pie-749-blanco

Palabras de doña Susana Cordero de Espinosa en la incorporación de don Marco Tello

El pasado 19 de enero, don Marco Tello Espinoza se incorporó a la corporación en calidad de miembro correspondiente. Compartimos con ustedes las palabras que doña Susana Cordero de Espinosa dirigió al público en la sesión solemne

Artículos recientes

El pasado 19 de enero, don Marco Tello Espinoza se incorporó a la corporación en calidad de miembro correspondiente. Compartimos con ustedes las palabras que doña Susana Cordero de Espinosa dirigió al público en la sesión solemne:

Palabras introductorias al ingreso en calidad de Miembro Correspondiente, de don Marco Tello Espinoza a la Academia Ecuatoriana de la Lengua

Para nuestra Academia, que en 2024 cumplirá ciento cincuenta años de existencia, es motivo de orgullo justo, equitativo y saludable, como decían los abuelos entre la liturgia y la poesía, contar a partir de hoy entre sus miembros con este humanista y filólogo, maestro y escritor de intensa producción gramatical, crítica, lingüística, cuyo libro Cuenca, dos siglos de poesía, una mirada crítica, publicado en plena pandemia en 2021 por la Universidad del Azuay, es obra privilegiada de conocimiento y reconocimiento, resultado de una vida de trabajo inteligente, inagotable; ejercicio de búsqueda del avance de la inteligencia, la conciencia y la pasión hacia la identidad cuencana, a través de sus poetas.

Cuenca radicó su orgullo ciudadano en ser como por secreto de naturaleza, ámbito privilegiado para la poesía, ¿no estaban para ello, acaso, su paisaje, el agua de sus ríos y sus lluvias, su rededor de saucedales, sus flores, su cielo, la sensibilidad y el talento de sus hijos?

En estas palabras introductorias a la sesión solemne en que es recibido don Marco Tello Espinoza en calidad de miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, me referiré brevemente a mi lectura aún parcial y desde ahora constante, de este hermoso y feraz estudio que no se cae de las manos, y que, sin ser el primero que él escribe sobre la poesía producida por cuencanos, es el más completo, crítico y poético que se haya escrito sobre dos siglos de poesía cuencana, por su mirada de estudioso cabal y los poemas con los cuales ejemplifica sus fecundas nociones.

Examina exhaustivamente este quehacer poético desde la que para algunos es complicada teoría, la de las generaciones literarias. Crítico de profunda formación, de lucidez sin alardes, expone con excepcional claridad dicho método generacional; entra en los sucesivos períodos, nombres y obras unidos y separados a la vez, cada uno en su propio lapso. Pocas veces el lector ha abordado el rico tema de las generaciones, guiado con tal eficiencia didáctica.

Los títulos que se suceden en la obra anuncian el vasto contenido del camino poético en que Cuenca se enrumba. Se suceden capítulos como “La colonia y el exilio”, “En busca de identidad”; “El sabor local”; “El crisol de la conciencia”; “La conciencia y el lenguaje”; “El mundo y la conciencia” y culmina el libro en “Una crónica sincrónica”.

Los precede una jugosa Introducción, nombrada, por razones que iluminan singularmente al lector, ‘Una crónica asincrónica”; en ella muestra desde el horror de la Segunda Guerra Mundial ‘en la cual Europa se desangra’ o la Revolución de Octubre en Rusia, cómo evolucionan el arte y la poesía ‘bajo el influjo de nuevas concepciones vitales, científicas, estéticas’. Y exclama: ‘Estas innovaciones se expanden por el orbe y tocan Hispanoamérica, ya encendida en fervor revolucionario’. Avanza desde los poetas cuencanos de la Colonia hasta nuestro presente en movimiento, y entrega una selección lúcidamente crítica de poemas de vates significativos. Contrasta lo que se escribía en las primeras décadas del siglo XX en otros países hispanoamericanos, como Altazor de Huidobro, en Chile, y el inolvidable César Vallejo quien ‘rompe con la tradición retórica, con la perlería modernista y confía su salvación a la desnudez sobrecogedora de la palabra en Los Heraldos negros’ publicado en 1917, con lo que sucedía en la pequeña ciudad, donde, como en un dorado Macondo previo a Cien años de soledad se coronaba de oro a Remigio Crespo Toral, quien no en vano, desde entonces fue llamado por los abuelos, para orgullo de contemporáneos y descendientes, ‘poeta coronado’.

A propósito, no puedo, en justicia, dejar de trasladar las palabras de Pablo Estrella, que cita nuestro nuevo académico: “sobre Crespo Toral ha pasado una doble desventura: ser reputado en vida [como] poeta genial y atraer, después de muerto, a la ideología más que a la literatura”.

Bien conocemos lo que cualquier suerte de ideología supone para la auténtica crítica literaria y cuánto el análisis surgido del ansia revolucionaria a lo soviético usurpó y se ensañó en la literatura sin aportar a su vigorosa expansión o quizá haciéndolo, por contraste. Lo que este libro enseña con su crítica sin concesiones, audaz y vigorosa, con esporádicos e inolvidables chispazos de humor, se atiene a la realidad del tiempo y de la historia, desde cuando, entre nuestros primeros poetas y escritores, historia y tiempo marchaban aún muy lentamente.

Permítanme espigar entre la maravilla de algunos de los poemas que tan bella y certeramente cita y estudia nuestro novísimo y bienvenido colega, y leerlos hoy y aquí, pues muestran a Cuenca como la mayor fuente de gozo, reflexión y crítica sobre literatura y poesía, fiel a su tradición y a antiguos y siempre lúcidos encuentros. Esto, a pesar de lo que expresa el autor, respecto de la que él llama ‘segunda vertiente’ en la cual afirma‘… la producción artesanal ganará los espacios que habían sido diseñados para las manifestaciones tradicionales de la cultura, aunque desagrade a quienes se nieguen a asegurar que el mundo y su canon han cambiado; y anota de qué modo la frontera generacional se torna difusa, inestable, en referencia a quienes ‘no atados a la mesa del ordenador, sino al hilo invisible del espacio virtual, … pertenecen a la generación que Bauman denominó ‘líquida’, porque la base que la sustenta es inestable, oscilante, en riesgo de romperse por la acción depredadora del ser humano o por su desmedida ambición de progreso y poder”.

“Sin embargo, continúa, no dejará de alentarnos el que jóvenes de la promoción hayan ofrecido un testimonio de identidad y clarividencia en su voz poética, motivados por la necesidad de autodefinirse en medio de los apremios globales, las farsas políticas, las prevenciones locales. … pues ‘libres de remilgos retóricos, desvinculadas del vivir comunitario, sensibles, no a la armonía del mundo sino a su desequilibrio, hay voces que conmocionan, conmueven, soliviantan’.

Admira el camino recorrido por el ilustrado filólogo y crítico en este libro imprescindible, que debemos agradecer.

Se vuelve inevitable leer en voz alta alguno de los poemas que, sin ninguna duda, sobrevivirán a los amagos de desolación en que vivimos. Entre ellos, elijo al poeta indispensable, maestro del maestro a quien hoy recibimos, Efraín Jara Hidrovo sobre el cual él expresa nuestro recipiendario:

“Voz afinada y vigorosa; el rigor y la pasión han dirigido su obra de creador; en ella no hay homogeneidad ni disparidad sino progresión, a partir de las tempranas composiciones publicadas en 1948”.

He aquí algunos de sus versos, aun de entre aquellos que Jara desdeñó:

Eres exactamente como las golondrinas. / Y como ellas, apenas, pesas lo que el rocío… / Golondrina de estío, mitad pulso del cielo, / la otra mitad suspiro y fantasma del lirio.

De “Vida interior del árbol”:

¡Ah, perpetuo suplicio del impulso / condenado a extinguirse en cuanto cumple / el fugaz parpadeo de la forma… / ¡Todo se centra para dispersarse! / Más dispersión aún es la semilla, / para la cual cumplirse es disgregarse… // Estar aquí no tiene más sentido / que volver a empezar, al cautiverio / del orden y la forma encadenados.

Ya aquí, es imprescindible ir al espléndido, rotundo Sollozo por Pedro Jara, apenada por traer solo alguno de sus versos y apenas referirme a los sabios comentarios críticos con que Tello Espinoza se acerca y nos acerca a su maestro:

Sobre Sollozo el crítico expresa: “Alternan en la poesía líneas extensas, medias y breves, con frecuencia mayor de las primeras, dotadas ocasionalmente de velada resonancia alejandrina. Las líneas extensas condensan en estupor visual una conciencia violentamente mutilada por la irrupción emocional de la línea breve, escalonada:

Quebradiza aguja de pino / titubeante pupila de la resina / frenesí de mariposas de la lámpara del polen / trino de ruiseñor entre el estruendo de la catarata / todo se ahonda
se hunde
se confunde…

aquí los versos se diseminan espacialmente:

 andaba
 anduve
 y dije
entre el bramido de los sueños y las olas

Según el crítico: “Se aspira el dolor, no su representación… Este trabajo de orfebrería distancia a Jara de la elegía tradicional; en él no se percibe el desborde emocional de la elegía manriqueña, ni el de las elegías de García Lorca y de Miguel Hernández; en Jara hay equilibrio y contención”…

Y continúa: Si en “El almuerzo del solitario” el tema de la búsqueda, inseparable del mito de la soledad, negaba la existencia de la segunda persona puesto que en este mundo adverso todo diálogo es monólogo, en Sollozo se amplifica la dimensión de la fatalidad al descubrir en la muerte la existencia real de la segunda persona”.

Pero es también hora de contención, luego de agradecer al maestro por la inolvidable lectura y relectura que suscita su texto. Confío en que lo leído y lo dicho este momento sea una sugerencia a cada uno de nosotros para ir a este libro, y gozar y dolernos de su sabiduría.

Nuestra visión de este texto magnífico se enriquecerá aún más con la audición de su discurso titulado “La poesía como un rasgo secular de identidad”.

Bienvenido, maestro Marco Tello Espinoza a esta, su vieja y merecida casa.

Susana Cordero de Espinosa
Casa de Cuenca
Quito, 19 de enero de 2023

0 0 votes
Article Rating
0
Would love your thoughts, please comment.x