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«La ciudad sin proyecto», por don Fabián Corral B.

Quito es una ciudad sin proyecto. Es una ciudad que se pierde entre el tumulto, la informalidad, el desorden y la falta de autoridad. El centro histórico está en camino a la destrucción. La actitud de las autoridades es injustificable...

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Quito es una ciudad sin proyecto. Es una ciudad que se pierde entre el tumulto, la informalidad, el desorden y la falta de autoridad. El centro histórico está en camino a la destrucción. La actitud de las autoridades es injustificable. La desaparición de las elites es una evidencia que dejaron los atentados de octubre y, ahora, la pandemia. Quito es una capital rara: capital sin clase dirigente.

Me pregunto, ¿Quito es una ciudad?, porque no hay sociedad civil que la sienta, que la exprese, que milite por ella, que se duela de su destino. Hay conglomerados de consumidores y vendedores. No hay gente que, como dicen en el futbol, se ponga la camiseta. Hay supermercados y clientes, barrios y urbanizaciones, suburbios y rascacielos, pero eso no es una ciudad que responda a una estructura comunitaria, donde los pobladores actúen en función del compromiso que nazca de un básico sentido de pertenencia.

A diferencia de otras ciudades, Quito perdió su identidad. Se diluyó entre migraciones, desorden urbano, contaminación y malas administraciones; entre visiones cortas, rivalidades subalternas, intereses creados, proyectos de cada grupo y egoísmos insignes. Todas las ciudades han crecido, pero algunas enfrentaron el fenómeno sin abdicar de sí mismas, sin renunciar a su personalidad; crecieron, pero hubo alguna fuerza que mantuvo el sentido de comunidad, un mínimo orgullo de pertenecer al sitio, una percepción de historia, de tradición. Quito, ahora no tiene nada de eso.

El Municipio no puede reducirse a entidad administrativa donde abunda la política y la burocracia, y el olfato electoral. Debería ser el corazón y el cerebro de la ciudad, y para serlo con mérito es preciso que sus personeros no pierdan de vista la convicción de la importancia histórica de la ciudad, la dimensión de su condición de capital, los vínculos con la historia. Que sus personeros tengan siempre clara la responsabilidad que supone la defensa de la ciudad de la avalancha de los tumultos y de la cotidiana agresión que sufre por la violencia y la suciedad.

¿Cómo reconstruir el aire, la cultura, el espíritu de Quito? ¿Se puede restaurar el sentido de comunidad, el respeto, la comprensión de que la ciudad es el lugar donde debe anidar el civismo como concepto y compromiso? ¿Cómo devolverle a la gente la sensibilidad necesaria para proteger a Quito, para rescatarla de la destrucción? ¿Se puede evitar que se convierta en un inmenso mercado donde impera la informalidad y la contaminación? Creo que semejantes tareas no son asunto municipal solamente. Son temas que atañen, además, a cada persona, a cada corporación. Quito es un tema que nunca debió olvidarse en las escuelas, al que jamás debió abdicar la ciudadanía… si existe ciudadanía.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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