Poema del día: «La neblina cede a la noche la ilusión del misterio» (Bruno Sáenz Andrade)

La neblina cede a la noche la ilusión del misterio. Un puñado de luces se anima a romper tímidamente, aquí y allá, el cortinaje. Las calles aparecen de improviso, salen de la ausencia...

La neblina cede a la noche la ilusión del misterio. Un puñado de luces se anima a romper tímidamente, aquí y allá, el cortinaje. Las calles aparecen de improviso, salen de la ausencia. Se encaminan a nadie sabe dónde, extraviadas las rutas familiares. Aun el cerro, cuyos pulmones soplan sobre los techos y las almas los vientos arteros y los vapores fríos, se ha reducido a una silueta visible solo a trechos, desvanecida los más. El espectador inocente, desde las faldas de una colina o de la comodidad de su ventana, quiere perseguir los sueños de la urbe, imaginar el descanso, el abandono de los durmientes, el estado crepuscular de los insomnes. La angustia de la pesadilla y la vigilia interminable, poblada de fantasmas, valen una por otra.
Responden a su esfuerzo perezoso la mentira del silencio, la apariencia de una serenidad enfermiza, no desprovista de adivinaciones deslumbrantes (la sombra regala a la mente del sabio y del artista raras iluminaciones) y de crímenes impunes.
Se desordena el claro, habitual trazado de las vías. Lo reemplaza un laberinto sin salida, sin horizontes, sin rincones. Por allí andan el noctámbulo enfermo de sonambulismo, el vagabundo sin hogar, el asesino a sueldo, el servidor de la justicia que ha condenado a muerte al prójimo por el solo hecho de serlo. Por allí, las mujeres de cuerpos anónimos, los amantes furtivos, los “hombres de ojos brillantes” de Déborah, la antinovela de Pablo Palacio… La ciudad baja el ritmo de sus latidos. Y vive. Al curioso le está vedado el conocimiento de las actitudes y los pensamientos de los pacíficos (no tanto) inquilinos de las moradas.
Quiere el observador lavarse de la vista el cuadro estático, las sugerencias feroces, tiernas o pintorescas del desvaído paisaje urbano, la baja nubosidad, goma de borrar suspendida sobre la difícil lectura de la página… Se ha arriesgado en exceso, quizás forma ya parte de la muchedumbre de los sin sueño. La empresa saludable de la limpieza se ha vuelto imposible. El combate lo conduce a la rendición. El agua sutil, el vapor que enceguece, se han hecho carne, una sola, con sus ojos.

(Poema sin publicar, gentileza del autor.)

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