Los miembros fundadores fueron Pedro Fermín Cevallos, Juan León Mera, Julio Zaldumbide, Belisario Peña, Francisco Javier Salazar, Pablo Herrera y José Modesto Espinosa, quienes ya eran con anterioridad miembros correspondientes de la Real Academia Española.
Borja forma parte de una selecta lista de presidentes del Ecuador que han sido miembros de la Academia de la Lengua, empezando por Antonio Borrero, presidente en 1876, a poco de fundada la academia; Pedro José Cevallos y Fernández Salvador, quien fue presidente interino del 1 al 17 de julio de 1888; Antonio Flores Jijón, presidente entre 1888 y 1892 (un período presidencial que coincide exactamente un siglo después con el del Dr. Borja, 1988-1992); Luis Cordero Crespo, presidente de 1892 a 1895; Alfredo Baquerizo Moreno, presidente de 1916 a1920; Carlos Alberto Arroyo del Río, presidente de 1940 a 1944, y José María Velasco Ibarra, varias veces presidente..
Borja fue miembro puntual y activo de la Comisión de Lexicografía. Producto de diez años de trabajo de esta comisión es el Diccionario académico de ecuatorianismos, que publicamos precisamente este año de nuestro sesquicentenario, y en el que está también el valioso aporte del Dr. Borja como conocedor del español y del habla de los ecuatorianos.
Ya que rindo homenaje al académico, quisiera mencionar, entre sus numerosas publicaciones, algunas que destacan, como Principios de derecho político y constitucional (1964); Tratado de derecho político y constitucional (1971 y 1991); Socialismo democrático (1980); La ética del poder (1992); su famosa Enciclopedia de la política (1998); Recovecos de la historia (2004); Sociedad, cultura y derecho (2007); El asilo diplomático en América; La democracia en América Latina; Desarrollo del derecho constitucional ecuatoriano; Derechos humanos: una nueva perspectiva; Democracia y populismo; La lucha de América Latina por la democracia; La integración: instrumento del desarrollo humano; La experiencia del enfoque de los derechos humanos en las políticas públicas y América Latina en el nuevo orden internacional.
Dije en un artículo que escribí la noche de su muerte y que apareció ayer en Primicias que se va un grande. Un grande de la Patria, pero a la vez hombre sencillo, recto, asequible. Consciente de lo que sabía, de lo que podía, nunca usó para imponerse ni prepotencia ni malas artes sino la fuerza de sus ideas y convicciones.
Despedimos hoy a un político de excepción, a un reconocido tratadista, a un líder de masas, impoluto en su proceder, coherente consigo mismo y que amó apasionadamente a su patria, el Ecuador.
Pasará a la historia como fundador del mayor partido político que existió en el Ecuador; la Izquierda Democrática, un partido con organización, bases, sistemas de formación política, democracia interna y que llegó a tener 500.000 afiliados.
Pasará a la historia, también, como autor de la única Enciclopedia de la Política escrita por un solo hombre, a la que dedicó los últimos 20 años de su vida.
Pasará a la historia por ser uno de los grandes oradores del Ecuador, que lo mismo se lucía en la talentosa y fina ponencia académica que en la fogosa intervención parlamentaria; que igual seducía en el magistral discurso de orden en representación de su patria en una conferencia internacional o frente a los parlamentos extranjeros, que en busca de los votos en la ardorosa tribuna ante las masas populares.
Hoy añado algo que no puse en el artículo: pasará a la historia por ser un presidente y un político amante del deporte: fue futbolista, boxeador, automovilista, pero sobre todo tenista y voleibolista, en su versión del ecuavoley. Siempre cuidó su forma física, y no era raro verlo estirando los músculos en cualquier ocasión y preferir siempre las gradas a los ascensores, incluso cuando presidente de la República, como cuando subió nueve pisos del edificio del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, con todos los periodistas y camarógrafos rezongando detrás.
Pero, sobre todo, pasará a la historia por ser un hombre radicalmente demócrata e íntegramente honesto.
En un país en que esas virtudes escasean cada vez más, este hombre que se va a los 90 años y medio, nos deja la lección de la sencillez, de la vida pulcra, de la integridad a toda prueba.
Caminó tranquilo y con la frente en alto por las calles de su ciudad y de su país, porque gobernó al Ecuador con profundo patriotismo y sabiduría, con una trayectoria impoluta que se inició a los 27 años, cuando fue elegido diputado por primera vez.
Su Gobierno fue plenamente democrático, sin traza del autoritarismo del pasado, ejemplo de respeto de las libertades públicas, en primer lugar, del respeto a la integridad de la vida y a la libertad de expresión.
No cabe hablar hoy de su Gobierno ejemplar. Sí me toca dar testimonio de que nunca le movió sino el bien del país, el respeto a los demás, la pulcritud extrema en el manejo de los fondos públicos, en la entrega total al quehacer presidencial, sin subterfugios, sin dobleces.
Y cuando en 2003 dijo que se retiraba de la política, lo hizo, sin volver la vista atrás. Le reclamaban que vuelva, pero así como no cejó 40 años de su vida en la consagración a la política, nunca cejó en su determinación de cerrar la puerta y echar el cerrojo.
Y se dedicó a la vida académica, en su enciclopedia, en las conferencias a las que le invitaban y en la Academia de la Lengua, de cuya Comisión de Lexicografía, como ya dije, fue miembro puntual y activo, pero en donde participó en todos los actos culturales que pudo, y fue él quien me dio la bienvenida en nombre de la corporación cuando me incorporé como miembro correspondiente el 29 de junio de 2016.
Ahora, con unción y reconocimiento a los servicios prestados por uno de sus hijos más ilustres, a la Patria le toca decirle adiós.
Ahora, con profunda admiración y respeto a uno de los académicos más connotados de su historia de 150 años, a la Academia Ecuatoriana de la Lengua le toca decirle adiós.
Y a nosotros, sus amigos y partidarios, con la adhesión de siempre, con cariño, con profunda pena, nos toca decirle adiós.
Adiós, Rodrigo. Adiós.



