Muy temprano dejamos la casa
y fuimos al agua.
Ya otros tenían sus alas
secándose,
aunque el rocío rezagado
volvía a humedecerlas.
El baño nos devolvió el esplendor
que se nos había confundido en la anterior oscuridad
y así como los otros
tendimos nuestras alas
sobre los verdes chunguiles de la ribera.
La luz se inició en ese lugar,
por un momento dejamos de sufrir…
aunque se trataba de una luz piafante
salpicada de tréboles y de manchas rojizas.
Fuente: Poesía ecuatoriana (antología esencial), prólogo y selección de Sara Vanégas Coveña, Cuenca, Universidad del Azuay, 2019.