Etiquetado: Juan Abel Echeverría
¡Pasó… como un lucero en su carrera, / alumbrando del arte el puro cielo…! / ¡Pasó… regando flores en el suelo, / como pasa gentil la primavera…! / ¡Pasó… abrazado a su arpa lastimera / cantando, como el ángel del consuelo…
Ora, niña. Cantó ya entre las ruinas / el himno de la tarde el solitario; / y envuelto en sombra el pardo campanario / dio el toque de silencio y oración. / Murió ya el día, se enlutó la tierra; / la golondrina vuelve…
Dejad, dejad, amigos venturosos, / Dejad al solitario: / Ajeno á los placeres bulliciosos, / Mi pecho es un santuario. / Idos vosotros á segar las flores / De la risueña vida; / Yo no puedo llevar ¡ay! mis dolores / Á do el reir convida.