El pensador mexicano José Vasconcelos mantuvo estrechas relaciones profesionales y de amistad —¿no es lo mismo en literatura?— con algunos destacados intelectuales ecuatorianos. En su estancia en Europa frecuentemente visitó, en Marsella, al escritor y diplomático quiteño César E. Arroyo (1889-1937), y asistió a la lectura de pasajes del poema dramático Ifigenia cruel de Alfonso Reyes (1889-1959) en la residencia del embajador de la República del Ecuador en Francia (el 12 de diciembre de 1925), don Gonzalo Zaldumbide (1882-1965), como el mismo Vasconcelos, testigo presencial, detalló en el tomo 3 de su autobiografía, Ulises criollo, titulado El desastre; por cierto que Ulises criollo es sin disputa una de las más valiosas autobiografías en lengua española.
Como muestra de esta amistad se conservan 18 cartas y cuatro postales fechadas entre 1925 y 1934, a las que se suman el discurso que Arroyo, como cónsul del Ecuador en México, dio en homenaje a los estudiantes ecuatorianos; su opúsculo México en 1935. El presidente Vasconcelos, publicado inicialmente en dos partes en la clásica revista costarricense de Joaquín García Monge Repertorio Americano, apareció como volumen exento el mismo año 1929 en Francia; el año siguiente publicó el artículo «Vasconcelos en misa».
Luego del fallido intento de llegar a la presidencia de México, amigos cercanos de Vasconcelos como Gabriela Mistral, César E. Arroyo y Benjamín Carrión gestionaron que el mexicano pudiera venir al Ecuador, lo que finalmente se logró en junio de 1930, suceso que consta en su autobiografía, en la que registró que no lo habría logrado sin la intervención de Gonzalo Zaldumbide, para aquel entonces Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador —recordemos que este ilustre escritor llegó a ser el 7º director de la Academia Ecuatoriana de la Lengua—.
Como material complementario son de inclusión obligatoria algunos capítulos que en su autobiografía dedica a su amistad con Arroyo, como también el viaje que realizaron ambos con Carrión a la ciudad de Ruan (Rouen, norte de Francia), o su llegada al Ecuador desde Colombia.
Esta investigación, que inicié hace más de dos décadas, me permitió averiguar que probablemente el archivo personal de José Vasconcelos lo conserva el intelectual mexicano Enrique Krause, información que, de ser cierta, merecería que propusiéramos, de modo oficial, entre Academias, obtener copias digitales de los documentos de los autores ecuatorianos que se pudieran conservar en dicho archivo, además de la reproducción de diversos artículos que Vasconcelos publicó en años posteriores relacionados con el Ecuador o con personajes de nuestro país, publicados en distintos periódicos mexicanos. De obtener estos documentos, la investigación se ampliaría considerablemente.
Como verdadera primicia mencionaré el caso de un documento que aún no consta en la bibliografía vasconceliana: el caso de un libro que Arroyo no logró concluir ni publicar, salvo algunos capítulos, que se iba a titular Ensayo sobre la constitución política mexicana, de 1917, obra a la que posteriormente pretendió denominar El libro de la tierra. Esta obra que no vio la luz mereció un prólogo nada menos que de Gabriela Mistral (1889-1957); y fue Arroyo quien contactó a la excepcional poeta, crítica y Nobel chilena y a Vasconcelos con el ensayista lojano Benjamín Carrión, encuentro del que este último dejó como testimonio en 1928, en su primer libro, Los creadores de la nueva América (1928), un excelente ensayo; como documentos complementarios poseemos 14 valiosas cartas remitidas por el escritor mexicano.