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«El paraíso perdido» (Diego Oquendo)

Escucho, a los tiempos, el canto de los pájaros. / Y redescubro la partitura del rocío sobre la tez de las hojas. / Mi espíritu se despereza. ¡Cómo mata ganarse la vida! / El aire transporta mariposas a bordo de sus naves...

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Escucho, a los tiempos, el canto de los pájaros.
Y redescubro la partitura del rocío sobre la tez de las hojas.
Mi espíritu se despereza. ¡Cómo mata ganarse la vida!
El aire transporta mariposas a bordo de sus naves.
Incansable discurre la procesión del río.
Se dibuja en el horizonte el esbelto silencio de los troncos.
Ahora soy el de siempre, el que jamás quisiera que se pierda;
pupilas que se dilatan con el paisaje del mundo,
voz que aprendió el lenguaje de las cosas sencillas,
incluso el del torrente, inventor de escalas musicales.

La verdad sea dicha, me cuesta recobrarme:
el espejo del alma se empaña fatalmente.
Y es que el pan de cada día es cada día más duro
y hay que beber el amor en una sola copa,
aunque el corazón se derrame por los cuatro costados.
La angustia nos taladra,
tal si la piel y los huesos estuvieran revestidos de piedra
Una cometa se abandona a celestiales sueños.
Las palomas dejan caer, al picotear las nubes,
semillas de paz entre los surcos.
Alguien ríe. Hermosa manera de anunciar la Primavera.
Pienso en Dios con la ilusión de Mayo.

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