El amanecer y la mañana
Las 4 a. m.
Hoy hallo el corazón en brisa leve,
para nombrarte, Amor, de amor rendido,
latido desde el sueno presentido,
deja tu dardo azul sobre la nieve.
Afligido en amor, haz que me lleve
tu pálido rosal de amor perdido,
el árbol, bajo el cielo, que ha sufrido
la mejilla del llanto cuando llueve.
Herido de la eterna pesadumbre,
abierto en el costado por tu lumbre,
la mano en sangre por amor llagada;
traigo la espiga del ausente grito,
desde el verde madero donde habito,
con mi roja caricia enamorada.
Las 5 a. m.
Ingenua como el alma de la brisa,
perfumada en la rosa mas amada,
cierta como la paz siempre sonada,
abierta en flor, en música y sonrisa.
Imagen del amor que se precisa,
límpida como lámpara sagrada,
milagrosa de amor, fuente sellada,
en el claro jardín de tu sonrisa.
Dorada por el sol tu cabellera.
Tú misma en alto sol de primavera,
imagen de mi amor, flor de mi huerto.
Íntima de mi ser: te transfigura
la dulzura de tu alba y tu ternura
sobre el humano corazón ya muerto.
Las 6 a. m.
Liviana como el ala que me toca
el corazón, en el liviano paso
de mi sangre en tu sangre. Como un vaso
que, infinito de amor, llega a mi boca.
Esa mi misma boca que te invoca
cuando, en la ciega noche, me traspaso
con la flecha que viene de tu brazo
y, liviana en el aire, me, provoca.
Liviana como el aire, me conmueve
tu desnudez tan límpida y tan leve,
tan nocturna de amor como un suspiro.
Promesa: suave pan sobre mi mesa,
cuando sientes mi aliento que te besa,
yo, desde el fondo de mi amor, te miro.
Las 7 a. m.
Tuya mi sed, mi angustia, mi tormenta,
tuya mi ardiente noche desvelada,
tuya mi ancla de amor enamorada
y mi vino de amor que me sustenta.
Tuya la hora de ardor, que me consienta
poner tu corazón en mi callada
sombra sin sol, en lumbre violada
por desiertos destinos en afrenta.
Tuya mi mano al corazón doliente,
mi pasado de amor sobre tu frente
y el cielo de tus ojos en mis ojos.
Tuya, por fin, Mujer, mi Poesía,
mi voz, con una azul melancolía,
en el refugio de tus labios rojos.
Las 8 a. m.
Porque en la verde noche estoy amando,
ebrio de verde miel en la mirada,
mantienes la ternura sepultada
en las cosas de amor que estoy hablando.
Porque las ciegas manos, desatando
los finos hilos de la trenza amada,
sorprenden en tu frente una callada
niña de roja sangre, delirando:
ponme un río de luz en la cabeza,
la lámpara de azul en la tristeza,
junto a la piedra donde crece el llanto
porque de sólo hoy, y en la terneza
de amarte con amor, tengo pereza
de que te quiera como quiero tanto.