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«La partida» (Etelvina Carbo)

Ya el corazón presiente la partida / Penosa asaz y larga; / ¡Ay! la partida, que á la par que abruma, / Reanima y halaga! / Se ama el placer, porque la vida amamos / Y el placer nos embriaga; / Se ama el dolor...

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Ya el corazón presiente la partida
Penosa asaz y larga;
¡Ay! la partida, que á la par que abruma,
Reanima y halaga!

Que en este suelo de amargura y llanto
Se pena cuando se ama,
Y el dolor y el placer están unidos
En perpetua lazada.

Se ama el placer, porque la vida amamos
Y el placer nos embriaga;
Se ama el dolor, porque sin él no hay vida,
No hay existencia humana.

Todo en ella es pesar y desventura,
El placer nos engaña,
Pasa fugaz cual ráfaga, y nos deja
De la ilusión la nada.

Los recuerdos de goces pasajeros
Nos seducen y encantan;
Pero hasta ellos, ficticios, ¡ay! terminan
Por afligir el alma!

Y despertando al vicio las pasiones
¡Cómo locas se exaltan!
¡Y cómo todo afecto de ternura,
Crueles, arrebatan!

Gocemos solo los placeres puros
Que ni agitan ni dañan,
Esos placeres que no teme nunca
Ni la virtud más casta.

Y contemplemos que dolor, placeres,
Desaliento, esperanzas,
Se adunan siempre, y que, adunados viven
Cual dueños en nuestra alma.

Así mi corazón al separarse,
Al dar su adiós al Guayas,
Siente tristeza y gozo á un tiempo mismo
Y llora, rie y canta.

(Se han mantenido la ortografía y la puntuación de la versión publicada en la Antología ecuatoriana de poetas por la Academia Ecuatoriana de la Lengua en 1892)

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