La Academia Ecuatoriana de la Lengua es la Institución cultural más antigua del país: con fecha 4 de mayo de 1875, durante la presidencia de don Gabriel García Moreno, se reunieron los primeros Académicos en la casa de don Pedro Fermín Cevallos, a fin de oficializar la creación de la Academia Ecuatoriana que, sin duda, fue comunicada a Madrid meses antes, en 1874, pues es este el año que registra el Diccionario de la Real Academia Española, de la forma siguiente: “Academia Ecuatoriana de la Lengua establecida en Quito (15 de octubre de 1874)”; somos la segunda Academia Correspondiente de la Española, luego de la de Colombia, fundada en 1871.
El Gobierno del Dr. García Moreno ordenó que se publicase en el periódico oficial la noticia de la fundación de la Academia Ecuatoriana, en la edición No. 433 de El Nacional, de fecha 19 de mayo de 1875, en donde se reprodujo íntegramente el “Acta de instalación”. Reconocida oficialmente esta institución por el Estado, fue comunicada la iniciación de sus labores a la Real Academia Española el 2 de junio de 1875.
Mediante decreto del 11 de noviembre del mismo año, sancionado por el entonces presidente del Congreso José Javier Eguiguren, fechado dos días después y promulgado en el periódico oficial el 1 de diciembre siguiente (El Nacional No. 473), el Poder Legislativo acordó para la Academia una subvención anual de 600 pesos. El Gobierno del Dr. Antonio Borrero aprobó, el 5 de febrero de 1876, el reglamento que rige los destinos académicos y lo hizo publicar en la Imprenta Nacional.
Entre las numerosas actividades que se atribuyó a sí misma la Academia en ese período inicial, fue la de cuidar y administrar la Biblioteca Nacional, en cuyo local funcionó desde el principio, en la calle Cuenca, a pocos pasos de la plazoleta de La Merced, casa cuya mitad pasó a ser propiedad de la Academia mediante decreto del 28 de octubre de 1904, como pago de asignaciones estatales no abonadas. Mas fue el Congreso el que, al año siguiente, aprobó un nuevo decreto de 26 de septiembre de 1905 por el cual enajenaba a favor de la Academia Ecuatoriana los derechos que le correspondían al Estado en la otra parte del inmueble. De este modo, la Academia funcionó en este edificio de la calle Cuenca y Chile, hace ya ciento siete años.
El fin de la Academia es científico y literario; por tanto, es extraño a su espíritu cualquier tendencia o propósito político. Es una entidad privada, de interés público, relacionado eminentemente con el ámbito cultural, por la defensa del idioma, su estudio y su espíritu de unidad. La investigación lingüística, la evolución del idioma, la aparición y aceptación de neologismos y la atención a términos que van cayendo en desuso e información de estos trabajos a la Real Academia Española y a las otras Academias Correspondientes de la Lengua se encuentran entre sus principales objetivos. Asesorar en cuanto se refiere a la enseñanza del español en escuelas, colegios, universidades y otros centros de estudios; colaborar con la Academia Española, según normas que se acuerden, en la redacción de los diccionarios, la gramática y los variados trabajos que aquella emprenda; procurar, por medio de la prensa y de cualquier otro medio publicitario, la difusión del uso correcto del español hablado y escrito; publicar un boletín o memoria anual que dé cuenta del trabajo de sus miembros y de los acontecimientos académicos; facilitar la edición de obras de sus miembros; suscribir convenios con otras entidades de carácter cultural, y colaborar estrechamente con la Real Academia Española de la Lengua y con la Asociación de Academias, así como participar en los congresos y reuniones que se realicen para profundizar los fines académicos específicos son algunas de las misiones que corresponden a esta centenaria institución cultural.