El mar del Norte lame con mansedumbre
las piedras y la arena infinita
de las playas de Moss.
Es el mismo y otro mar, el siempre mar
del admirado poeta ciego.
Las mismas y distantes olas
que lucharon contra la fuerza
de los brazos vikingos.
El mar de las sorpresas y los náufragos
arrastrados hacia insondables profundidades.

Yo disfruto del sol; sus brillos titilantes
me llegan por entre las hojas de los árboles
y una tenue cortina de niebla en el camino
que discreto serpentea hasta la playa.
Ha cesado el viento y la cúpula tranquila
apenas turbada por el vuelo de las gaviotas
se mira resplandeciente en el espejo de las aguas.

Bendigo este instante por estar con quienes amo
y sentir la vida como una gran fuerza
que nos lleva por caminos inesperados
con el pulso misterioso del tiempo
y la ilusión de los frutos terrestres,
inagotable fuente de encanto y maravillas.
Bendigo el mar creado para los navegantes,
Y los mitos y el milagro renovado
que nos llama a contemplar la rosa fugaz
en su inmortal perduración…