«Paisaje (I)», por don Marco Antonio Rodríguez

El paisaje llegó tarde a Occidente. En China apareció en el siglo IV, en Occidente con el Renacimiento. ¿Por qué este asincronismo histórico? Por las concepciones cristianas que rehusaban el disfrute...
Foto tomada de Wikipedia

“Aquí, en esta promesa, se encuentra el lugar”, escribió Yves Bonnefoy al ver un paisaje de Van Gogh. Las culturas de Occidente ofrecen como postrer horizonte un paraíso (la arcadia, el ‘paraíso terrenal’). Bonnefoy develó la sensación de hallar ese lugar al contemplar un paisaje.

El paisaje llegó tarde a Occidente. En China apareció en el siglo IV, en Occidente con el Renacimiento. ¿Por qué este asincronismo histórico? Por las concepciones cristianas que rehusaban el disfrute y la contemplación sensible, congregadas en el vínculo del ser humano y Dios.

Género menospreciado, el paisaje sigue en auge y es el que más públicos convoca. No exento de porfías teóricas respecto de su origen y etimología, el Diccionario de autoridades de la RAE, 1737, lo define como “Un pedazo de país en la pintura”. En cuanto al enlace ser humano-paisaje, este se produce en forma más sutil y ardua. En la actualidad, la cuestión se trata en las ideaciones de la ecología.

Casi todos los historiadores del paisaje acuden a una carta de Petrarca para iluminar su significación. El poeta, en una de sus célebres cartas, cuenta a su confesor y amigo, fraile agustino, una “extravagancia”. Cerca de Aviñón sintió el deseo de ascender al Mont Ventoux. En medio camino halló a un pastor que le aconsejó desistir de su propósito, pues hacía años él también pretendió coronar el “pico más alto” de la región y enloqueció debido a los embrujos que lo acecharon.

Petrarca omitió el consejo y llegó a la cima del Ventoux. En ese instante sufrió una conmoción estética: “Al principio quedé estupefacto por el efecto del aire sutil, revela. Miro el horizonte y compruebo que las nubes están a mis pies; una luz sublima el entorno; de inmediato me resulta menos increíble lo que había leído acerca de los montes Athos y Olimpo, comprobando el mismo fenómeno en un monte de tan menor fama”.

La naturaleza es el alma del paisaje. El artista pinta el tiempo exacto en que alcanza la música de un sueño

Este artículo apareció en el diario El Comercio.

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