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«Monsalve», por don Marco Antonio Rodríguez

Mientras se buscaba a sí mismo y esperaba encontrar dentro el sentido de su arte, estudió pintura. Sus dibujos figurativos primigenios recobran vida cíclicamente, asediándolo e influyendo en su creación visual...

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Foto: BG Magazine

Monsalve es más bien pequeño, frágil, retraído. Detrás de sus lentes bullen dos ojos agudos, desafiantes, osados rastreadores de elementos para su arte. Nació en Cali, 1957, vino a Quito, fundó su familia y se quedó para siempre. Su obra se ha consolidado a pulso de oficio incesante. En cada uno de sus óleos, acrílicos, lápices, tintas, grabados, serigrafías, aguafuertes, litografías, mano y materia se alían y nacen ahítas de vida por la acción de la luz. Así, el artista logra una ontología del color. Aire y claridad, lumbre y sueños, fantasías y asombros. Lucidez y ejercicios lúdicos, sapientes y bellos.

Mientras se buscaba a sí mismo y esperaba encontrar dentro el sentido de su arte, estudió pintura. Sus dibujos figurativos primigenios recobran vida cíclicamente, asediándolo e influyendo en su creación visual. Alianza furtiva con la otredad. Monsalve está al acecho del más allá de la realidad y, acaso, del más allá de su peripecia onírica. Cada rostro, personaje, paisaje, bestiario, conjunto, escorzos históricos registran el punto de partida que le permite ver cada elemento hasta sus nervaduras, como un muestrario cifrado, cuyo alfabeto le posibilita la recuperación de la inocencia original; la naturaleza y la realidad se abren a nosotros, desplegando sus múltiples expresiones.

Su universo temático es único. Sus rostros enigmáticos, hondos, inescrutables, liberados del tiempo. ‘El centauro domado’ por el agua trémula del amor. ‘El guía’ inspirado en ‘Ensayo sobre la ceguera’ de Saramago (Monsalve es lector compulsivo y vierte los saberes de los libros en su obra). ‘Charlas de tocador’, rebosante de picardía y hermosura. ‘El pianista’, homenaje a la música, ‘sin ella, la vida sería un error’. ‘Te regalo mi música’, de significación histórica. Visión alegórica —magnífica y sutil— del mestizaje.

“Rostros sin nombres de antiguos recuerdos, de otras vidas quizás. Diamantes del amor o del olvido que flotan sobre las difusas aguas de los sueños”.

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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