I
¡Salud, oh estrella de la tarde!, rosa
del jardín del crepúsculo brotada;
¡salud, estrella de la tarde!, hermosa
cual virgen al festín aparejada.
¡Estrella del amor!, cuando te miro
brillar entre las sombras ¿por qué, dime,
triste mi corazón lanza un suspiro
y un ansia vaga de llorar me oprime?
¿Por qué tu puro rayo me estremece?…
¿Por qué, oh Natura, si tus cuadros veo
a esta hora melancólica, padece
mi alma, mecida en triste devaneo?
¡Vaga tristeza! ¡Envuélveme en tu velo!
Guía mis pasos por la hojosa alfombra
de estos hermosos árboles; anhelo
sólo silencio, soledad y sombra…
La dulce sombra de mi amada, a solas,
vendrá tal vez a suspirar conmigo,
junto a este río de dormidas olas,
de los placeres de los dos testigo.
Fuente: Biblioteca Virtual Cervantes.