yo era ya viejísimo cuando naciste
padre
de pie y enzurronado
yo era ya viejísimo
cuando holgabas al dormir erguido como ubérrimo naranjo
o cuando al tundirme me ponías en liza contigo y con el mundo
yo era ya viejísimo
cuando tus libros y tus personas al unísono
trabajaban imperturbables estableciendo
nomenclaturas y funciones
confluencias de plantas y alimentos sagrados
intersecciones de climas y esporas
y yo te escuchaba batir nátem y salvia en una marmita
tasando la profundidad de sus esencias
yo era ya viejísimo
cuando destilabas de tus botijas extraños logaritmos
de fármacos y vocablos
cuando volvías de mil y un viajes por légamos y pirámides
por selvas de polen y de mitos
y yo te miraba remontar las horas pedregosas con tus signos
zodiacales desplegando portulanos y rosas de viento
y soles y lunas antediluvianos
o cuando me llevabas de la mano por extenuantes meandros
—el debe y el haber el activo y el pasivo el suma y sigue—
cuando clareabas para degustar una copilla de vodka
y pasabas allende las fatigas
cuando te duplicabas
triplicabas
y cuadruplicabas
y uno se preguntaba qué hacía cada uno
de tus dobles o triples por su lado
pero el cansancio era para ti alegre alimento
agua canora la sed
secreto elíxir la enfermedad
yo era ya viejísimo
cuando de pura fatiga aumentabas cargas sobre tus espaldas
cuando sediento dabas de beber a tus orquídeas
cuando enfermo ofrecías salud a tus pacientes
yo era ya viejísimo
cuando vi por primera vez rodar lágrimas de tus ojos
y era que evocabas
cuánto debías al hada de tu hado
yo era ya viejísimo
cuando ella quiso unirse contigo para siempre.