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«Olmedini, el mago», por don Diego Araujo Sánchez

Olmedo Rentería quedó huérfano a los 9 años y sobrevivió en varias ciudades. A los 17, se radicó en Guayaquil. Allí trabajó en un circo de barrio, en el que ayudaba a plantar la carpa...

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La propuesta creativa de Radio Ambulante, un podcast distribuido por NPR, ofrece una novedosa canasta de historias de A. Latina, excelentes para estos difíciles tiempos de cuarentena. En una de sus última entregas, Daniel Alarcón y la ecuatoriana Lissete Arévalo dedican su crónica a un compatriota.

Olmedo Rentería quedó huérfano a los 9 años y sobrevivió en varias ciudades. A los 17, se radicó en Guayaquil. Allí trabajó en un circo de barrio, en el que ayudaba a plantar la carpa. A comienzos de los sesentas, llegó al Puerto un circo chileno en el cual se enroló y empezó a entrenar para trapecista. En Lima quedó deslumbrado por el espectáculo de un mago: pañuelos que cambiaban de colores, palomas que aparecían encerradas en una jaula antes vacía, la ilusión que le acercaba a la maravilla y al misterio… El mago le instó a aprender ese oficio “porque así podría trabajar hasta los ochenta años”. El consejo fue profético: Rentería se halla por cumplirlos y mantiene su chistera y su varita mágica.

Tras aprender unos trucos, convenció al dueño del circo que le permitiera presentarlos al público. Le prestaron un colorido traje árabe. Culminaba su acto con la aparición de una paloma, que debía pasársela al disimulo una asistente. Pero creyó que el techo de la carpa se le venía encima cuando vio que el ave se había escapado de la caja en manos de la joven. Esta, sin percatase del micrófono abierto, le dijo: “Mago, se le fue la paloma”. El público estalló en risas. Olmedo hizo las venias de despedidas y recibió cerrados aplausos.

Tras años de aprendizaje, regresó a Guayaquil y ofreció presentaciones por su cuenta. El éxito le sonreía. Una señora le habló del famoso Houdini y le recomendó llamarse Olmedini. Con este nombre, dejó el Ecuador, en los noventas, y emigró a Nueva York para conseguir su sueño mayor de ser estrella internacional. Se presentó en las estaciones de metro; después se subió a los vagones en donde, con un carrito ad hoc, ofrecía a los pasajeros su número. Así se ganó por décadas la vida. En 2012 sufrió un derrame cerebral y perdió la vista. Sin embargo, reinició su trabajo dos años después.

El mago ciego que reapareció en el metro llamó más la atención. Llovieron las crónicas en la prensa de la gran ciudad y de todo el mundo, las invitaciones y homenajes. Los últimos son los que más lo emocionaron. En junio pasado el equipo de los Yankees le rindió un homenaje por su inspiradora historia de lucha.

Además la Sociedad Estadounidense de Magos le admitió como socio y apareció en la portada de la revista Genii, non plus ultra de los magos. Creía haber llegado al último peldaño; pero su hijo le recordó que la escalera de la vida le ofrecía más escalones para seguir adelante. ¡Gran ejemplo de audacia y tesón para superar la adversidad!

Este artículo se publicó en el diario El Comercio.

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