Fue la primera nave espacial en cumplir una misión tripulada, como parte del proyecto sideral estadounidense denominado “Apollo Program”, uno de cuyos objetivos era el “alunizaje” con tripulación en nuestro satélite lunar, como primer paso hacia las futuras misiones espaciales.
Esa misión se cumplió el 21 de febrero de 1967, aunque la fecha originalmente señalada para su lanzamiento era el 27 de enero, y no pudo cumplirse porque que el fuego en la cabina, que envolvió en llamas a la nave, mató trágicamente a su comandante Virgil I. Grissom, al piloto del módulo de mando Edward H. White ll y al navegante Roger B. Chaffee. Y frustró la operación planetaria.
Las llamas destruyeron totalmente el vehículo espacial. Y a partir de ese trágico episodio el nombre “Apolo 1” —que había sido elegido por los tripulantes de la nave siniestrada— fue oficializado por la NASA en honor de ellos en ese mismo año, aunque el origen del incendio y muerte de los astronautas no pudo determinarse de manera concluyente y fue atribuido a una amplia gama de fallas de diseño de la astronave.
Inmediatamente después del flagelo la “Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio” de Estados Unidos (NASA) —que es la agencia del gobierno norteamericano responsable del programa espacial y de la investigación aeronaútica y aeroespacial— convocó a la Junta de Revisión del Accidente para determinar sus causas. Y simultáneamente las dos cámaras legislativas del Congreso Federal norteamericano pusieron en marcha sus propios comités de investigación para supervisar a la NASA. Y fue durante esa investigación que un documento interno de ella —en el que citaba problemas con la “North American Aviation”, contratista principal del “Apolo”— fue revelado públicamente por el entonces Senador estadounidense Walter F. Mondale y llegó a ser conocido como el “Informe Phillips”. Y el abochornado administrador de la NASA, James E. Webb —quien desconocía la existencia del documento—, dio inicio a la controversia con el “Programa Apolo”. Y a pesar del descontento en el Congreso Federal por la falta de transparencia de la NASA, los dos comités dictaminaron que las cuestiones planteadas en el informe no tenían nada que ver con el accidente, por lo que la NASA pudo continuar con su programa.
Sin embargo, los vuelos tripulados del “Apolo” quedaron suspendidos durante veinte meses mientras se investigaban y corregían los problemas encontrados. Y el vehículo de lanzamiento, denominado “Saturno IB, SA-204” —previsto para ser usado en esas misiones—, se utilizó poco después en el primer vuelo de prueba no tripulado del módulo lunar (LM), cuya misión se denominó “Apolo 5”.
Este artículo apareció en el diario El Comercio.