Me acordé de aquel viejo reloj siempre guardado
en un estuche rojo. Sus punteros soñaban.
Buscaba la cabeza dorada de mi madre
de un tono de trigal menudo y ondulado,
y su beso salvaba en mi frente la tarde
y en su dolor había la sonrisa más suave.
Soplaban mis precoces vientos crepusculares,
mi presentir de cardos y mi jardín oscuro.
Sus ojos de esmeralda en mi pasión soñaban,
en la cruz de mis días y en la luz de mis ortos;
veían mis caídas, mi fortuna, mi muerte,
mi regreso sin sangre, de viajero salvado.
Se quedaba el reloj soñando sin sentido
en una hora cualquiera. Sus punteros abiertos,
abiertos sus punteros como una cruz quebrada.
Yo lloraba de niño sin saber, yo lloraba.
Del amor no sabía, ni del desdén. La hora
de aquel reloj de antaño que recuerdo, soñaba.
Para mi breve infancia sonaba la hora larga,
pero en mi frente el beso de mi madre borraba
el presentir de cardos. La hora larga soñaba.
Soñaban en mi viaje sus ojos de esmeralda.
Un comentario
Bendita la Hora la Hora bendita en Que nos Conocimos doy gracias a Dios por Hora tan Bendita