Aurelio Espinosa (1894-1961) nació en Quito, un año antes del triunfo de la revolución liberal, en la casa materna cerca de la plaza de San Francisco. Dice la leyenda que su nacimiento tuvo lugar en la biblioteca de su tío Manuel María Pólit y que Aurelio Espinosa Pólit solía decir, con una pizca de gracia, en su senectud, “Nací entre libros”. Hoy en día, la biblioteca más grande del Ecuador, que guarda cerca de un millón de materiales entre libros, manuscritos, periódicos, documentos, mapas, hojas volantes, obras de arte y todo cuanto se haya publicado en el país, lleva su nombre. El padre Aurelio inició la biblioteca en 1929, luego de dejar sus estudios de humanidades clásicas en la universidad de Cambridge y recibir el mandato jesuita de dirigir el noviciado en Cotocollao. Ahí, inicio una biblioteca de humanidades clásicas, hasta que su tío, arzobispo de Quito para entonces, le entregó el legado documental sobre temas ecuatorianos que incluía, se dice, uno de los tres originales de la Primera Constitución del Ecuador de 1830, a partir de entonces tomó la decisión de consolidar y fortalecer el archivo nacional.
Van dos anécdotas para retratar el afán coleccionista y el espíritu bibliófilo de Aurelio Espinosa Pólit:
La primera viene de la memoria de Simón Espinosa y señala que el 12 de febrero de 1949, el día de la “guerra de los mundos”, cuando Radio Quito transmitió una obra de radio teatro, una adaptación de la novela La guerra de los mundos del escritor británico H.G. Wells, que terminó con un episodio de histeria colectiva, con la quema de diario el Comercio y la muerte de 8 personas, Simón salía del seminario en la avenida América y al observar el humo del incendio a la distancia y las campanas que repicaban anunciado la llegada de los marcianos al Ecuador, vio caminando, al padre Aurelio, orondo y satisfecho porque había logrado salvar del incendio una copia de diario El Comercio, para el archivo, ese fatídico día.
La segunda se desprende de la lectura del Archivo pasivo del Ministerio del Interior. En 1960 hubo una disposición del Gobierno de que los archivos viejos de todos los ministerios, universidades, entidades púbicas y centros culturales debían eliminarse por razones de espacio Cuando Espinosa se enteró solicitó que le donaran lo que había en las bodegas. Contrató varias volquetas y camiones para recoger toda la “basura” documental y llevarla a la biblioteca de Cotocollao. Se dice de entonces, que el padre pasó varias tardes rescatando de los barrancos de Nayón los papeles que antes de su gestión se habían arrojado a ese lugar.
Cuando Aurelio Espinosa Pólit cumple cuatro años de edad, su familia se traslada a Europa, en busca de una educación apropiada para el hijo de una familia católica y devota, que contaba entre sus filas, como ya se ha dicho al futuro arzobispo de Quito, Manuel María Pólit Lasso. Esto escribe Espinosa Pólit de su tío:
(Fue) El primero que estudió a fondo, en plan de historiador, el manuscrito mismo (Se refiere a El ocioso de Faenza del Padre Juan de Velasco). Siendo profesor de la Facultad de Letras de la Universidad de Quito, publicó un primer trabajo en el n. 14 de los Anales de la misma en 1889. Más tarde investigó personalmente los largos inventarios de la Dirección del Tesoro en el Archivo de Simancas, y siguió en Ravena y Faenza el rastro que aún quedaba allí de los expulsos. Pudo ver, entre otras cosas, en la Biblioteca Classense de Ravena la importante obra impresa del P. Viescas, y firmas de los desterrados en los registros de las sacristías de las iglesias. El fijó con certeza el lugar y fecha de la muerte del P. Velasco, equivocados por D. Pablo Herrera, por el Dr. Pedro Fermín Cevallos y aun por el ilustrísimo. Sr. González Suárez; él descubrió la partida de bautismo en Cuenca del P. Berroeta, y recogió oportunamente copia, la más completa que existe, de su obra; él acopió datos de toda clase como para escribir la historia de los desterrados de 1767.
El texto que he leído[i] sirve para pintar a Aurelio Espinosa Pólit de cuerpo entero: investigador riguroso, escritor prolijo, enderazador de entuertos y soñador de bibliografías del futuro. El texto hace acopio de datos, establece una cronología, documenta las incursiones previas de investigadores, reivindica la labor desconocida y silenciosa de establecimiento de textos de Pólit Laso y señala errores. Por último, imagina la posibilidad de hacer justicia a los jesuitas del extrañamiento, escribiendo a futuro, sobre la base de datos certeros, un recuento del periplo humano de su destierro.
El itinerario aquí descrito esboza, a grandes rasgos, el proyecto intelectual de uno de los polímatas más notables del siglo XX ecuatoriano. Espinosa Pólit hizo su infancia y adolescencia en Suiza, París, Inglaterra y Bélgica. Posteriormente cursó estudios superiores en España, primero en Granada, donde estudió filosofía (1915-1918), y en Sarriá, Barcelona, donde realizó estudios de teología (1922-1926) y fue ordenado sacerdote en 1924. Destacó en el estudio de lenguas clásicas, aunque también dominaba el inglés, el italiano y el francés. Enseñó latín y griego en la casa de probación de Granada (1918-1921) y geografía e historia en el colegio de Chamartín, en Madrid (1921-1922). Hecha la tercera probación en Salamanca, estudió literatura greco-latina en Cambridge (1927-1928) que no llegó a terminar, ya que la Compañía de Jesús, en la que había ingresado en 1911 en la provincia de la Compañía de Jesús de Toledo, decidió enviarle en 1928 a su tierra natal donde desarrollaría toda su labor pastoral, docente, literaria, traductora e investigadora. En 1933 ingresó en la Academia Ecuatoriana y años más tarde en la Academias Española, Mexicana y Colombiana de la Lengua. Fue miembro fundador de la CCE y de la PUCE. La copiosa obra de Aurelio Espinosa Pólit se encuentra en los fondos de la biblioteca que lleva su nombre, constan ahí cincuenta páginas de su catálogo. Aurelio Espinosa Pólit incursionó, como autor en la historia, la poesía, la teología, la pedagogía y la traducción. Su obra como traductor, del latín, el griego y el inglés, constituye uno de los ejercicios intelectuales menos estimados y más importantes de la producción letrada ecuatoriana del siglo XX. Tradujo a Virgilio, a Horacio, a Sófocles y a Tucídides, al poeta británico Francis Thompson y a la mística Florence Benett Anderson. Resulta imposible hacer justicia a esta figura inmensa de la cultura ecuatoriana en pocas palabras, en su lugar, escuchemos la contemporaneidad de su llamado a restablecer el estudio de las humanidades en el entorno educativo de hoy:
No digamos, pues: ¿Qué necesidad hay en el Siglo XX del conocimiento de la antigüedad? La necesidad que tenemos es la que tiene toda planta de quedar unida a sus raíces, y todo río de no interrumpir el paso directo del manantial; la necesidad de no afanarnos inútilmente por descubrir lo que ya está descubierto, por volver a empezar procesos de iniciación, tiempo ha superados, y con qué perfección… ; la necesidad de no desperdiciar neciamente tan valiosas experiencias como están acumuladas en los escritos de los antiguos, tantos tesoros de psicología, observaciones admirables de los repliegues íntimos del corazón humano, de las que supieron sacar incomparables lecciones para la ciencia suprema de la vida[ii].
[i] El texto aparece en Los jesuitas quiteños del extrañamiento: Introducción, selección y traducciones latinas e italianas por Aurelio Espinosa Pólit. Puebla: Cajica,1960 , p. 30.
[ii] El texto aparece en Andrés Bello, Gramática Latina y escritos complementarios: Prólogo y notas de Aurelio Espinosa Pólit. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2016, p. XX.