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«La clase política», por don Fabián Corral

Ha fallado la clase política, es decir, quienes dirigen el Estado, los que ejercen el poder, los de oposición, los que legislan. Ha fallado, otra vez, ese conjunto de personas, partidos, movimientos y aspirantes a caudillos que construyen sistemas de obediencia...

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Ha fallado la clase política, es decir, quienes dirigen el Estado, los que ejercen el poder, los de oposición, los que legislan. Ha fallado, otra vez, ese conjunto de personas, partidos, movimientos y aspirantes a caudillos que construyen sistemas de obediencia y disponen desde sus trincheras. Ha fallado esa multitud de personajes cuyo discurso es una suerte de encantamiento que embelesa a los ingenuos.

La clase política, que ha ocupado, desde hace tiempo, el poder y los titulares, entrevistas, debates, es decir, los protagonistas de ese asunto que se llama pomposamente democracia, han fallado estrepitosamente ahora, cuando las circunstancias imponen actitudes diferentes, innovadoras, a la altura de los problemas, cuando los tiempos piden generosidad, porque la gente con duelos y angustias, con miedo y enfermedades, con desempleo y quiebras, necesitaba, y necesita, otra actitud y menos demagogia.

Una comunidad con tantos sepelios y tantos dramas necesita eso, no a modo de consuelo, pero sí como respuesta necesaria para legitimar el privilegio de mandar.

La verdad es que no hay conducción de la crisis. Hay datos, informes, cadenas nacionales, propaganda que, por excesiva, se ha hecho inocua. Hay médicos, enfermeras, personal de servicio, policías y militares que dan la cara y ponen el cuerpo. Sí, hay todo eso, y hay que agradecer sin reserva a los que están en la trinchera. Pero en lo que a la clase política corresponde, no hay conducción, no hay orientación, no hay liderazgo.

Al menos yo, por mi deformación profesional, quisiera saber cuál es la dirección de una reforma sustancial al ordenamiento jurídico, que debería suplir, o al menos, apuntalar la legalidad venida a menos, como efecto de la fuerza mayor. Y en este tema, los proyectos parches no son suficientes. El problema es que si se rompe la estructura —que está rota— hay que tomar medidas que enfrenten semejante asunto.

Es imputable a toda la clase política, a las izquierdas y derechas, la ausencia de visión y de proyectos sobre los temas de una sociedad arrinconada, sobre la empresa en gravísimos aprietos, el empleo, la pobreza, la educación, la seguridad, la dimensión de la función pública y la burocracia, y la restauración de la vida en comunidad. Corresponde principalmente al gobierno esa tarea, y corresponde a todos los demás, incluyendo a la sociedad civil, que, en uso fructífero de la cuarentena, debería pensar en que la “nueva normalidad” implica cambios sustanciales y colaboraciones inevitables.

Pero, vuelvo al principio, la clase política tiene la responsabilidad principal. Debe enmendar mucho, salir del perpetuo electoralismo y votar por el país y por su gente. Le corresponde, al menos por una vez, hacer un gesto de generosidad. Hace falta grandeza.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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