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«Leer a Juan Valdano», por Fernando Balseca

En este texto, tomado del diario El Universo, el autor analiza las cualidades y trayectoria del reciente ganador del Premio Eugenio Espejo, don Juan Valdano, miembro numerario de nuestra Academia.

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Nacido en Cuenca en 1939, Juan Valdano Morejón es un escritor más interesado en los otros que en sí mismo. Estupendo prosista de ensayo, cuento y novela, es uno de los grandes y pocos eruditos que, sin cejar, ha tratado de orientar a nuestro país en los últimos cincuenta años. Por eso es más que merecido el Premio Nacional Eugenio Espejo, en la categoría literatura, que recibió hace un mes. Con estudios universitarios en Ecuador y Europa, es muy significativo su primer libro Humanismo de Albert Camus (1973), que relievaba el pensamiento de ese autor francés que combatió todos los dogmas, incluso de izquierda.

En la obra ensayística de Valdano late la idea de que no se puede entender la cultura de una comarca si no se toman en cuenta su literatura y sus artes, porque en ellas se plasma la representación de la vida. También es para él crucial la certeza de que los latinoamericanos nos hemos formado en un entrevero de culturas, por lo que es necesario no perder de vista nuestras raíces ancestrales, pero tampoco el influjo europeo, como se ve en Léxico y símbolo en Juan Montalvo (1981). A la periodista Laura Ríos le contó que está terminando un libro sobre la Grecia homérica para, “desde este rincón del mundo, comprender el universo”.

Observemos la fuerza y vigencia de sus propuestas en Identidad y formas de lo ecuatoriano (2006): “No existe entre nosotros un sistema claro y orgánico de ideas, de proyectos, de decisiones y de esfuerzos. Lo que hay es una heterogeneidad caótica en los propósitos y en las aspiraciones nacionales. No hay por lo tanto una opinión pública que oriente y privilegie los empeños y esfuerzos del país en su conjunto”. Por eso Valdano fue un cuestionador lúcido y valiente del infame descalabro del gobierno de “Correa y sus patiños (tan serviciales, consecuentes y versátiles siempre, tan alfombras)”.

Mientras llega el día (1990), novela sobre los procesos libertarios de Quito, fue llevada al cine en 2004. Anillos de serpiente (1998) es un relato policiaco. En El fuego y la sombra (2001) hay episodios en torno al derrocamiento de Ignacio de Veintemilla. En La memoria y los adioses (2006) seguimos a un joven migrante en la España de 1999. En los cuentos de La celada (2002), Juegos de Proteo (2009) y Después de la batalla (2019) los personajes padecen y disfrutan experiencias asombrosas aquí y en cualquier parte del planeta. Nuestro pasado histórico y mítico se explica, sin nacionalismos fanáticos, en Los espejos y la noche (2010).

Las letras de Valdano ofrecen una universalidad sensata que desafía visiones únicas y sectarias de la realidad. Él, que tuvo abuelos italianos, puede afirmar: “Yo me siento mediterráneo”. Al escritor Nilo Palenzuela le dijo: “Escribir, para mí, es viajar por el mundo de la cultura y de la imaginación. Es el impulso a la aventura; es la sed por conocer otros universos, imaginar otros cielos o infiernos, lo proteico del tiempo y de la vida. Todo eso y más la insatisfacción por no llegar a descifrar el enigma de la existencia será siempre la inquietud que acapara a todo auténtico creador”. Para conseguir un mejor país, debemos leer los libros de Juan Valdano.

Este artículo apareció en el diario El Universo.

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