Desde hace años escuchamos decir a los más pesimistas que en el Ecuador se lee muy poco. De hecho, yo era uno de esos desmoralizados ciudadanos que repetía aquella cifra que alguien soltó alguna vez y que se convirtió en un dogma para el mundo del libro local: “aquí se lee apenas medio libro por persona, por año…”.
Más tarde, con las cifras reales de los libros que se imprimen localmente más los que se importan al país, comparadas además con las ventas registradas por las librerías a nivel nacional, ese porcentaje pobrísimo que nos colocaba a la zaga de todos los países latinoamericanos en índices de lectura, fue desmentido por las simples matemáticas aunque, sin duda, aún nos encontremos muy lejos de varios países de la región.
En todo caso, no existe un solo estudio confiable que nos pueda decir cuanto se lee en el Ecuador, pero también es verdad que en los últimos años, gracias a fenómenos literarios mundiales como “Harry Potter”, “El Señor de los Anillos”, “Juego de Tronos”, entre otros, y gracias también al crecimiento de la literatura infantil con autores ecuatorianos de gran calidad y proyección internacional, hoy las nuevas generaciones muestran mayor interés por la lectura. Si a esto añadimos el crecimiento evidente de lectores medido en la cantidad de clubes de lectura que tiene el país (una abrumadora mayoría de ellos exclusivamente femeninos), podríamos explicar de algún modo el fenómeno que acabamos de presenciar en la VII Feria del Libro de Guayaquil, que concluyó el domingo anterior.
Me refiero concretamente a las larguísimas filas que se formaron en el exterior del Centro de Convenciones para adquirir entradas a la feria (no se trataba de un evento gratuito ni de un espectáculo musical o deportivo de masas), y luego a la interminable y constante fila de ingreso al recinto ferial, y también a las salas que se llenaron de espectadores para escuchar a los escritores nacionales y extranjeros invitados al evento. Y, cómo no, a las multitudes de compradores de todas las edades que acudieron a los puestos de las librerías, que hicieron extensas filas para pagar y que luego volvieron a hacer largas colas para que sus autores favoritos firmarán ejemplares.
Alguien comentó esos días en Guayaquil que este fenómeno solo lo había visto en Madrid, Bogotá, Buenos Aires o Guadalajara, ciudades que mantienen ferias extraordinarias, verdaderos acontecimientos mediáticos alrededor del libro y los escritores, con muchas décadas de ventaja sobre nosotros. Lo cierto es que más de veinte y cinco mil visitantes que acudieron durante los cinco días del evento, podrán confirmar lo que aquí consigno.
Pero lo mejor de todo es que la Feria del Libro de Guayaquil, con Cecilia Ansaldo a la cabeza de un gran equipo que merece todos los aplausos, se ha superado a sí misma año tras año y es el verdadero ejemplo de una organización exitosa. De modo que, dejo aquí una vez más esta pregunta: ¿Cuánto se lee en Ecuador?
Este artículo apareció en el diario El Comercio.