
II
Era la tarde. Aquí bajo estos sauces,
sentado al margen de este mismo río,
yo te miraba, estrella, en el sombrío
crepúsculo brillar.
El agua en su cristal te reflejaba
y corría con plácido murmullo;
de la tórtola oía el blando arrullo
del aura el suspirar.
Y yo esperaba con el alma triste,
inquieto el corazón y palpitante;
atento oyendo de la brisa errante
el más leve rumor;
y al fin de tantas, tan amargas horas
de vano padecer y ansiar penoso,
¡ay! esperaba el término dichoso
de mi acerbo dolor.
La sombra del cuidado, de mi frente,
al escuchar tu voz desparecía,
a tu celeste aparición latía
mi amante corazón.
La esperanza que el pecho me agitaba
se exhaló al aire en canto melodioso;
mi lira resonó con vagaroso,
melancólico son.
Fuente: Biblioteca Virtual Cervantes.