¿Dónde encontrar al testigo,
al hombre despierto que vive su tiempo con un gozo
sustancial y claro;
al que toca las aguas y ve;
al que planta el árbol y ve;
al que ciñe un cuerpo de amor y ve el amor;
al que traspasa con sus ojos la distancia
y la duda?
¿Dónde reside el ángel, y dónde sus mañanas?
Ángel sometido en pleno vigor de vuelo y de horizonte,
llevas, contigo, lejana sombra en los ojos…
tú, que crees que el hombre es triste
o que ha perdido la voz;
tú, que callas ante el eco y el alarido,
ven y escucha este ardiente testimonio:
Cada mar tiene un sentido, un ritmo, una distancia;
cada mar guarda sus albas, su brisa y sus navíos.
Pero a este mar nuestro,
esencia misma del mar,
le brotaron, de sus entrañas abisales,
magmas de lava gris,
llagas de azufre y costras pavorosas;
mar con alma, gestor de tierras islas, de seres tierra,
de rocas incesantes,
de cuerpos sin memoria dormidos a la sombra
de los farallones:
He aquí el resumen del paisaje,
la forma del mundo subsistente
arraigada al tiempo,
contacto primigenio de especies,
residuo de los siglos en la gran confusión.