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«Juan Montalvo, en la mirada de Rubén Darío», por Susana Cordero de Espinosa

En una antología de textos de críticos ecuatorianos en homenaje a Darío, encuentro trabajos notables que atribuyen a la personalidad y a la prosa del ecuatoriano Juan Montalvo, decisiva influencia en el estilo dariano.

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Resumen para lectura de la ponencia “Juan Montalvo, en la mirada de Rubén Darío”

Por Susana Cordero de Espinosa, directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua

León, Nicaragua, 19 de enero de 2016

En una antología de textos de connotados críticos ecuatorianos, realizada en 1967 por el entonces embajador nicaragüense en Quito, don  Julio César Alegría, en homenaje al “más universal de los poetas nicaragüenses”,  encuentro trabajos notables que atribuyen a la personalidad y a la prosa combativa, bella y cuidadosamente labrada del ecuatoriano Juan Montalvo, decisiva influencia en el estilo, el fuego, el rechazo dariano a la mediocridad.

El nicaragüense adolescente aún, era consciente de su repugnancia por ‘la mulatez intelectual y  la chatura estética’, y reafirmó su ansia de perfección en  la lectura de los textos montalvinos que,  hacia sus catorce años de edad, se le entregaron. 

Cito:

He aquí cómo ocurrió este feliz encuentro: La fama del muchacho  llegó a la redacción de  un bravo periódico provinciano consagrado a la política que se llamaba, como es natural, “La Verdad”, y que atacaba al gobierno a fondo. Para que ‘aprendiese a escribir’ le dieron los libros de Montalvo y le dijeron que deseaban “artículos de combate a esa manera”. Cuando Rubén lo recuerda, llama a don Juan Montalvo “escritor famoso, violento, castizo e ilustre”. Rubén fue buen alumno: tan bueno, que a poco escribir “a la manera de Montalvo,” la policía le echó el ojo primero y la mano luego. 2) [Alejandro Carrión]

Muchos estudiosos de la obra de El Cosmopolita se refieren también a dicha influencia.  Según Anderson Imbert,  existe algo más que ese entusiasmo inicial:

[…] “No puede ponerse en duda […] al estudiar la influencia de Montalvo en los escritores de Hispano América, la fascinación que el ilustre ecuatoriano ejerció sobre Rubén Darío”. 3)

Edelberto Torres, acucioso biógrafo dariano nicaragüense, en “La dramática vida de Rubén Darío” señala que hacia 1880,  cuando el poeta contaba trece años y aún no había salido de León,  Darío tuvo como oráculo al ilustre ecuatoriano Juan Montalvo de quien es lector voraz.

Años más tarde,  en 1912, el mismo Darío en su autobiografía confiesa: se me hizo escribir artículos de combate que yo redactaba a la manera de un escritor ecuatoriano, famoso, violento, castizo e ilustre, llamado Juan Montalvo, que ha dejado excelentes volúmenes de tratados, conminaciones y catilinarias”… 4)

Juan Montalvo, treinta y cinco años mayor que Darío, había publicado la mayor parte de sus grandes obras, cuando le entregaron al poeta sus escritos. Exiliado Montalvo en Ipiales en 1869 redactó sus sorprendentes  Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, obra que según el hispanista Noël Salomon 

… es lucidísima como dechado de lenguaje. “… Sin pasar por alto otros aspectos de la personalidad de Montalvo, verbigracia, su militancia liberal, su sentido de la justicia, su temperamento de luchador, E. Rodó veía el ‘rasgo maestro’ del escritor en su conciencia del estilo y la forma “como realización de belleza” la literatura de Montalvo ofrece en su conjunto un carácter difícil de comparar y definir”.  5)

En la enciclopedia “Monitor” (Salvat, 1970),   se consideran los capítulos montalvinos como la mejor aproximación en este género al personaje cervantino: “En el siglo XIX, hemos de destacar la valiosa interpretación del ecuatoriano Juan Montalvo, quien en los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes trazó una semblanza del héroe que no desdeñaría su mismo autor: el sentido de raza, tragedia y sublimación fueron magníficamente destacados por el eximio polígrafo ecuatoriano”.

Montalvo llega a Madrid en 1883 y fue acogido por importantes escritores de la época, mientras en su propia patria, alimentada de prejuicios conservadores,  Los siete tratados, su obra mayor,  fue condenada por el arzobispo de Quito monseñor Ordóñez,   quien viajó a Roma para conseguir de León XIII la inclusión del libro en el índice expurgatorio. A esta situación responde Montalvo con su furibunda  Mercurial eclesiástica que más tardese publicó acompañada de un prólogo de Rubén Darío titulado “La Mercurial de Montalvo”.  Darío  manifiesta:

De todos los libros de don Juan Montalvo, la Mercurial eclesiástica es la que representa de manera más visible, aquella rara personalidad del escritor. Puso allí el autor toda su fuerza y toda su gracia. Asombra ver cómo este poderoso príncipe del estilo hace galopar su caballería soberbia por la árida llanura de la pastoral de un señor arzobispo. Al pasar el fogoso tropel se siente temblar la tierra; no queda, después del paso triunfal, ni yerbezuela, ni pobre florecilla mística, ni zarzas, ni cambroneras: Montalvo lo ha destruido todo. Ibíd. p. 9.

Sus biógrafos y críticos leen, en su “Oda al Libertador Bolívar”, la inspiración recibida de la vibrante pieza “Los héroes de la independencia americana”,  de Los siete tratados montalvinos.  

Tenemos como referencia principal de esta relación, la “Epístola a Juan Montalvo”, escrita cuando Darío tenía 17 años:  Poema de 447 versos agrupados  en largos conjuntos significativos del cual, en honor al tiempo,  leeré  aquellos versos inmediatamente reveladores de la admiración que el joven poeta siente por las virtudes estilísticas y morales de nuestro Juan Montalvo

A Juan Montalvo

Noble ingenio: la luz de la palabra / toca el ánimo y dale vida nueva, /mostrándole ignoradas maravillas / en el mundo infinito de los seres. / La eternidad preséntase asombrosa / atrayendo el espíritu anhelante, / y el ansia crece en el humano pecho / al resplandor lejano de la gloria

Versos dedicados a exaltar el valor de la palabra poética, justifican el anhelo de gloria, siempre que se base en el conocimiento y dominio de la palabra, que Darío entiende como mérito irrebatible del ecuatoriano: 

Tú inspirado y deseoso alzas la frente, / y con el diapasón de la armonía / sabio sigues sendero provechoso, / extendiendo la pauta del idioma / y formando al fulgor del pensamiento, / si subes, melodías uniformes / como el ritmo inmortal de las esferas; / si bajas, ecos hondos y terribles / que entre la lobreguez de los abismos / fingen himnos grandiosos y profundos. /

La mención al subir y bajar de la palabra montalvina es referencia a los extremos significativos de la prosa de Montalvo: sube su palabra al referirse a los logros, virtudes, actos de justicia y amor del ser humano; baja,  si se dirige contra los abusivos, envidiosos, codiciosos y falsarios; cada extremo tiene un poder expresivo particular:   los insultos montalvinos  contra la clerecía corrupta, abusiva y dilapidarora, o  contra gobernantes lascivos y tiránicos fueron exaltados por  el mismo Unamuno.

Mojado tu pincel en los colores / de lo inmenso, al mirar lo que tú pintas, / estremecida el alma se contempla, / y sin velo que oculte la figura, / al ingenio aparece deslumbrante; / siendo ante el mundo, de loores lleno, / admiración de la cansada Europa / y orgullo de la América, tu madre.

Darío asiste al ‘cansancio europeo’ en contraste con la novedad de su propio canto. Para él,   España veía la escritura de América   en aquellos años, con los ojos del padre exigente,  nunca satisfecho, y trataba a los escritores americanos como a la mujer, minusvalorándolos, sintiéndolos menores, desiguales  e indignos de sus honores; así sucedió con la obra montalvina que, aunque admirada en su tiempo por algunos escritores españoles,  editada y reeditada por Garnier, en París, no mereció, por ejemplo, la Academia Española para Montalvo, aunque su asiento en ella fue solicitado por Castelar, Núñez de Arce y Valera.

Ésta, vida es de poderoso anhelo, / y  sirve de astro lúcido que guía / a los seres nacidos para el arte, / en el camino largo y espinoso / por donde van a recibir el premio / de la luz productiva que formaron; /

El arte es, para Darío,  ‘luz productiva’; la inspiración impulsa al constante y exigente trabajo del   creador: admira  en Montalvo  la entrega a la búsqueda de la belleza, la nobleza y la justicia, forma y contenido de la obra de arte, pues el artista siente como nadie el dolor y la dicha de todos.

Largos versos dedica el poeta a la religión y su valor vital. Se diría que, al hacerlo, quiere reivindicar la limpieza de la fe de Montalvo,   tratado   de antirreligioso y enemigo de Dios y de la Iglesia. Se atiene a la opinión del Cosmopolita,  que tiene un alto concepto de la religión bien vivida, con dignidad y virtud auténticas:

Religión santa enseñas, cuando herido / por mano oculta y por palabra indocta / abres tu corazón  y tus potencias; / crees en Dios: en ese Dios eterno / que anima la creación y vidas forma: /

Con juvenil pasión, llama genio a Montalvo, y  reconoce que escribir es una lucha, no un placer, que hacerlo bien no es don para los que buscan lo fácil… La obra por escribirse es,  en verso de Dario ‘el monte escarpado’ cima que se ha de conquistar. Concede a Montalvo condición genial… y no importa si el genio vive en miseria, ni en ‘sucio muladar’, pues de él obtendrá material para su palabra. La auténtica creación no es temporal: es eterna;  lo eterno, en verso de Darío,  ‘muestra su fondo al creador’.

El poeta dedica a las gestas de Bolívar una parte del largo poema, en clara referencia a la forma y el estilo de  la figura del Libertador recreada por Montalvo en sus Siete tratados.  Agradece a este último haberle descubierto la virtud, el aliento, el valor de Bolívar.

Sobre todos los grandes vencedores / que al mundo llenan de terrible asombro, /aparece Simón, alta la frente, / azote de relámpagos su espada, / su brazo es huracán que todo asuela, / su mirada poder incontrastable, / su cerebro es hornalla misteriosa / donde se forman altos pensamientos, / y su gran corazón, nido de llamas, /

Cervantes culminó el Quijote con el propósito de impedir que alguien más quisiera hacer la del ‘fingido y tordesillesco’ Avellaneda y,  como  exhortación hecha a sí mismo en la figura de Cide Hamete, escribe: “Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: aquí quedarás colgada de esta espetera y de este hilo de alambre, ni sé si bien  cortada o mal  tajada,  péñola mía, adonde vivirás luengos siglos si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte”.

En la última parte del poema, Darío alude al peso enorme de la creación cervantina:  

El Genio Manco, admiración del mundo, / risueño Atlante con el pecho herido, / carga sobre sus hombros mole inmensa / que por mucho que es grande no le agobia. // Y la divina carga, ¿quién la toca? // Tiempos pasan y tiempos; mano osada /  nunca llegó al tesoro venerando /

Y Darío,  ante Montalvo, que se atrevió   a descolgar la pluma ‘de la espetera’ sin deshonrarla,  en sus   Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, reconoce sobre el ecuatoriano: 

Ahora tú: con brío; así, ¡adelante! / ya tienes a la espalda el promontorio; / camina; bien, sin vacilar; seguro / está que no caerás; el fuego sobra: / es pecho americano ese que alienta; // Loor eterno / al hispano gigante celebrado / que creó la epopeya de la burla / mezclada con las lágrimas dolientes; / y gloria al de la América garrida / hijo osado, que el vuelo tiende ahora / hasta donde los astros resplandecen. / Mira, ya sobre ti flota la lumbre / y tú penetrarás su excelso arcano… / ¿Cómo no has de acercarte hasta la cumbre / si Cervantes te lleva de la mano?

(Ciudad y fecha de redacción de ‘Epístola a Juan Montalvo’ por Rubén Darío: León de Nicaragua, 10 de junio de 1884).