La obra lleva esta sencilla y honda dedicatoria: “A mi madre, a quien este libro ha costado más dolor que a mí trabajo”. Así resume la enorme exigencia de la investigación lingüística requerida para su creación, al par que la presencia de la madre en el distante Quevedo de la infancia. Su padre había muerto, y él salió a estudiar a Quito, más tarde, a España.
Nació en 1923… En 1953, ¡a sus 30 años!, entregó al mundo hispano y al Ecuador, el tratado más totalizador sobre el español ecuatoriano escrito hasta entonces, y que no ha sido superado. Su obra recibió en Madrid el Premio de Investigación del Colegio Mayor Nuestra Señora de Guadalupe.
Distingamos brevemente el sentido de términos como lenguaje, lengua o idioma, dialecto y habla. Mientras lenguaje ‘es la facultad que el hombre posee de comunicar sus pensamientos’ y abarca todas las lenguas existentes y más allá –el lenguaje de las aves, el de los ojos-, lengua o idioma es ‘el sistema de expresiones propio de una comunidad humana’, y dialecto, un ‘sistema lingüístico considerado con relación al grupo de los varios derivados de un tronco común’. Así, el español, el francés, el catalán fueron dialectos derivados del latín. Hoy, nuestra lengua mantiene su unidad en un universo de 577 millones de personas, la mayoría de las cuales la recibió como su lengua materna. El ‘habla’, en cambio, comprende ‘las particularidades de pronunciación, entonación y vocabulario de una lengua’; podemos referirnos al habla de Guayaquil, a las hablas quiteña, otavaleña o lojana, tan distintas entre sí, que inmediatamente revelan la procedencia de sus hablantes; a la influencia del quichua y de otras lenguas aborígenes en las hablas de la Sierra, y al encanto del habla de tono caribe en nuestra Costa. Todo está compendiado en esa obra maestra titulada El español en el Ecuador, de Humberto Toscano Mateus, cuya primera edición fue trabajada entre 1948 y 52, con singular aprovechamiento de una beca del Instituto de Cultura Hispánica; la Academia Ecuatoriana de la Lengua, en 2014, ¡sesenta y un años después!, promovió su segunda edición.
Olvidar el mal es una forma sana de sobrevivir, pero olvidar el bien… Olvidar el amor, el esfuerzo supremo con el cual se escribió el más importante de los libros que se hayan soñado hasta ahora sobre el español del Ecuador, el que más tarde dio lugar a la mejor gramática con que nuestros niños y jóvenes contaron por los años sesenta, es crimen de lesa palabra.
Dicha gramática fue remplazada por la novelería de textos que fueron, a su vez, reducción de volúmenes extranjeros facilitones, llenos de gráficos, con ‘lecturas’ de medio párrafo para no cansar a los niños o a los adolescentes, como si una lectura inteligente cansara a un niño inteligente… Venían hechos, para ser adaptados al facilismo de nuestros maestros, a su desconocimiento e ignorancia. Qué duro es constatar esta amarga verdad de nuestra educación. ¡Que el Día del Libro no termine nunca!
Este artículo apareció en el diario El Comercio.