Agradezco a la doctora Susana Cordero de Espinosa, directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, por el encargo que me ha confiado de pronunciar el discurso de incorporación de la doctora Cecilia Ansaldo Briones en calidad de miembro de número de nuestra institución. Al honor que ello me depara, se suma el aprecio personal que guardo hacia la nueva colega como escritora, crítica literaria y docente universitaria, oficios a través de los cuales ha demostrado su profundo conocimiento de nuestra cultura.
Autora de una amplia bitácora de análisis crítico-literarios —una de sus especialidades—, Cecilia Ansaldo nos ha ofrecido una brillante ponencia sobre el valioso aporte a las Letras ecuatorianas de las ilustres poetas María Piedad Castillo de Levi y Aurora Estrada y Ayala, nacidas en Guayaquil y Puebloviejo, respectivamente. Quién mejor que Cecilia Ansaldo, nacida en esta altiva y bella metrópoli marítima, para hablarnos de esa obra poética. Acaso ninguna otra escritora ha leído más poesía; ella misma escribió en uno de sus artículos: «Por lecturas de trabajo tengo los oídos invadidos de rimas (…). Yo aspiro a rimar vida con realidad, sueños con acciones».[1] Y en el discurso que acaba de pronunciar hoy, nos ha dicho: «(…) siempre vuelvo a la poesía como a un territorio que me depara el legado literario completo: ese rostro del idioma donde el sonido es tan importante como el sentido».[2]
Las insignes escritoras estudiadas por Cecilia Ansaldo no solo crearon una inspirada obra poética —oficio confiado por los dioses a pocos y escogidos mortales—, sino que fueron figuras notables en la lucha que se venía gestando en el mundo entero, y que aún continúa, por la igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Fue una lucha larga; tan larga que, a escala internacional, al Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas le tomó más de 25 años consensuar y emitir en Ginebra, en 2009, el instrumento interpretativo que reconoció el derecho humano de mujeres y hombres a gozar por igual de un «acceso efectivo» a la cultura y a la lengua como elemento instrumental y expresivo de ella.[3]
En su penetrante estudio titulado «De la voz armoniosa y profunda: Mujer y poesía en la obra de María Piedad Castillo de Levi y Aurora Estrada y Ayala», Cecilia Ansaldo nos ha dado a conocer lo esencial de la vida y obra de estas ilustres escritoras que hicieron de la poesía su mejor arma de lucha y cuya contribución fue reconocida en su tiempo, tanto en nuestro país, como fuera de sus fronteras. Piedad Castillo de Levi fue proclamada «Mujer de las Américas» por la Unión de Mujeres Americanas, distinción discernida antes a personalidades de la talla de Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. En el Ecuador, Benjamín Carrión dedicó el siguiente texto consagratorio a Aurora Estrada y Ayala : «Hay en su poesía —escribió— una honda preocupación por las fuerzas esenciales del hombre y de la especie y al mismo tiempo una ternura cálida y fecunda que le ha dado la mano y le ha enseñado los caminos de la revolución, a la que ha ido primeramente sentimental, femenina, maternal, para luego enardecer el tono del campo proletario y darle médula de lucha y sonar de batalla»[4].
Cecilia Ansaldo es una escritora reflexiva, humana y profunda. Experta en el análisis de la lengua creativa, está consciente de los valores estéticos de la literatura en todos sus registros. Muchos de sus comentarios críticos han desentrañado incluso el valor de la «oralidad» en la escritura. Nada extraño en esta prestigiosa catedrática que, al impartir sus enseñanzas, hace también un uso verbal de la lengua. En su discurso, ha hecho referencia al elemento oral locativo presente en «El poema del montuvio» de Aurora Estrada y Ayala. Bien sabemos que el lenguaje hablado —creación antropológica anterior al lenguaje escrito— se va nutriendo del habla de su gente a través del tiempo y del espacio geográfico, porque la lengua, expresión del espíritu humano, es una criatura viva.
Lectora asidua, Cecilia Ansaldo bebe directamente de las fuentes. Así lo ha demostrado al desentrañar los textos poéticos de las dos escritoras costeñas. En un luminoso artículo reciente, nos alienta a saborear los frutos humanos de la verdadera lectura en un mundo vasto y diverso: «la vida-libro —dice— nos bifurca, nos diluye en varios (…). La simplicidad no existe»[5].
El pensamiento y la obra de Cecilia Ansaldo es un testimonio de que el conocimiento de la lengua es fundamental no solo en el ejercicio de las Letras, sino también para nuestra relación con las personas y la sociedad. Como diplomático, puedo asegurar que ello también es cierto en el ámbito de las relaciones internacionales en un mundo complejo y plural que a menudo enfrenta —como ahora— la discordia y la zozobra. Sin la lengua no podríamos entendernos ni construir un mundo civilizado, porque para este loable propósito no importa el idioma en que hablemos: todas las lenguas son capaces de transmitir ideas, emociones y valores semejantes. La lengua es, pues, un instrumento indispensable para la construcción de la paz y la cultura. Ser parte consciente del planeta que habitamos exige saber leer en el libro abierto del mundo sus múltiples registros. Con lucidez, sentido de actualidad y optimismo, en uno de sus artículos de opinión, nuestra colega nos alerta que, pese a que a menudo «vivimos con los ojos clavados en nuestro contorno, ya sea por individualismo (…) o por exacerbación de los dramas nacionales, (…), somos ciudadanos de todo el planeta» y que, así como «el ser humano construye tanto como destruye, crea lenguajes y productos para alentar los mejores sentimientos de los que somos capaces (…)»[6].
A través de su columna de opinión en el diario El Universo, Cecilia Ansaldo nos ofrece profundos comentarios sobre la literatura y la vida, recordándonos que ambas están en constante movimiento en busca de los signos más profundos del destino humano. Concuerdo plenamente con ella. Las grandes obras de la literatura nos han hablado de lo permanente, como de nuestra realidad mutante. Así, la Biblia nos cuenta del éxodo del pueblo errante hacia la Tierra Prometida; la Ilíada, del ominoso pliegue y repliegue de naciones en guerra; la Odisea y la Eneida, del retorno del héroe a su patria tierra; la Divina Comedia, del viaje de Dante a mundos sobrenaturales; El Quijote, de la travesía del ser por los dominios de la lucidez y la locura. «Toda biblioteca —dice, por su parte, la escritora española Irene Vallejo— es una viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad»[7].
En la sede de esta prestigiosa Universidad, considero oportuno destacar también la valiosa contribución de Cecilia Ansaldo en el campo de la educación, tarea que para los griegos de la Antigüedad clásica era la única a la que merece la pena consagrarse.[8] A través de una vida entera dedicada a la escritura y a la educación, Cecilia Ansaldo ha venido haciendo un valioso aporte a la lengua y al papel que esta desempeña en la construccción de un mundo mejor. El filósofo español Emilio Lledó resalta la importancia de la educación en la búsqueda de una sociedad más justa. «[E]l género humano —dice— se construye a través del lenguaje, de la inteligencia, de la “philia”, de la relación con los otros, de la búsqueda de la concordia», lo cual debe hacerse «con educación, con libertad (…). La ignorancia —agrega— es el origen de la violencia y de la falsificación del mundo». [9]Y, recientemente, Santiago Muñoz Machado, director de la Academia Real Academia Española, nos ha recordado también que el uso claro y correcto de la lengua «mejora la democracia, en la medida en que todos los ciudadanos se entienden mejor con los poderes públicos (…), mejora nuestra cultura, mejoran las bases del entendimiento social».[10].
Mientras leía los escritos de Cecilcia Ansaldo en preparación de este disurso, iba advirtiendo cada vez con mayor claridad que su fecunda trayectoria en el campo de las ideas y de la acción sigue un derrotero semejante al de las ilustres mujeres ecuatorianas analizadas en su ponencia. Y es que a través de la armonisa sonoridad de su pluma, de su amplia cultura humanista y de su talante combativo, Cecilia Ansaldo ha dado también un claro testimonio personal de sus convicciones democráticas. En tiempos difíciles del Ecuador contemporáneo en que la libertad de expresión fue perseguida y denigrada por el gobierno autoritario de entonces, ella, en su columna de opinión en el diario El Universo —uno de los periódicos agredidos— mantuvo firme y altiva su libertad de pensar, crear y expresar frente al poder omnímodo que trató de silenciar nuestra voz. El poder será siempre una amenaza latente contra la lengua y la literatura cuando la democracia se debilita y el poder nos atenaza. Un ejemplo reciente en la región ha sido la clausura de la Academia Nicaragüense de la Lengua y del Centro de Escritores de Nicaragua por parte de la dictadura de ese país, acto que constituye una verdadera vileza contra la lengua y la cultura. En nuestro país hubo también, en la década pasada, una seria tentativa gubernamental para despojar a nuestra Academia de su autonomía y personería jurídica, algo que no prosperó gracias al entereza de la nuestra Directora. Con ocasión de la reciente Feria del Libro en Buenos Aires, Mario Vargas Llosa dijo: «Me genera temor que los gobiernos operen en el campo de la literatura (…). La gran riqueza del idioma español no ha sido promovida por ningún gobierno(…). La literatura (…) muestra las deficiencias de una sociedad, clama contra ellas, se propone enmendarlas (…). Los gobiernos hacen creer que la realidad está bien hecha y la literatura, mal hecha (…). Hay que exigir a los gobiernos que toleren esa literatura insolente e incómoda, como un contratiempo»[11].
Las ilustres poetas analizadas en el discurso de Cecilia Ansaldo cumplieron cabalmente con la responsabilidad del intelectual frente a la sociedad, responsabilidad que —lo mismo para el escritor que para el artista— consiste en crear desde una postura insobornable de libertad. «Los poetas —nos ha dicho Cecilia Ansaldo en su discurso— son antenas de su tiempo, que, a la vez que ahondan en sus entrañas, otean el horizonte»[12].
Desde su columna periodística —bastión de expresión y libertad intelectual— y en todas sus obras, Cecilia Ansaldo asume dos pasiones que definen su talante intelectual: una profunda reflexión sobre la condición del ser humano contemporáneo, y una entrega sin reservas a la escritura sin fronteras, porque bien sabe ella que no es el «lugar», ni el «tema», ni el «verso o la prosa» lo que otorga una condición a la escritura, sino que «[l]a literatura —como afirmó Jorge Edwards al recibir el Premio Cervantes— es un espacio mental, una corriente, un río invisible que corre por el interior de todos nosotros… dentro de la maravillosa constelación de nuestra lengua».[13]
En suma, Cecilia Ansaldo Briones —educadora, escritora y maestra en el sentido griego de la palabra— ha hecho de la lengua un afinado instrumento para la expresión de sus ideas y nos ha recordado que nuestra entidad no es un museo de palabras sino un ente vivo encargado no solo de custodiar el patrimonio lingüístico, sino de promover el uso cotidiano de la lengua en todos ámbitos de la vida humana.
Permítame, señora directora, expresar a la doctora Cecilia Ansaldo Briones la felicitación y agradecimiento de la Academia Ecuatoriana de la Lengua por habernos dado a conocer, con profundidad, rigor analítico, talento y sensibilidad, la valiosa contribución de las insignes poetas María Piedad y Castillo de Levi y Aurora Estrada y Ayala, quienes han engrandecido, a través de la lengua al servicio de la vida, la cultura de la nación. Ellas brillarán siempre en nuestra memoria histórica por el delicado vuelo de sus versos y por su valerosa lucha por los derechos civiles, políticos y sociales de la mujer ecuatoriana.
A diferencia de ciertos distópicos personajes que recomiendan «no dejar nada por escrito», el discurso de Cecilia Ansaldo Briones y el mío de respuesta serán publicados en las Memorias de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
Con estas palabras, que he titulado «Cecilia Ansaldo Briones: Cultura, lengua y estilo», me es muy grato, en nombre de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, dar la más cálida y cordial bienvenida a la doctora Cecilia Ansaldo Briones, distinguida catedrática de esta prestigiosa Universidad de la ilustre ciudad de Guayaquil —cuna de Olmedo, de grandes escritores y de ciudadanos de pensamiento claro, democrático y valeroso, como Francisco Huerta Montalvo—, en calidad de miembro de número, silla “H”, de nuestra Academia, la más antigua entidad cultural de la República. La calidad de la obra[14] de Cecilia Ansaldo Briones, dilecta amiga y maestra de esta prestigiosa Casa Grande, enriquece humana e intelectualmente a Academia Ecuatoriana de la Lengua, a las Letras y a la cultura del Ecuador.
Señora directora, colegas, amable auditorio.
Universidad Casa Grande de Guayaquil, 7 de julio de 2022.
[1] Cecilia Ansaldo Briones, “Rimas”, El Universo, Guayaquil, 2 de junio de 2022.
[2] Ver, «De la voz armoniosa y profunda: Mujer y poesía en la obra de María Piedad Castillo de Levi y Aurora Estrada y Ayala», Discurso de incorporación de Cecilia Ansaldo Briones como miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
[3] Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones. Ginebra, Documento E/C.12/GC/21, 21 diciembre 2009. Este histórico documento fue aprobado siendo presidente del referido Comité el autor de este escrito.
[4] Benjamín Carrión, “Aurora Estrada, la poeta del proletariado ecuatoriano”, Guayaquil, El Telégrafo, 11 diciembre 2013.
[5] Cecilia Ansaldo Briones, “La vida como un libro” El Universo, 9 junio 2022).
[6] Cecilia Ansaldo Briones, , “Desde fuera”, El Universo, Guayaquil, 19 marzo 2022.
[7] El infinito en un junco, Penguin Random House, Siruela, 2021, p. 40.
[8] Irene Vallejo, El inifito en un junco, p. 147.
[9] Emilio Lledó, Identidad y amistad. Palabras para un mundo posible. Taurus, 2022.
[10] Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española (RAE), Entrevista con EFE, Lima, junio 2022.
[11] Mario Vargas Llosa, “Leamos”, 6 mayo 2022.
[12] Ver, «De la voz armoniosa y profunda: Mujer y poesía en la obra de María Piedad Castillo de Levi y Aurora Estrada y Ayala», Discurso de incorporación de Cecilia Ansaldo Briones como miembro de número de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
[13] Ver “La aventura del idioma”, Discurso de Jorge Edwards al recibir en 1999 el Premio Cervantes de Literatura, párrafo 2.
[14] La literatura ecuatoriana de los últimos treinta años. Varios autores. Quito, El Conejo, 1983. Cuento contigo. Antología del cuento ecuatoriano. Guayaquil: Universidad Católica-Universidad Andina, 1992. Cuentan las mujeres. Antología de narradoras ecuatorianas. Bogotá, Editorial Planeta, 2001. Géneros 9, libro de texto de la Colección Polilibros de Poligráfica, Guayaquil, 2003. Redacción para todos, de Ariel, Editorial Planeta, 2005. Segunda edición, 2011. Antología del cuento ecuatoriano. Quito, Editorial Alfaguara, 2011. Cuentos de Guayaquil. Antología. Publicaciones del Municipio de Guayaquil, 2011.