Recibimos de Fundéu las importantes advertencias que les transmitimos, luego de adaptarlas a nuestras necesidades.
Las normas generales se pueden exponer de forma sintética del siguiente modo: se acentúan las voces esdrújulas, las agudas que terminan en vocal o en las consonantes s y n precedidas de vocal, y las llanas o graves que terminan de otro modo, mientras que el resto van sin tilde.
Los casos especiales que hay que tener en cuenta son los siguientes:
1. Lleva tilde toda vocal cerrada (i, u) tónica que va unida a una vocal abierta (a, e, o): oído, desafíos, aúnan, que son todas llanas. De no añadirse, los grupos vocálicos se considerarían diptongos y, por tanto, se pronunciarían /óido/, /desáfios/ y /áunan/. De modo informal y no muy riguroso, se suele decir que la tilde deshace el diptongo. Esta regla también se aplica a los grupos que incluyen una hache muda (tahúr), a los de tres vocales o más (construíais) y a voces compuestas y prefijadas (cortaúñas).
2. Llevan tilde las voces llanas o graves acabadas en dos consonantes cualesquiera: cómics, wéstern. Por el contrario, no llevan tilde las agudas que terminan en dos consonantes (salvo que fuera necesario para deshacer un diptongo): anoraks, pronunciado /anoráks/[1].
3. Se acentúan todas las palabras con valor interrogativo o exclamativo: «¿Cuántos libros hay?», «Preguntó qué hay de comer», «¿Cómo lo hizo?», «¡Quién pudiera ser rico!».
4. Es obligatorio tildar los monosílabos en los que se ha establecido la tilde diacrítica: sé, de saber y ser; dé, de dar; té y tés, como bebida…
5. Los adverbios acabados en -mente se acentúan como si este sufijo no existiera: ágilmente de ágil, torpemente de torpe, increíblemente de increíble.
[1] En lingüística es habitual señalar las pronunciaciones escritas entre barras y con la adición sistemática de la tilde, incluso cuando en la forma escrita no la lleva.