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«Alfonso Endara y el desnudo», por don Marco Antonio Rodríguez

El desnudo no es tópico del arte pictórico, es una forma. El cuerpo humano no se transfigura en arte por una práctica de reproducción. Al mirar, nos fusionamos con aquello que vemos; es la empatía...

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Foto: Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador.

El desnudo no es tópico del arte pictórico, es una forma. El cuerpo humano no se transfigura en arte por una práctica de reproducción. Al mirar, nos fusionamos con aquello que vemos; es la empatía de toda estética. El desnudo no agita nuestras sensaciones, origina pérdida. No repite, perfecciona. Forma de amor, busca la perfección en el ‘otro’.

Alfonso Endara (Quito, 1956) inaugura el desnudo, la fotografía lo devela. Con modelos o desde su imaginación, finge la realidad sin haberla visto y erige el desnudo en su incesante esplendor. No es solo una imagen sino una nueva y edificante, aquella que, por su razón de ser como noción plástica, engendra el deseo de creer en la vida y exaltarla.

Con lápices blancos Endara bosqueja la matriz de la obra. En esa urdimbre se delatan los sutiles nexos de los trazos finales. Basado en este ejercicio, erige el cuerpo, su volumetría, la anatomía del desnudo. Es tiempo de que la luz se yerga por sí misma y labre la piel tersa, los rasgos finos, los atributos plenos. Vida que palpita en sensuales movimientos.

Endara amaina los colores o los enciende. El punto donde se alberga la sombra debe ser el preciso. Una de sus series: desnudos de mujeres teñidas de melancolía, sujetadas por grilletes, amarras; vuelos de manos masculinas, especie de garras esquematizadas, sobrevolando, símbolos de un poder que debe ser abolido.

Nada en los desnudos de Endara aparece inmóvil. En los cielos las nubes se alejan calmada o raudamente. “Como la flor entre los espinos, así es mi amada…”: una mujer, pura luz, ceñida por un etéreo corpiño azul y plata. “Manto”: ¿el ánima de una mujer?, ¿el amor que estoy viendo y perdiendo? Endara, el gran retratista de su generación, es también maestro del desnudo.

‘La que es visible en el silencio,/ la que ofrece a nuestros ojos/ al animal oscuro que mira mansamente./ La que ha estado conmigo en el principio,/ la mujer que ha trazado/ la forma de las cosas con el agua que oculta’.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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