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Discurso de don Álvaro Alemán en la incorporación de doña María Helena Barrera

Compartimos con ustedes el discurso de bienvenida que leyó don Álvaro Alemán Salvador el pasado 21 de noviembre en la incorporación, en calidad de miembro correspondiente, de doña María Helena Barrera-Agarwal.

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Compartimos con ustedes el discurso de bienvenida que leyó don Álvaro Alemán Salvador el pasado 21 de noviembre en la incorporación, en calidad de miembro correspondiente, de doña María Helena Barrera-Agarwal.

Quito, 21 de noviembre de 2023.

Buenas tardes. Quisiera agradecer a la directiva de la Academia Ecuatoriana de la Lengua por haberme distinguido con el honor de pronunciar unas palabras en la ocasión de la incorporación de María Helena Barrera a la Academia Ecuatoriana de la Lengua. He leído y admirado la obra de María Helena Barrera, primero a la distancia desde hace muchos años; más tarde, a través de contacto directo con la autora y la persona, he podido constatar no solo sus méritos intelectuales sino también sus indudables virtudes humanas, la generosidad principal entre ellas. No soy el único en observar la presencia de una deuda importante con la obra de María Helena Barrera, una obra que ha llenado múltiples vacíos de la historia literaria del Ecuador y que lo sigue haciendo. En lo que sigue aspiro presentar mi visión particular sobre el trabajo histórico-literario de María Helena Barrera: sus características, su método y el modelo que representa para la elaboración de una nueva historia literaria del Ecuador, distinta a aquellas que circulan entre nosotros.

Empiezo con un listado breve de su obra:

María Helena Barrera inicia su carrera como escritora con un libro de poesía: Canción que brota leve, 2003. Entre sus libros de ensayos se encuentran: La Flama y el Eco: ensayos sobre literatura, 2009; Jornadas y talentos: ilustres ecuatorianos en los Estados Unidos, 2010; Merton y Ecuador, la búsqueda del país secreto, 2010 que ganó el premio nacional de literatura Aurelio Espinosa Pólit; León americano – La última gran polémica de Juan León Mera, 2013; Mejía secreto: facetas insospechadas de José Mejía Lequerica, 2013; Dolores Veintimilla, más allá de los mitos, 2015; Anatomía de una traición: la venta de la bandera, 2015; Disquisiciones, 2022.

Como traductora podemos citar, sin ser exhaustivos: Nazrul Islam, Kazi, Nazrul – Prosa y poemas selectos, 2014; En colaboración con Benjamín Clark, Rahman, Sheik Mujibur, Memorias inacabadas, 2017; Alauddin, Razu, Secretamente he dibujado el mapa del deseo, 2019; de próxima aparición: Ghalib, El Libro de Ghalib (Diwan-e-Ghalib), la primera traducción al español directamente del urdú.

Como editora ha publicado: Veintimilla, Dolores, De ardiente inspiración: obras de Dolores Veintimilla, 2016.

Entre sus obras cuenta más de 300 artículos y ensayos publicados en medios electrónicos y tradicionales en México, Perú, Colombia, Ecuador, Estados Unidos y España y un sin número de conferencias pronunciadas en distintas reuniones académicas en varios continentes. Ha publicado en la Revista Nacional de Cultura, en Podium, en Kipus, en Letras del Ecuador, Procesos, Alkmene, Letras Libres, La Tempestad, País Secreto y muchas otras. Los intereses de María Helena Barrera son múltiples: historia y literatura del Ecuador, periodismo latinoamericano, traducción, los siglos XIX y XX en Ecuador y América Latina, historia de los cataclismos, literatura de mujeres, historia de la imprenta, historia de la distribución de libros en español en los Estados Unidos, fan ficción en español. Su interés especial gira en torno de un puñado de autores: Dolores Veintimilla, Camilo Egas, Jorge Carrera Andrade, Cayetano Lanuza, José Mejía Lequerica, Nazrul, Juan León Mera, entre otros, y la lista crece.

Es miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, del Centro Internacional de la India, del club PEN de Estados Unidos, del National Book Critics Circle y de la Asociación de Estudios Latinoamericanos.

María Helena Barrera es doctora en derecho por la Universidad Central del Ecuador, tiene una maestría en informática jurídica por la universidad de Montpellier, una segunda maestría en propiedad industrial en la universidad de Grenoble y una tercera maestría en propiedad intelectual otorgada por el Franklin Pierce Law Center, en los Estados Unidos.

Y paso a continuación a reflexionar sobre su obra:

En la segunda de sus “Consideraciones intempestivas”, Friedrich Nietzsche reflexionó sobre una temática urgente en su tiempo, tituló a su composición, Ventajas y desventajas de la Historia para la vida. Por un lado, el autor alemán se propone discurrir sobre los peligros del historicismo en una época deslumbrada por el pensamiento histórico y por la disciplina académica de la historia. Nietzsche está interesado en pensar la (in)conveniencia de la historia en múltiples instancias. Señala, por ejemplo, la inconveniencia de un pensamiento histórico permanente debido a que la meditación sobre los fracasos del pasado puede convertirse en garantía de fracasos en el presente. En esta tarea, Nietzsche postula tres distintos tipos de historia, para mal y bien: las historias: monumental, anticuaria y crítica. La primera de estas consiste, como lo dice su nombre en una aproximación a los grandes acontecimientos del pasado, de manera que sirvan de modelo e inspiración ante un período de escepticismo generalizado, o ante un momento de excesiva timidez. La segunda es una historia de “preservación indiscriminada de todo”, en la que nada debe desecharse en aras de recuperar la especificidad del tiempo anterior. La última es una historia valorativa, interesada en censurar los errores del pasado para abrir un espacio a los intereses del presente.

Cada una de estas formas tiene valor, y cada una representa un peligro. La historia monumental puede fácilmente convertirse en una historia de veneración del poder, o en instrumento de identificación de gobiernos contemporáneos, que se apropian de la grandeza del pasado para sus propios fines, la historia anticuaria puede convertirse en un fetichismo estéril y la historia crítica en un instrumento narcisista de censura y de eliminación de todo rastro de diferencia histórica, aplanando el pasado para instaurar la dictadura del presente.

A mi entender, la obra de María Helena Barrera hace un alegato por una historia anticuaria de la literatura ecuatoriana. Veamos por qué.

Dice María Helena Barrera en su estupendo estudio sobre la novela de Alfredo Pareja Diez Canseco El muelle, que tiene lugar en la ciudad de Nueva York a inicios de la década de 1930.

En las secciones neoyorquinas de El Muelle, pareja enfoca su relato con un punto de vista dual. Por un lado, utiliza su innato talento como historiador, absorbiendo detalles del entorno y procesándolos para presentar el ámbito neoyorquino con excepcional perspicacia, en múltiples niveles de significado. Por otro lado, se sirve de elementos de su experiencia autobiográfica para crear una narrativa en la que los hechos y personajes reales brindan su energía y verosimilitud a la ficción. Ningún elemento en la narrativa es gratuito. Manhattan, Brooklyn y el Bronx, por ejemplo, aparecen no solo como áreas geográficas o delimitaciones distritales, sino como zonas de preciso significado político y social… el resultado es un extraordinario documento histórico, un complejo testimonio sobre las primeras etapas de la Gran Depresión en Nueva York desde la perspectiva de un migrante latino de la época.

Para ilustrar este aserto, María Helena Barrera cita un fragmento de la novela de Alfredo Pareja Diez Canseco:

“En el espacio negro, muy alto, aparecía de minuto en minuto, un columpio sostenido por invisible arco. En él, una muchacha se mecía levantando las piernas, mientras que, sobre su cabeza, en grandes letras rojas, rayaba el cielo oscuro un mágico anuncio luminoso”.

Comenta la autora:

“Se podría presumir que esa aparición es solo un producto de la imaginación del novelista, tal es su aparente inverosímil carácter. Sin embargo, al investigar documentos de la época, es posible identificar la imagen con un anuncio eléctrico de la compañía de anuncios dentales Pepsodent, presente en Times Square durante el tiempo en que Pareja estuvo en Nueva York. El examen del manuscrito de El Muelle confirma esa apreciación: el párrafo original, modificado en alguna versión previa a la publicación de la novela, termina identificando las letras rojas del anuncio luminoso como formando la palabra Chevrolet. Una fotografía del anuncio confirma punto por punto tal descripción”

Quiero articular la tarea de María Helena Barrera en este fragmento para que no queden dudas al respecto. Barrera dice que Alfredo Pareja hace uso de su experiencia personal en Nueva York, de su conocimiento del espacio, físico e imaginativo de la ciudad, para poner en escena su novela. Luego, al citar un momento de la novela, en la que una imagen fantástica de neón aparece, Barrera consulta el registro de imágenes de la ciudad de Nueva York, en el año de 1930, junto con versiones previas y manuscritas de la novela, para verificar y ratificar su contenido. ¿Por qué lo hace? ¿Qué importancia posible puede tener la constatación de la existencia de un letrero eléctrico que pestañeó en la noche neoyorquina de hace más de 90 años? El asunto gira en torno de la noción de verosimilitud, distinta para el novelista y la historiadora de la novela. Para hacer explícita nuestra tesis podríamos decir que la credibilidad de un supuesto hecho histórico de hecho aumenta en proporción directa a su irrelevancia. Esto es análogo al efecto realista en la novela que aspira a la verosimilitud, es la irrelevancia de ciertos elementos en un relato aquello que comunica el efecto de lo real, por qué se describiría algo irrelevante, pues, si no es porque es “verdadero” ¿por qué mentir sobre el color de una bufanda, o la exactitud de una fecha? En el caso de la elaboración de una historia literaria, debemos insistir en la importancia del hecho inconexo, debido a que nada se puede determinar, a priori, como irrelevante para uno u otro contexto en la obra literaria, de modo que se hace importante recolectar todo tipo de dato, por si acaso. Se trata entonces de una irrelevancia que viaja.

Dice María Helena Barrera al comentar el periplo de Enrique Gil Gilbert al viajar a Nueva York debido a que recibió el segundo premio en un concurso internacional de novela con la obra Nuestro Pan: “Enrique Gil Gilbert llegó a Nueva York el 7 de abril de 1941 en el buque Santa Lucìa de la Grace Line”. En el pie de página señala “Datos tomados de List of Manifest of Alien Passengers for the United States, S.S, Santa Lucia, passengers sailing from el Callao, Perú.”

El objetivo de esta historia, anticuaria, es volver a recordar el valor de ciertas formas de escepticismo y de argumentación, que rinden tributo no solo a la complejidad de la literatura sino a las dificultades de pensar a la literatura como una forma histórica. Una y otra vez, los críticos se apoyan en la autoridad de los hechos descritos por otros como la materia prima para sus interpretaciones, porque no imaginan que les mienten, o que se equivocan. No es que hay demasiadas mentiras en el campo relativamente poco trascendental de la historia literaria, aunque sí hay muchos errores, El asunto en su nivel más simple: se requiere un trabajo arduo para verificar información histórica, y esto antes de ponderar su importancia.

Estas dificultades no se resuelven simplemente evocando las formas menos controvertidas de las formaciones históricas, las historias de publicación, las variantes textuales, los géneros y esquemas narrativos de determinada obra. Se trata de métodos útiles que apuntan fundamentalmente a la acumulación lenta de información no contingente, es decir, información cuya contingencia no es inmediatamente evidente, eso nos da, como decía Lanson, un sentido del pasado, como pasado. Hacer este trabajo, y hacerlo bien, es mucho. La historia anticuaria constituye entonces, algo así como un exceso de información inasimilable, junto con un conocimiento visiblemente no decisivo.

Veamos unos ejemplos:

“Al momento en que Arizaga escribe esas líneas, han transcurrido diecisiete años desde su intervención en el proceso canónico y más de una década desde que ha perdido el expediente del mismo. ¿Se debe al olvido y al paso del tiempo su inexplicable afirmación? ¿O responde la misma a otras razones? Imposible saberlo”.

“Es imposible determinar con exactitud el día de su arribo a Cuenca” (Blest Gana)

“La fuente exacta de esos versos, y su configuración es imposible de determinar al momento, en razón de lo incompleto del expediente observado”.

Escuchemos ahora a María Helena Barrera en sus propias palabras:

Una aproximación más estricta a los orígenes de las obras esenciales de la literatura ecuatoriana es indispensable para reevaluar lo que, a veces erróneamente, consideramos como un acervo inamovible. Como la historia del canon de Dolores Veintimilla demuestra, no se debe asumir a priori, que un texto publicado repetidamente es el correcto, en ausencia de un original que compruebe tal hecho. Tan solo una investigación documentada, orientada hacia las raíces de un legado literario, puede confirmar o denegar la fidelidad de una versión, incluso si la misma ha sido considerada definitiva y reproducida como tal en múltiples ocasiones…Más allá de la necesidad de comprobar la fidelidad textual de una obra, los detalles de su conservación y transmisión permiten apreciarla mejor dentro del contexto de su tiempo y su posteridad. La anonimidad de individuos clave al esfuerzo de proteger el legado de Dolores durante el siglo diecinueve es detalle elocuentísimo que apunta al impacto de su suicidio sobre la pervivencia y difusión de sus escritos.

La anonimidad elocuente nos dice María Helena Barrera, la imposibilidad de determinar una voz oculta, pero a la vez la importancia indeclinable de buscar, en el universo de datos sobre el pasado, aquello que tenga el potencial de decir lo indecible. Hay muchos tipos de historias literarias, con distintos fundamentos, todos inestables de distintas maneras, pero a la vez indispensables para pensar nuestros papeles como académicos y críticos. La mayoría de nosotros, sospecho, no sabemos plenamente por qué nos interesa el pasado, y por lo tanto, la historia literaria y solo lo podemos formular mediante un enunciado inexacto —el deseo de hablar con los muertos— aquello a lo que aspiramos sin pleno entendimiento.

Una historia literaria de filiación anticuaria se diferencia de la mayor parte de ejercicios similares ensayados hoy en día por los estudios literarios universitarios. En su gran mayoría estos se ubican dentro de la tradición de los estudios culturales, interesados, en gran medida en el aquí y ahora, en la necesidad de enrolar a los textos literarios del pasado en un esquema de relevancia. La pregunta que se formula desde esa óptica es ¿por qué es importante determinada obra hoy? ¿Qué devela en el presente? Muchas de estas aproximaciones obligan así al texto a instalarse u ocupar un lugar dentro del relato de una historia de dominación, que se hace necesario combatir, tanto en el texto como en mundo empírico de nuestra experiencia cotidiana.

En contraposición a esa historia, política, en el sentido de que aplana el panorama de producción cultural al convertirlo en un sembrío de documentos simplemente útiles o inútiles para alcanzar el objetivo de combatir el mal de turno, la historia anticuaria que se puede vislumbrar en la obra de María Helena Barrera postula una recuperación de información no validada de manera inmediata por las urgencias presentistas, un relato por momentos incómodo y extraño, dispuesto a servir la alternativa de una política impredecible, una historia literaria incompleta y siempre en construcción. Este uso de la historia otorga dignidad a lo pequeño, y a lo que ha caído en desuso.

Bienvenida

En 1892, por encargo de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, Juan León Mera publicaba una Antología que contenía sus Cantares del pueblo ecuatoriano, al que le añadió una sección titulada Antiguallas curiosas, una serie de versos de distinta procedencia, la mayor parte de ellos sin atribución firme. Buena parte de ellos se refieren al inicio de la independencia en 1809, a la ambivalencia de ese momento en la mente de los versificadores de entonces, que rechazaban el ordenamiento colonial, pero que querían una solución indefinida a su reclamo de autonomía y libertad ante la corrupción rampante. Otros versos son de asunto jocoso y otros más de contenido amatorio. Dice Juan León Mera sobre su antología:

“En cuanto al apéndice que lleva el título de antiguallas curiosas, juzgo que no habrá quien ponga en duda su utilidad y creo también que su lectura será agradable”. Mera observa así, en un lenguaje distinto al que yo empleo, la importancia de lo anticuario, y prosigue:

“En tiempos anormales y turbulentos, cuando una idea nueva que había prendido en todas las cabezas llega a desenvolverse y producir hondos cambios sociales, cuando todos los corazones se hallan agitados de un mismo sentimiento, suele despertar en los pueblos una como necesidad poética… parece que, a esa idea, ya a ese sentimiento y a ese nuevo orden de cosas les falta algo, para ser completos, si no lo cantan”.

Mera vislumbra con sus palabras un horizonte incompleto de transformación, en ausencia de la expresión, o de la articulación necesaria para forjar un camino nuevo. Y sigue:

“…Piezas literarias…por las pocas que han venido hasta nosotros podemos juzgar que las pérdidas fueron no despreciables por su lado histórico, en efecto, por esos versos… podemos calar el espíritu de nuestra sociedad de entonces, lo que fue el realismo y el patriotismo, el odio de unos y el afecto de otros a la revolución, el contento de los triunfos y la amargura de los desengaños y las derrotas.”

María Helena Barrera, nacida no muy lejos del terruño que vio crecer, pensar y escribir a Juan León Mera nos entrega, en su fecunda obra, una cosecha rica en antiguallas curiosas, donde podemos calar el espíritu de una sociedad previa al día de hoy, pero que presenta la urgente necesidad de recordar. María Helena Barrera, increíblemente, hace todo esto desde el Exterior, con una energía encomiable y, como dirían quienes nos preceden en la Academia Ecuatoriana de la Lengua, con un estro histórico-literario poderoso.

Aprovecho la cercanía de los Cantares del pueblo ecuatoriano para pronunciar unos versos de ese compendio en son de bienvenida a María Helena Barrera a la Academia Ecuatoriana de la Lengua:

De tu casa a la mía
no hay más que un paso
por encima de todos
dame un abrazo

Gracias.

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