«Escrituras por venir» (Fernando Balseca)

La más perfecta expresión de la incomprensión humana / la vega donde recalan plácidos los sueños que sosiegan / tocas el timbre con la firmeza del salto de una atleta / te descuelgas salva de una tarabita que burla el precipicio...

Para Maritza

Poco tiene que decir el que mucho publica.
[me lo dijo Santiago Páez]

La más perfecta expresión de la incomprensión humana
la vega donde recalan plácidos los sueños que sosiegan
tocas el timbre con la firmeza del salto de una atleta
te descuelgas salva de una tarabita que burla el precipicio
al caminar brillas y tus destellos llegan hasta el sótano
cuando te ríes vibras y tus ondas anegan la racionalidad
si te vas el tiempo empieza a dar vueltas hacia atrás
tu sabiduría es dorada piel que pasa electricidad que no desgarra
sabes ser y estar en el momento en que se vierte la cascada
de tarde al amanecer de día en la madrugada en el ocaso
la visión nocturna del animal que descubre la fuente del placer
el choque de la piedra que saca chispas al basalto que se enfría
el agua de la ducha que bautiza la materia que ha sudado
porque me quiero prender de todas las partes de tu cuerpo.

Cuando debo tomar decisiones cruciales, trato de emular alguna
situación que haya leído. A veces parezco un poco lento porque el
acto que para ti quiero repetir es copiado de La vida y las opiniones
del caballero Tristram Shandy, y, dado lo voluminoso del tomo, me
cuesta dar con la escena que duplicaré.

No permaneces a mi lado, pero rondas por aquí.
Por eso escribo: para irme lejos y provocar
el juicio del que carezco de noche en que solo duermo.

Una vez a la semana voy a la tienda de los deliciosos enrollados de
canela a sustraerme unas cuantas servilletas, pues he descubierto que
son magníficas para limpiar los lentes antirreflejos. Seguramente son
importadas, pues no dejan pelusa alguna, como sucede con algunos
papeles u otras servilletas de fabricación nacional. La operación exige
el máximo sigilo, pues podría quedar fosilizado si alguna vez llegas
a preguntarme por qué me llevo las servilletas sin comprar un solo
panecillo.

Si cambio las sábanas
es para impedir que el aire oxide
las huellas de tu paso por la cama.

Mi gusto por los m&m se ha ido incrementando con la edad. En horas
de trabajo me acomodo lo mejor que puedo y empiezo a saborear
una por una las pastillas. Las azules me hacen habitar tu cuello y tu
nuca; las verdes me transportan al día en que luciste un pantalón de
bayeta; las anaranjadas me recuperan la danza de las caderas en tu
andar; las rojas me llevan a la región de pliegues y humedades en que
existes en condición nocturna; las de color chocolate me conducen al
clima benigno que siempre impera en tu boca. Una vez encontré una
gragea blanca. Ese día nos quedamos en casa mientras en la oficina
no podían ser resueltos los asuntos importantes.

Si me ven que me duelo no hagan caso
es sólo un ejercicio de rutina para investirme de mí mismo.
Si me ven que flaqueo en la palabra
no se desesperen porque ya vendrá un día en que el callar me determine.
Si alguien observa que cuando hablo nada digo
no muevan ni un centímetro la cornisa en la que me equilibro, soñoliento.

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