¡Curiosa pregunta! Si ya es difícil para una mujer reunir a ojos de hombres y mujeres, los méritos necesarios para presidir un consejo, un partido político, una sociedad, corporación, capilla o entidad de cualquier naturaleza, desde hace mucho tiempo se viene confundiendo a feministas y feministos, a través de las redes sociales, con argumento no solo falaz, sino ignorante, cuando se afirma que presidenta, femenino de presidente, no existe ni puede existir en nuestro idioma. Este adefesio que hace reír a quien alguna vez tuvo un buen profesor de lengua, se envía y reenvía, perdura, gusta, contagia y convence a los que tienen vocación de sabihondos, para quienes el razonamiento que sigue es seductor e incuestionable: ‘Ente, terminación de presidente, es una palabra que significa ‘lo que es, existe o puede existir’, es decir ‘ser’. Así, presidente es ‘el que preside al ser’… Y como ‘enta’ no existe –aún no la han inventado, pero ya llegará- se desecha para siempre el femenino ‘presidenta’.
La palabra ‘ente’ en filosofía, tiene el significado de ‘ser’, pero -ente, en presidente no es la segunda palabra de un compuesto, como lo son ‘caminos’, en correcaminos u ‘olas’, en rompeolas y ‘papeles’, en pisapapeles, sino una partícula pospuesta a la base léxica presid-, de presidir.
Entre estas partículas llamadas afijos, se hallan los prefijos y sufijos, cuya diferencia radica en que los prefijos se anteponen a la base léxica como co- en cooperar; auto- en autoexamen; ante-, en antediluviano; anti- en anticristo, pre- en prever, y los sufijos se posponen a dicha base: -cito: en trencito; izo- en resbaladizo; -ario, en revolucionario, etc. Entre estos se halla el sufijo –nte, que toma las formas –ante, –ente o –iente y forma adjetivos según lo exige el verbo al que se junta, para significar ‘que ejecuta la acción expresada por la base’: veraneante, que veranea; absorbente, que absorbe; crujiente, que cruje, presidente, que preside; su base verbal es presid; su sufijo, -ente. Estos adjetivos suelen sustantivarse y algunos generan su forma femenina en –nta: dependienta, presidenta.
Presidenta existe en español, aunque queda una pregunta en el aire: ¿a quién interesa que la palabra ‘presidenta’ no exista? ¿A los y las machistas? ¿A los y las feministas? Tengo la impresión, sin malicia alguna, de que los y las feministas insisten en llevar el agua a su molino en este tema, porque, de no existir ‘presidenta’ en español, confirmarían y reconfirmarían que nuestra hermosa lengua se resiste a atribuir a la mujer toda posibilidad de hegemonía y de existencia digna. ¿Qué tal? Enrevesado, pero posible…
La inclusión de la mujer –escribí hace tiempo- se expresará en nuestra lengua cuando la educación nos permita sabernos la contraparte de una misma condición humana. Dejémonos de invenciones y entelequias y sigamos el estupendo consejo de doña Paz Bataner, académica de la RAE: Donde hay que dar visibilidad a la mujer no es en la lengua, es en la vida.