El fin de semana del 20 y 21 de abril, el diario NOTIMERCIO publicó la entrevista que Rubén Darío Buitrón mantuvo con nuestra directora, doña Susana Cordero de Espinosa. Compartimos para todos ustedes el texto tal como apareció en la citada publicación:
«Existe una mediocridad galopante en Ecuador»
Conversación
SUSANA CORDERO, docente y pensadora, condena la pobreza del sistema educativo en el país y dice que las RR.SS. diluyen la vida intelectual en Ecuador.
Innegable la potencia intelectual de esta brillante mujer llamada Susana Cordero. Innegable, también, su calidad humana. Y, además, innegable el amor de todos quienes fuimos sus estudiantes.
Profunda, consciente, elaborada de pensamiento, crítica con el poder y la sociedad. Nada de eso se esconde detrás de la pantalla de zoom por donde ahora conversamos. No fue posible una entrevista personal. Vivo muy lejos, dice. Tengo poco tiempo, añade.
Pero en esta mujer cuencana que vive en Quito hace muchas décadas y que mantiene intacto su particular dialecto austral, encuentro sabiduría, certezas, dardos, frases contundentes.
Ahí la veo, en la biblioteca de su residencia, con miles de libros rodeándola, con esos miles de libros que, como decía Umberto Eco, no necesariamente deberá leer sino tenerlos ahí, como en una botica, para que, en determinado momento, uno acuda a ellos en busca de algún remedio para algún mal del espíritu o de la conciencia.
Y, bueno, de esos males estamos padeciendo como sociedad ecuatoriana. De esos y otros, como el de las redes sociales, tema del que Susana habla con su elocuencia y su drasticidad para el análisis.
“La vida intelectual se diluye en las redes sociales”, empieza a reflexionar con el tono del filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han. Pero ella desarrolla su propia reflexión: “Las redes sociales han sacado lo peor de nosotros: ahora insultamos, gri tamos, mentimos, ofendemos y calumniamos sin ningún rubor y ningún cuidado”.
Pero Susana va más allá. Porque el origen de nuestra incapacidad social para pensar no está en las redes sociales, sino en la pobreza del sistema educativo nacional. Y esto provoca un daño mucho más grave que el de las redes sociales.
Pone énfasis en ciertas frases. En otras, predomina su firmeza para decirlas. Y, en otras, la ternura con las que las pronuncia.
Catedrática de muchas generaciones en las universidades Católica y Otavalo, llegó a comprender algo que parecería un poema, pero que, en verdad, es una verdad contundente: “Si la familia no es profunda, el niño nunca será profundo”. Por ahí vamos, Susanita, por el camino de decir las cosas como hay que decirlas. Y ella las dice: “Dígame, Rubén Darío, si los padres no leen, ¿cómo pueden educar? Si los profesores no leen, ¿cómo pueden enseñar el sentido estético de la palabra? Si en la familia no se lee, ¿cómo pueden llegar a discernir lo que está bien y lo que está mal y, en consecuencia, cómo pueden tomar decisiones acerca de la vida, del futuro, del país?
Quiero preguntarle si todo esto que me dice significa que somos una sociedad fallida. Pero ella se me adelanta. “Ecuador no es un mal país, ¿sabe? Lo que pasa es que los padres no contribuimos a la educación ni de nuestros hijos, peor de nuestros vecinos o de nuestros familiares o amigos”.
Y vamos más al fondo: “Existe una mediocridad galopante en Ecuador. Falta entusiasmo por saber, por conocer. Hay profesores resentidos. Hay colegas ignorantes. Hay niños que no conocen lo mínimo para entender la vida. No se enseña lo esencial de la existencia. Es un sistema errático y triste el que vivimos”.
Y esto que le cuento —reafirma— se lo ve en todo. En Ecuador hay universidades privadas muy caras, demasiado caras para el pobre nivel que ofrecen. Y, en las universidades, en general, hay facilismo, no se entiende el valor del esfuerzo, se privilegia al alumno porque paga y se subestima al profesor porque vive de lo que le pagan”.
Intento no ahondar en el tema político, pero, en el país como el nuestro, no es posible. Nos guste o no, todo tiene que ver con la política. ¿No es cierto, Susana?
“Vivimos una sociedad sumida en el horror. Y en esto mucho tienen que ver los políticos. ¿Usted ha visto algún político que lea, que se instruya, que se forme? Yo no. A los políticos ecuatorianos solo les interesa llenarse los bolsillos y humillar a los ciudadanos”.
Pero esto es lo peor (y es el momento más duro de la conversación): “Si no somos merecedores de la libertad, no servimos para nada”.
Rotunda es Susana Cordero. Rotunda. Valiente. Directa. Aunque me explica (bueno, “me explica” es un decir) que la edad le hace decir estas cosas. Pero yo no le creo. Porque la conozco hace muchos años. En la tertulia académica. En las aulas. En libros que ha escrito (de paso, hay que recordar que es una experta en el pensamiento del autor francés Albert Camus, el premio Nobel de Literatura 1957).
¿Qué nos queda, Susana? “Ser buenos ciudadanos, al menos. Que nos duela el país. Que fluya nuestra angustia y que la angustia se convierta en ira y la ira en cambio”.
Rubén Darío Buitrón